Atiรฉndanse las cifras. Segรบn un informe del Pew Hispanic Center, en Estados Unidos hay 31 millones de personas que se reconocen a sรญ mismas como mexicanas. De acuerdo con otro reporte del mismo centro, mรกs de seis millones de ellas viven y trabajan ahรญ ilegalmente. Aparte: en un periodo de apenas diez aรฑos, entre 2000 y 2010, nacieron 4.2 millones de niรฑos y niรฑas que el censo de poblaciรณn estadounidense registra como mexican-americans. Es decir: si confiamos en esas cifras y categorรญas, uno de cada cuatro mexicanos nace hoy fuera de las fronteras del paรญs.
Atiรฉndanse, ahora, las obras culturales producidas en Mรฉxico que se ocupan de esas multitudes. Unas pocas pelรญculas, inexorablemente melodramรกticas. Algunas puestas en escena. Un puรฑado de imรกgenes. Poquรญsimos relatos y novelas. Agrรฉguese a ese gigantesco dรฉficit de representaciรณn el desinterรฉs casi unรกnime del campo cultural mexicano por todas aquellas obras creadas por los propios migrantes. ¿Quรฉ queda? Estรก claro: una comunidad enorme, casi invisible.
Es curioso que esos millones de migrantes –legales o ilegales– tampoco atraviesan con frecuencia el marco de la asรญ llamada literatura del norte. Extraรฑo producto: una narrativa situada en los mรกrgenes geogrรกficos del paรญs, obsesionada con la frontera, que sin embargo rara vez atiende el paso de los trabajadores mexicanos y menos todavรญa su vida del otro lado. Dicho de otro modo: cientos de relatos y novelas sobre la frontera que, en vez de referir el trรกnsito fronterizo, a menudo se quedan atornillados. ¿Atornillados a quรฉ? A cierto mito de la frontera. A la idea, sin duda cierta, de que ahรญ, y no en el centro, se pandea y quiebra el imaginario nacional. A la teorรญa, desde luego muy discutible, de que ahรญ, y no en otra parte, ocurren los procesos de contacto, hibridez y resistencia mรกs significativos.
En este y otros aspectos Seรฑales que precederรกn al fin del mundo (2009), la estupenda segunda novela de Yuri Herrera, es una feliz excepciรณn. Para decirlo en una frase: es un salto al otro lado. Literalmente: rebasa los lรญmites de la narrativa del norte y se cuela en territorio estadounidense. A primera vista, la novela no presenta demasiadas novedades. Su trama es sencilla: una joven –Makina– abandona su pueblo, perdido en algรบn lugar del altiplano mexicano, y parte rumbo a Estados Unidos en busca de su hermano. Las anomalรญas no descansan ahรญ sino en otra parte: en la pereza con que se describen ciertos ambientes mexicanos, en la velocidad con que se despacha el cruce de la frontera, en el sutil desplazamiento del foco de atenciรณn. Sobre todo eso: Herrera (Actopan, 1970) fija su atenciรณn un poco mรกs allรก de la frontera, en una sociedad estadounidense sin nombre; y, de pronto, todo se transforma. Cambia el escenario: ya no los lรญmites del Estado nacional sino sus afueras. Cambia el problema: ya no el contacto sino la cohabitaciรณn, aun mรกs problemรกtica, de gringos y mexicanos. Cambian los personajes: ya no sujetos hรญbridos sino de plano desarraigados –los paisanos que viven y trabajan y negocian su identidad del otro lado.
Es difรญcil encontrar en el archivo de la literatura mexicana un retrato mรกs amoroso de los migrantes. ¿Ese espaรฑol mestizo, saltarรญn, que se habla en Estados Unidos y que rechina en los oรญdos mรกs patrioteros? “Una lengua intermedia […] maleable, deleble, permeable”, “una metamorfosis sagaz, una mudanza en defensa propia”, “una franja difusa entre lo que desaparece y todavรญa no ha nacido”, “el mundo sucediendo nuevamente”. ¿Esos migrantes ya habituados a la vida del otro lado?
Son paisanos y son gabachos y cada cosa con una intensidad rabiosa; con un fervor contenido pueden ser los ciudadanos mรกs mansos y al tiempo los mรกs quejumbrosos aunque a baja voz. Tienen gestos y gustos que revelan una memoria antiquรญsima y asombros de gente nueva.
¿Esos trabajadores que un dรญa deciden no volver y que tanto ofenden al orgullo chovinista? La novela construye y defiende el caso de un joven, el hermano de Makina, que desoye altaneramente los llamados de su madre y opta por inventarse un nuevo personaje, ya libre de los documentos de identidad emitidos por el Esta-do mexicano. Es como si la obra dijera: esas conductas –no comprensibles desde una รฉtica nacionalista– tambiรฉn valen; esas identidades –ya posnacionales– tambiรฉn cuentan, y miren cรณmo no se fijan, cuรกnto bailan.
Puede parecer poco importante desplazar los reflectores y alumbrar el otro lado de la frontera. Puede parecer tambiรฉn intrascendente invertir la representaciรณn habitual de los migrantes y presentarlos ya no como seres en falta, carentes de identidad, sino como sujetos plenos, incluso rebosantes. Es lo contrario: Seรฑales que precederรกn al fin delmundoes una de las pocas novelas ¿mexicanas? relevantes de los รบltimos aรฑos y lo es justamente porque afecta –o mejor: porque contribuye a desestabilizar– los discursos hegemรณnicos sobre la identidad nacional. Ya se sabe: esa ilusiรณn, la identidad mexicana, se construye, como cualquier identidad nacional, a partir de la previa definiciรณn de un Otro. Se dice: allรก estรกn los otros, los gringos, y son de esta y aquella manera. Se agrega: acรก estamos nosotros, los mexicanos, y somos de este y ese modo. Lo que hace esta novela –lo que hacen todas esas obras que iluminan favorablemente a los mexicanos que viven del otro lado– es reventar esa dicotomรญa y reconocer que, entre un extremo y otro, existen mรบltiples subjetividades intermedias: seres en trรกnsito que desbordan los esquemas. Podrรญa decirse en otros tรฉrminos: esas obras ayudan a ampliar el marco identitario, a agrandar el repertorio de posiciones-sujeto (Foucault).
Desde luego que el planteamiento de Seรฑales que precederรกn al fin del mundo puede resultar, al final, problemรกtico. Si se le mira con รกnimo sociolรณgico, la novela parece atenuar las dificultades materiales de los trabajadores ilegales. Si se le juzga con fervor nacionalista, no parece repetir la tรญpica rutina antiyanqui. En un sentido es cierto: el libro entrega un retrato polรฉmico, fรกcilmente discutible, de la migraciรณn mexicana. Pero ¿es que podรญa ser de otro modo? Hay que ser honestos y aceptar que no hay manera de adoptar una postura cรณmoda ante el fenรณmeno de los migrantes mexicanos –sobre todo si son ilegales– en Estados Unidos. Una de dos: o uno asume una postura mรกs bien entusiasta y celebra la vitalidad y diferencia de los migrantes, o uno adopta una postura mรกs bien crรญtica y lamenta sus precarias condiciones de vida. De un lado se corre el peligro de ser un tanto cรกndido y obviar las injusticias que padecen; del otro, el riesgo de ser tremendista y negarles toda posibilidad de agencia y alegrรญa fuera del paรญs. En un extremo, una invitaciรณn al vacรญo: desarrรกigate, reinvรฉntate; en el otro, una advertencia de lo mรกs conservadora: detente, no cruces, quรฉdate donde estรกs y vive la vida que te ha sido asignada. Al final, como no existe una postura idรณnea ante el asunto, la mayorรญa de nuestros escritores opta –ha optado a lo largo de los aรฑos– por lo mรกs sencillo: desviar la mirada. Pero ya se sabe –Yuri Herrera sabe– que los otros no desaparecen solo porque dejemos de mirarlos. Ahรญ estรกn: y son millones. ~
es escritor y crรญtico literario. En 2008 publicรณ 'Informe' (Tusquets) y 'Contra la vida activa' (Tumbona).