En junio de 1993 recorrí las islas británicas gracias a una beca del Consejo Británico. Con base en Cambridge, mi obligación consistió en conocer al mayor número de personalidades de la ciencia. La lista había sido confeccionada por mí y por el Consejo. A sugerencia de ellos se concertó una cita con Sir Christopher Llewellyn Smith, en ese entonces destacado miembro del departamento de Física Teórica de la Universidad de Oxford y más tarde director de CERN, bajo cuyo mandato se aprobó la construcción del LHC.
Tenía que estar un lunes a las 10:30 de la mañana. Sin embargo, dado que debía trasladarme desde Cambridge, pasar por Londres, cambiar de tren en la misma estación de Victoria y caminar hasta Blanbury Road, por ello madrugué y llegué una hora más temprano de lo acordado. Pregunté por él. Me dijo la recepcionista que estaba en una sesión, pero que si gustaba, podía esperar en el cuarto del café.
Allá fui. Cuando abrí la puerta el murmullo animado de quienes estaban adentro me golpeó como una ola, sobre todo porque enseguida se hizo el silencio: un desconocido con una camiseta negra y la leyenda: Alba (Escocia en gaélico), el cabello trenzado y una mochila en la espalda, preguntaba por el susodicho. “Está entrando”, dijo alguno de los investigadores. Me presenté y me disculpé por haber llegado antes de lo previsto. No le dio importancia y me dijo que acababan de llevar a cabo un coloquio sobre la ruptura de la simetría. Entonces me llevó con algunos de los participantes. Entre ellos estaba Peter Higgs, de la Universidad de Edimburgo, galardonado ayer junto con François Englert con el Premio Nobel de Física. Le hizo gracia mi camiseta.
La primera vez que oí hablar sobre rupturas de simetrías y el papel fundamental de los bosones intermediarios en el universo fue un año antes, durante una visita a Fermilab y al Centro Leon Lederman para la Enseñanza de las Ciencias. Ahí se encontraba Gerardo Herrera Corral haciendo una estancia posdoctoral. Hoy Gerardo es el decano de las altas energías y líder de los mexicanos en el experimento ALICE del CERN. En 1994 participó en una colosal investigación, D0, donde se confirmó la existencia del último de los quarks (el top), descubierto meses antes por CDF en el Tevatrón y predicho por el Model Estándar de la materia.
Gerardo me explicó que una ruptura de la simetría había llevado a que en el universo aparecieran partículas masivas, como los quarks, mientras que otras sólo son energía sin masa, como los fotones. Y no se conocían las causas de ello. Entonces entraron al quite los teóricos. ¿En qué dirección debían ir los experimentalistas, qué debían buscar? En 1964 François Englert y Robert Brout, por su parte, y Peter Higgs por la suya, además de otros como Gerald Guralnik, Carl Richard Hagen y Tom Kibble, llegaron a las mismas conclusiones. En particular Brouty Englert presentaron la idea, mientras que Peter Higgs detalló el mecanismo que produciría el campo y la partícula bosónica. Entre los especialistas se conoce como mecanismo BEH.
A principios de los setenta comenzaba la década dorada de esta física, pues ya contaba con aceleradores más poderosos en términos de energía y precisión (luminosidad la llaman ellos), así como con detectores más finos e ingeniosos, todo ello soportado por una capacidad de cómputo cada vez más compleja y rápida.
Aun así, los límites de estas máquinas estaban aún muy lejos de la región donde debía aparecer “algo”, un campo que permeara el espacio y permitiera la producción de partículas intermediarias, la cuales interactuarían con otras para producir cuerpos con masa, es decir, en términos físicos, que oponen resistencia a moverse. Los primeros bosones (W+, W– y Z0) se descubrieron en 1983, en los experimentos UA1 y UA2 de CERN. Diecinueve años más tarde, en julio de 2012, se descubrió la “última de las mohicanas”, el bosón de Higgs, en ATLAS y CMS usando el LHC. Tanto David Charlton, líder de ATLAS, como Joe Incandela de CMS y el director general de CERN, Rolf Heuer, me confirmaron hace unos días que si bien se trata de un bosón más ligero de lo que se esperaba, es sin duda de “uno de la familia”.
Aquella mañana de 1993 en Oxford le pregunté a Higgs si creía que, en el caso de llegarse a descubrir dicho bosón, el cuadro quedaría completo. “De alguna manera”, respondió, “pero antes hay que descubrirlo. Luego empezará otro juego”. ¿Y si no hay nada más allá? “Nos dedicaremos a vender camisetas en las faldas del castillo de Edimburgo, como la que usted trae puesta”.
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escritor y divulgador científico. Su libro más reciente es Nuevas ventanas al cosmos (loqueleo, 2020).