Mi Nebrija (es decir mis primeras letras) fue el arte de marear (en la forma de la prรกctica de importantes maniobras navales llamadas baldear la cubierta, izar los paรฑoles y coser velas), habiรฉndome Su Real Majestad proporcionรกdome pan y trabajo en su flota. Flota desperdigada por los mares de Dios que el Rey pretendiรณ suyos.
Mi รบnico solaz, aparte de mirar el mar, era el "Coloquio de los perros" de Miguel de Cervantes, otro pobre como yo, pero que tuvo genio y valentรญa; por techo tuve el cielo, y por cama una hamaca y comencรฉ el aprendizaje que jamรกs termina, y es el del mar.
Nunca puede uno presumir de conocerlo, ni confiarse; las maniobras y las รณrdenes se pueden aprender y hacerse, pero el mar mismo es infinito, y no obedece a ningรบn mandato sino es del mismo que lo criรณ.
Menos aรบn podrรญa nadie jactarse de que el mar lo quiera a uno.
El mar no quiere a nadie, si no es ahogado, aunque a veces tiene sus consentidos y sufre que vivan y lo recorran. Y dicen los iluminados, pero que conste que yo no lo creo, que entre los vivos, sรณlo al inglรฉs lo quiere el ocรฉano y, entre los muertos, a los griegos solamente.
Fui grumete, marinero, ordenanza; hasta hoy he aceptado con resignaciรณn y alegrรญa, fueran penas, fueran contentos, monzones lo mismo que calma chicha.
Sufrir me parecรญa mi sino. Sino cumplido en el Seno Mexicano primero y luego en el Pacรญfico.
Me comisionaron a los treinta aรฑos para servir en una fragata que partรญa de Acapulco; y me vi sirviendo en un barco ebrio la ruta de la Nao. Nunca he sido amigo del licor; no soy como el capitรกn que el otro dรญa, antes de zarpar, andaba tan borracho que se cayรณ por una portezuela y se abriรณ la cabeza, ni como el primer oficial Garcรญa de Liaรฑo, afecto a los marineros y a las francachelas, ni como el doctor Calado, que tiene la nariz roja y grande como un pimiento de Calahorra, y siempre se estรก rascando el cuerpo, ni como la mayorรญa de los marineros que se han ido acomodando en esta augusta embarcaciรณn, borrachos en su mayor parte, cuando no vagos y licenciosos.
Yo siempre he sido serio; no me gustan las risotadas ni las licencias; me recuerdo como un niรฑo serio y diligente.
Y, siendo pobre y marino, ¿cรณmo mรกs pude haber sido?
Dรญas sin viento. Las velas cuelgan. Las urcas y las fragatas casi no se mueven. En nuestro barco el agua de beber principia a asentarse, pero sรณlo a mรญ me importa; y a pesar de que hace apenas cinco dรญas que dejamos puerto, en las Filipinas, los bizcochos comienzan a agusanarse. Vamos en busca de las islas de los pรกjaros, mรกs allรก de las Marianas, donde los petreles tienen mirada de peltre, y las fragatas y los albatros son tan grandes como las velas de este barco, segรบn dicen, y hay otras aves prodigiosas, los pรกjaros monstruosos que hibernan en las naves, llevรกndolas a los inmensos precipicios de las fรกbulas de los antiguos, que creรญan que el mar era ese gran redondel de agua cuyos bordes son abismos.
Chirrรญan los viejos maderos comidos por la nรฉcora.
Su queja me invade de sombrรญas cavilaciones. Esta queja que dejan escapar al menor movimiento cuadra bien con el estado de mi รกnimo.
Hay algo fatal en estatravesรญa; para empeorar las cosas el capitรกn consiente en nuevas raciones de ron; y el calor y cierto secreto y el ron hacen que los hombres estรฉn demacrados, y sin ganas de nada. La queja la expresan diciendo que no hay viento, y no se ve venir.
Al dรญa nรบmero cuarenta desde que zarpamos, nos sorprendiรณ una tormenta que se fue creciendo y creciendo hasta que parecรญa querer tragarse el mundo y nuestro barco.
Por la furia del agua y el viento perdimos de vista al "Nuestra Seรฑora del Rosario" que nos acompaรฑaba en nuestro viaje hasta los confines a los que รญbamos. El temporal crecรญa y crecรญa, hasta que las olas recorrรญan el puente como metralla de mar y hubimos de lamentar pรฉrdidas. El capitรกn estaba ebrio, tirado en su camarote, y el primer oficial, asustado, creyรณ encontrar refugio en el mรญo, pero lo saquรฉ de allรญ con cajas destempladas, cerrรฉ, y tomando el mando de la embarcaciรณn, intentรฉ, enmedio del agua, asegurar nuestra supervivencia, que entonces era lo รบnico que me importaba.
Yo francamente pensรฉ que las olas iban a voltear y a quebrar el barco; luego pensรฉ que en manos de Dios estamos. Por fin amainรณ, y se fue aclarando, y el mar se calmรณ, y no hubimos de lamentar que la tormenta nos desarbolara y logramos pasarla; pero otra tormenta nos agarrรณ como un niรฑo agarra sus canicas para guardarlas en su morralito y naufragamos y me creรญ morir lleno de miedo. Justo cuando estรกbamos a punto de irnos al fondo del ocรฉano recordรฉ una cosa.
Marรญa es la estrella de los marineros.
A ella invocan en todas sus penurias, que son muchas y en todos sus trabajos, que no son menos, y nunca se ha oรญdo decir que desatienda ningรบn ruego. Stella maris. Lucero de la Mar Ocรฉano. De niรฑo cuรกntas veces no vi a las mujeres de mi pueblo con la vista fija en el horizonte tardes enteras esperando divisar el velamen del barco que regresa, aguardando que su padre, su hermano, su prometido o su esposo volviesen sanos y salvos para ir enseguida a dar gracias a la Virgen, frente a su imagen de La Candelaria, a cuyos pies se encienden cirios y veladoras, como habรญan hecho por semanas; la Virgen siempre atiende, implรณresele socorro, protecciรณn o amparo frente a las tempestades, la peste o el inglรฉs, nuestros enemigos desde que el Almirante Colรณn hubo deshecho "los atamientos de la Mar Ocรฉana".
Y aunque, gracias a su socorro, sobrevivรญ, en esta isla en la que me hallo y medito, nunca he vuelto a ver un barco, y casi ni esperanzas tengo, aunque anegara los mares con mi llanto, que es lo que hago, de noche y de dรญa.
Aquรญ espero la barca de oro, que debe conducirme mรกs allรก de los procelosos mares habitados por calamares gigantes, y henchidos por las bocas de los abismos eternos, en cuyos tercios viven toda clase de monstruos y sirenas. Perdรญ de vista un dรญa las costas para mรญ entraรฑables de los guanches, isla de arena negra tras isla de arena negra dorรกndose en el atardecer sobre un mar acerino, y no las he vuelto a ver, sino esta "constelaciรณn particular del Nuevo Mundo"; quรฉdeme el consuelo de saber que por mares ignotos he cumplido mi deber. ~