Ven a vivir conmigo y sé mi amante.
A tentación llamemos nuevos goces
con argénteos anzuelos y sedales de seda
por doradas arenas de cristalino arroyo…
Y más que por el sol, al paso de tus ojos
habrán de caldearse las aguas insinuantes.
Peces enamorados implorarán en ellas
se los deje a su antojo traicionarse.
Cuando nades en ese ardiente baño
a ti se arrimarán de todos los rincones
los amorosos peces, exultantes
de cogerte lo mismo que tú a ellos.
Si te disgusta que el sol o la luna
te vean, ensombrécelos.
Pues si tengo tu venia para verte
su luz teniéndote no necesito.
Deja que con su caña los otros se entumezcan
y se raspen las piernas con conchas y estropajos.
O que a traición asechen con malla mosquitera,
o lazo que estrangula, a desdichados peces.
Que del nido de limo de la margen audaces
manos toscas extraigan los peces enterrados.
O curiosas traidoras moscas de seda cruda
arroben errabundos ojos de pobres bichos.
Pero tú no precisas de añagazas afines
porque tu propio anzuelo eres tú misma.
El pez que no ha picado contigo todavía
es más trucha ¡ay! que yo. –
Traducción de José Luis Rivas