Señor director:
Parece natural que ciertas políticas sociales, como algunas de las presentadas por Humberto Beck en su artículo “Ideas para la izquierda” (Letras Libres, mayo de 2008), despierten nuestra desconfianza pues desbordan, muchas veces, creatividad e idealismo, pero adolecen de aplicabilidad fáctica, y bien podemos anteponerles una duda por demás legítima: ¿las soluciones presentadas resolverán los problemas para los que fueron pensadas?
De las ideas evocadas por Beck una es la propuesta del ingreso básico universal, que sugiere dotar a cada ser humano vivo, independientemente de sus circunstancias económicas, de un pago mensual suficiente para mantenerlo al margen de la pobreza; otra es la de hacer aportaciones de capital a los jóvenes de veintiún años. En ambos casos se busca la aplicación de esa palabra mágica, la igualdad, y se fundan sus intenciones en el hecho de que todos debemos tener las mismas posibilidades de ser ricos. Sin embargo, se confunde la “igualdad de oportunidades” con la “igualdad absoluta”, por lo que se pretende redistribuir la riqueza literalmente.
El problema de repartir dinero es que no es sostenible: cuando el capital de trabajo pasa de manos que lo saben moldear a manos inútiles ocurre lo que en la crisis inmobiliaria de Estados Unidos, donde los créditos intermediados por los bancos, provenientes de capitalistas competentes, pasaron a personas incapaces de manejar correctamente el dinero, ignorantes de cómo generar riqueza con él. La creación de fortunas no depende sólo del capital: de ser así, bastaría con que el gobierno promoviera la facilidad de trámite de los créditos bancarios. Además de capital, la generación de riqueza depende (o debe depender) del cúmulo de inteligencia, ahorro y creatividad de sus poseedores.
Quizá sea mucho más sostenible y redituable fomentar la generación de pequeños y medianos empresarios, de empresas familiares generadoras de empleos bien remunerados, que la aplicación de políticas sociales; o tal vez convenga invertir en educación y seguridad para hacer de los países no desarrollados tierras fértiles de inversiones, aspectos que, además, no se contraponen a mecanismos sociales inteligentes que se acoplan a la dinámica del mercado y que son encomiables por sostenibles, como ocurre con las exitosas cooperativas que se adaptan a la economía con agilidad, como atinadamente subraya Beck al final de “Ideas para la izquierda”.
Por mi parte propongo un poco de sustentabilidad y realismo para la renovada izquierda que México tanto necesita. ~
– Jorge Degetau Sada
Señor director:
Me permito hacer dos propuestas para complementar lo expuesto en “Ideas para la izquierda”. En virtud del debate sobre la reforma petrolera se escucha como latiguillo de todos los flancos que Pemex es de los mexicanos. En mi opinión, es patrimonio de los gobernantes de turno, ya que, como se ha visto, la enorme riqueza que produce no ha servido para satisfacer las necesidades de la mayoría de la población que se encuentra en condiciones paupérrimas. Viendo números, aproximadamente se exportan 2,500,000 barriles de petróleo que a noventa dólares son algo así como 2,362,000,000 de pesos diarios. Es decir, veinticuatro pesos diarios per cápita. Si cada uno de los ciudadanos recibiera esa cantidad se podrían suspender los planes sociales, con lo que se compensaría el déficit presupuestal y la gente viviría mejor. En el caso de los menores, el Estado podría retener esa cantidad para garantizar su salud y educación, así como también a los que deseen enseñanza universitaria pública. En el caso de los que pagan impuestos sobre las rentas, no cobrarían esa renta petrolera y se tomaría como deducible de sus liquidaciones impositivas. Con ese dinero se podría reinvertir en la paraestatal. Con ese reparto permanente de utilidades se podría poner el precio de las gasolinas a nivel internacional y fluctuante de acuerdo con las variaciones de mercado y el Estado no tendría que subsidiar el combustible. Además se generaría mayor consumo interno que permitiría recaudar más impuestos y todos los mexicanos tendríamos ingresos comprobables que nos permitirían tener acceso al crédito.
La segunda propuesta tiene que ver con los grandes planes de infraestructura que se están llevando a cabo. Si uno observa, el Estado mexicano paga por un kilómetro de carretera lo mismo que su similar de Estados Unidos, sin embargo, allí los obreros ganan hasta diez veces más. Esta es una de las claves de la emigración y de los problemas distributivos. Desde mi punto de vista, este problema es fácil de resolver. En las convocatorias a las licitaciones para dichas obras, se podría incorporar un anexo en donde se especifiquen los salarios mínimos de los trabajadores de acuerdo con su escalafón laboral. Igualándolo, así como el costo de la obra, con su precio internacional. ~
– Isaac Gabriel Michanie Selem