A MijaĆl Dostoievski
30 de enero – 22 de febrero de 1854.
Omsk.
Parece que por fin podrĆ© hablar contigo con mĆ”s soltura y sinceridad. […]
VivĆamos mal. El presidio militar es mĆ”s pesado que el civil. Los cuatro aƱos los pasĆ© encerrado, entre cuatro paredes, y solo salĆa para trabajar. El trabajo que me tocaba era pesado, no siempre, por supuesto, pero a veces me quedaba sin fuerzas, en el mal tiempo, la humedad, el fango o, en invierno, en las heladas inclementes. En una ocasiĆ³n en que pasĆ© cuatro horas realizando un trabajo imprevisto, el mercurio se congelĆ³; debĆa hacer, probablemente, unos 40 grados bajo cero. Se me helĆ³ un pie. VivĆamos hacinados, todos juntos en una misma barraca. ImagĆnate un edificio de madera antiguo y en ruinas que desde hace mucho tiempo debiĆ³ ser derruido y ya no puede seguir sirviendo. En verano el calor es sofocante y en invierno el frĆo insoportable. Los suelos podridos. El piso cubierto por una gruesa capa de mugre, se podĆa resbalar y caer. Los ventanucos se llenaban de escarcha, asĆ que durante todo el dĆa era casi imposible leer. Los vidrios siempre estaban cubiertos por una gruesa capa de hielo. El techo goteaba, todo era chiflones. VivĆamos como sardinas en un tonel. EncendĆan la estufa con seis leƱos, y no se sentĆa calor (en el cuarto, el hielo apenas si se derretĆa), y el tufo era insoportable: ahĆ tienes el invierno. En la barraca misma los presos lavan su ropa y toda la barraca acaba salpicada de agua. No hay espacio para moverse. Desde que cae la noche hasta que amanece no puedes salir a tus necesidades, porque cierran las barracas y en cada vivienda colocan un cubo, y por eso el hedor es insufrible. Todos los presos apestan como puercos y dicen que no pueden no hacer porquerĆas, porque “son hombres vivos”. DormĆamos sobre las tarimas desnudas y solo se permitĆa una almohada. Nos cubrĆamos con pellizas cortas y la noche entera los pies estaban desnudos. La noche entera tiritabas. HabĆa pulgas, piojos y cucarachas por montones. En invierno llevĆ”bamos unas pellizas, a menudo pĆ©simas, que casi no calientan y en los pies unas botas de caƱa muy corta: ¡y sal a caminar en el hielo! De comer nos daban pan y sopa de coles que deberĆa haber contenido un cuarto de libra de carne por persona, pero la carne la ponĆan picada y yo nunca la vi. En dĆas de fiesta kasha casi sin mantequilla. Durante el ayuno de Cuaresma, col con agua y prĆ”cticamente nada mĆ”s. Me arruinĆ© el estĆ³mago de mala manera y varias veces estuve enfermo. Piensa, ¿acaso se podĆa vivir sin dinero?, y si yo no hubiera tenido dinero, sin duda habrĆa muerto, y nadie, ningĆŗn preso habrĆa soportado una vida asĆ. Pero todos hacen alguna cosa, la venden y tienen unos kopeks. Yo bebĆa tĆ© y a veces comĆa un trozo de carne, y eso me salvaba. No fumar tabaco tambiĆ©n era imposible, porque uno se podĆa asfixiar en tanta pestilencia. Todo esto se hacĆa a escondidas. A menudo estuve hospitalizado. A causa de un trastorno nervioso, me apareciĆ³ la epilepsia, pero los ataques no son frecuentes. TambiĆ©n tengo reumatismo en las piernas. Aparte de esto, me siento bastante saludable. AƱade a todos estos deleites, la casi imposibilidad de tener un libro y lo que conseguĆas, debĆas leerlo a escondidas, la permanente hostilidad y los pleitos a tu alrededor, los insultos, los gritos, el ruido, el alboroto, siempre vigilado por la escolta, nunca solo y esto cuatro aƱos sin cambios; de verdad, se puede perdonar si dices que se vivĆa mal. AdemĆ”s, siempre amenazante el castigo, y los grilletes y la total opresiĆ³n del espĆritu. AhĆ tienes el cuadro de mi vida cotidiana. Lo que ocurriĆ³ con mi alma, mis creencias, mi intelecto y mi corazĆ³n en estos cuatro aƱos, no te lo voy a contar. Es largo de relatar. Pero la eterna concentraciĆ³n en mĆ mismo, adonde huĆa de la amarga realidad, dio sus frutos. […] ~
TraducciĆ³n de Selma Ancira
(MoscĆŗ, 1821- San Petersburgo, 1881) fue FiĆ³dor Dostoievski.