Avishai Margalit, profesor de la Escuela de Estudios Históricos del Institute for Advanced Study, en Princeton, Nueva Jersey, ha analizado durante años el dilema moral y político de la guerra israelí-palestina desde dos puntos de vista: primero, como uno de los principales filósofos políticos del mundo, estudiando lo que es y no es aceptable en tiempos de guerra; y segundo, como miembro prominente del movimiento Paz Ahora, que ha pensado cómo se puede transmitir el mensaje de paz a los ciudadanos judíos sin parecer un derrotista.
“Antes la gente preguntaba ‘¿Dónde estabas tú en 1948 [durante la Guerra de Independencia de Israel]?’”, dice Margalit, “pero hoy la gente está más interesada en conocer la respuesta a la pregunta: ‘¿Dónde estabas tú cuando se celebró la primera manifestación de protesta antiguerra?”
Por lo que respecta a la justificación, Margalit sostiene que la guerra debe ser un último recurso. A su modo de ver, el gobierno israelí no agotó todas las demás opciones antes de embarcarse en la operación militar en Gaza. El gobierno convenció a la ciudadanía de que Israel se había retirado de la Franja de Gaza a pesar del hecho de que un millón y medio de personas ha estado viviendo en una cárcel gigante durante años. La experiencia de Israel en el Líbano debería haberle enseñado la futilidad del concepto de “grabar con fuego un mensaje en la conciencia” de la población civil por medio de castigos colectivos que tratan de incitarles a rebelarse contra las fuerzas hostiles a Israel. Margalit cree que las perspectivas de alcanzar un acuerdo con Hamás, que es responsable del bienestar de su gente, son mucho mayores que las perspectivas de “grabar con fuego un mensaje en la conciencia” en Gaza.
Acerca de la conducta justa o injusta de esta campaña militar, Margalit considera que ninguna guerra puede librarse sin cometer crímenes de guerra. A su juicio, el bombardeo israelí de las ciudades junto al Canal de Suez en la Guerra de Desgaste fue un crimen de guerra, como lo fue el bombardeo británico de ciudades alemanas durante la Segunda Guerra Mundial, que acabó con la vida de setecientos mil civiles inocentes. Con todo, Margalit propone que el término “crimen de guerra” no sea utilizado indiscriminadamente. Esa tarea se vuelve especialmente complicada cuando un Estado se halla en confrontación armada con un enemigo que no es un ejército regular y cuyos combatientes no llevan uniformes; en esas circunstancias, es a veces difícil distinguir entre combatientes y civiles.
A Margalit no le gusta el término “proporcionalidad”, que se convirtió en la palabra eslogan del ex presidente del Tribunal Supremo Aaron Barak. En un veredicto aprobado hace dos años por el Tribunal Supremo, como Alto Tribunal de Justicia sobre las “eliminaciones selectivas” (asesinatos de jefes militares palestinos por fuerzas de seguridad israelíes), Barak escribe que disparar a un francotirador que está disparando a soldados o civiles desde el balcón de un piso es proporcional aunque, como resultado, un civil que viva al lado resulte muerto o herido. En contraste, Barak señala en ese veredicto que el bombardeo de ese mismo edificio, con la muerte o lesión de docenas de sus ocupantes como resultado, no es proporcional. Margalit se pregunta si uno puede hablar de proporcionalidad cuando un misil es disparado indiscriminadamente a un denso vecindario residencial de Gaza en respuesta al disparo indiscriminado de cohetes Qassam a la ciudad israelí de Sderot. El principio de “ojo por ojo”, dice Margalit, no puede aplicarse a sociedades como las nuestras, que creen en “un ojo por un diente”. ~
© Haaretz
Traducción de Ramón González Férriz