Globalización, desigualdad y pobreza, de Guillermo de la Dehesa, lleva a cabo una difícil combinación: es a la vez rigurosa en sus fuentes, en su acopio de evidencia empírica, en el peinado de la bibliografía pertinente, y sencilla en su exposición. Este logro permite que cualquier interesado en el tema, sin necesidad de dominar la teoría económica, pueda beneficiarse de las lecciones contenidas en un valioso libro, en el que el autor blande con elegancia su cimitarra para descabezar un buen número de mitos construidos alrededor de los supuestos males de la globalización
El comercio internacional nace con la aparición misma de los Estados, pero quizás nunca como ahora brindó la oportunidad de aumentar rápidamente el empleo y los salarios de los más necesitados. El nuevo ingrediente en la organización económica mundial son las telecomunicaciones. La red de fibra óptica que envuelve el planeta transmite datos a la velocidad de la luz y permite así la comunicación en tiempo real. La comunicación confiable, en casi todo el mundo barata, hace posible el diálogo entre las computadoras del corporativo de una empresa en Irlanda con su almacén de datos en Canadá, su centro de diseño en Italia, su fábrica de programas en la India, sus plantas de producción en China, México y Tailandia, simultáneamente con la interacción de la empresa con sus proveedores, sus clientes y sus medios de transporte en el mundo entero.
Este fenómeno, único en la historia, permite que sin necesidad de emigrar, fenómeno doloroso para quienes lo emprenden y cada vez más políticamente controvertido para las poblaciones receptoras, puedan emplearse y mejorar su condición económica centenares de millones de personas dentro de países que empiezan a salir aceleradamente de su atraso.
Al poblado Alsmeer, en Holanda, concurren diariamente vendedores de flores provenientes de Colombia, Kenya y Zimbabue, entre otros, a ofrecer siete millones de rosas, tres millones de tulipanes, dos millones de crisantemos, más ocho millones de plantas y macetas de diversas variedades. Las flores se colocan a lo largo del equivalente de ciento veinticinco campos de futbol.1 La organización de este centro comercial es tan eficiente que las flores viajan a Holanda, son objeto de pujas de parte de dos mil compradores, y en un lapso asombrosamente corto alcanzan a llegar frescas a sus destinos, muchos en ultramar. En menos de un día, un embarque sale de Nairobi, se comercializa en Alsmeer y está en las manos de una enternecida novia en Seúl. Dos mil compradores acuden simultáneamente a este mercado, ofreciendo sus posturas a través de medios electrónicos dentro de la famosa “subasta holandesa”.
El ejemplo anterior es elocuente porque la subasta holandesa de flores tiene cientos de años, pero su alcance internacional y los medios para realizarla han experimentado recientemente una revolución. Esta revolución es a lo que se refiere Guillermo de la Dehesa en su estupendo libro.
El trabajo del autor aborda varios de los aspectos que se han controvertido alrededor de este fenómeno explosivo que se ha bautizado con el nombre de globalización. Lo hace con un manejo diestro de la teoría y mediante una recopilación de trabajos empíricos que interpreta. Su obra es de una enorme trascendencia, porque se ha difundido un gran número de nociones falsas acerca de los resultados de este fenómeno mundial, que le han permitido a algunos gobernantes justificar políticas empobrecedoras de sus poblaciones pero con atractivos populistas que, frente a ciudadanos mal informados, sirven, al menos en el corto plazo, para atraer votos.
Las conclusiones principales de Guillermo de la Dehesa sobre los efectos de la globalización se pueden resumir en lo siguiente:
Al mismo tiempo que se ha acelerado la globalización durante las últimas dos décadas, se ha dado una muy significativa reducción mundial de la pobreza absoluta.
No obstante el “enorme crecimiento de la población en los últimos veinte años, la reducción de la pobreza en términos relativos ha sido espectacular”.
Es interesante notar la diversidad geográfica de estos efectos: donde no se aprecian disminuciones en la pobreza absoluta y relativa es en África, y con efectos leves, Latinoamérica. La primera sin reformas estructurales en su conjunto y la segunda con pocas reformas, algunas mal instrumentadas y en todo caso, con gran lentitud en su andar.
Por lo que respecta a la desigualdad, la conclusión es que ha tenido una ligera disminución y que, en los países en los que ha aumentado, como en China y la India, se debe a que ha subido relativamente más el ingreso de las personas de mayor capacidad económica, y no porque se haya empobrecido el resto de la población.
Otro argumento es que la globalización ha creado emporios empresariales con un poder superior al de los Estados. Los hechos ciertamente no corroboran esa opinión: la Comunidad Económica Europea ha impedido fusiones y dictado medidas de competencia que han afectado a corporaciones internacionales de las de mayor tamaño; lo mismo ha sucedido tratándose de autoridades reguladoras de Estados Unidos, en ambos casos con efectos incluso extraterritoriales. La regulación o soberanía de otros Estados tampoco se ha visto impedida para dictarle normas a la inversión extranjera.
También aborda Dehesa la acusación relativa a la explotación de la fuerza trabajadora de los países emergentes. Sin duda que la inversión ha fluido hacia lugares en donde, además de otras condiciones, es competitivo el costo de la mano de obra. La pregunta pertinente no es, sin embargo, si se está aprovechando el bajo costo de la mano de obra, sino qué ha sucedido con el bienestar económico y los salarios de esos trabajadores. La evidencia empírica recopilada por Dehesa muestra que las empresas extranjeras “pagan salarios más elevados que los de las empresas nacionales y sus condiciones de trabajo son siempre mejores que las generales de los países donde se ubican, además de darles a sus empleados más formación y mejores condiciones de retiro”.
Sin embargo, no todo es color de rosa en el entorno del comercio internacional y de la globalización. Los gobiernos de los países desarrollados perjudican a los trabajadores más pobres del resto del mundo, a través de barreras al comercio en productos agrícolas y de los subsidios a sus agricultores, y de la reducción que ha tenido la ayuda oficial a los países más necesitados. Pero el autor hace ver que estas políticas de los países desarrollados no tienen que ver con la globalización, sino con la falta de la misma.
¿Qué advertencias o recomendaciones contiene la obra? Una sobre los peligros de una rápida apertura de la cuenta de capitales. Quizás éste sea el único aspecto en el que tendría una diferencia de matiz con el autor. Me parece que la multitud de crisis que hemos presenciado durante los últimos años, digamos a partir de las de Chile y México en 1982, tienen que ver con el mantenimiento de tipos de cambio fijo combinados con uno o dos de los siguientes elementos: la pobre supervisión de la banca o los déficit presupuestarios, o ambas condiciones. Dadas estas dos condiciones, las crisis habrían aparecido aun sin apertura al movimiento de capitales
Otro señalamiento del autor tiene que ver con las privatizaciones. Él critica el uso del producto de la venta de activos públicos para financiar gasto, y no para retirar deuda pública, así como la creación o mantenimiento de monopolios a partir de las nuevas empresas privadas.
Una lección más de este trabajo es que las barreras a la globalización, tales como los aranceles, controles cuantitativos, reglamentación asfixiante, límites a la inversión extranjera, etc., equivalen a la acción de los partidarios del ludismo del siglo XIX, que destruían la maquinaria moderna con el objeto de mantener los empleos.
En suma, por la riqueza de material informativo y su inteligente argumentación, así como por su trascendencia, sin duda la obra de Guillermo de la Dehesa es lectura obligada para todos los interesados en las políticas públicas. ~