Cordial ante el inquisitivo hombre con lápiz y libreta, concluyó el político:
—… Y mi reaparición en la vida política nacional, mi viril discurso sin pelos en la lengua será mi mayor acto moral, un implacable e impecable testimonio contra mis aviesos adversarios que pululan y conspiran por doquier, incluso en mi propio partido, y sabrán que, pese a todos los intentos de imponerme la muerte civil, sigo estando en pie, inmarcesible en mis principios, dispuesto como siempre a sacrificarme por la salud de la República, y no diré más por ahora, ya habrá noticias de mí, me despido enviando un saludo al querido pueblo y agradeciendo al periódico de usted su interés y que hayan enviado para registrar mis palabras a un joven periodista tan brillante y perceptivo…
— Qué bueno, señor, se lo agradezco y lo felicito –dijo el hombre con el lápiz y la libreta en las manos, con la servilleta en un antebrazo—, y ahora, si es usted tan amable de ordenar el aperitivo que le serviremos y qué platillos gustará usted…
Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.