Kafka en Barcelona

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CARTA DE BARCELONA

Las visitas de Kafka

Odradek no es más que un objeto, el objeto más objetivo de todos cuantos Franz Kafka puso en su obra literaria. Aparece en Las preocupaciones del padre de familia, un relato de 1916. Ahí se nos dice que, a primera vista, Odradek parece un carrete de hilo, chato y en forma de estrella, y también parece que tuviera hilos arrollados. Pero por supuesto —nos dice Kafka— sólo son trozos de hilos viejos y rotos, de diversos tipos y colores, no sólo anudados, sino también enredados entre sí. Pero —atención— no sólo es un carrete, porque en medio de la estrella emerge un travesañito, y sobre éste, en ángulo recto, se inserta otro. Con ayuda de esta última barrita, de un lado, y de uno de los rayos de las estrellas del otro, el conjunto puede erguirse como sobre dos patas.
     Ante Odradek, uno tiende a creer que esta criatura tuvo en otro tiempo alguna especie de forma inteligible y ahora está roto. Lo cierto es que Odradek es extraordinariamente ágil y no se le puede apresar; se esconde alternativamente en la buhardilla, en la caja de la escalera, en los corredores, en el vestíbulo del inmueble en el que vive "el padre de familia", que anda preocupado con este objeto que, por otra parte, a veces se vuelve inlocalizable durante largos periodos de tiempo.
     Ahora Odradek está en Barcelona, ha venido de visita. El artista canadiense Jeff Wall viajó hace cinco años a Praga en busca de Odradek, no sabía entonces que le encontraría y acabaría trasladándolo a Barcelona. Hace cinco años Jeff Wall, aun sabiendo que el objeto más objeto de Kafka no tenía domicilio fijo, fue a Praga y realizó una pequeña escultura que representaba al raro Odradek y lo situó en un viejo edificio de la ciudad al tiempo que realizó una fotografía en la que éste aparecía en un hueco de la escalera por la que bajaba una joven, una de las hijas del preocupado padre de familia. La fotografía llevaba este título: Odradek, Taboritska 8, Praga, 18 de julio de 1994.
     Ahora esta fotografía y el objeto kafkiano se encuentran en el pabellón de Mies van der Rohe de Barcelona. La fundación que lleva el nombre del arquitecto ha decidido proponer a diversos artistas —dos o tres por año— que intervengan en el pabellón y lo modifiquen ligeramente, a su aire, como les venga en gana. Desde luego, es una propuesta arriesgada porque cualquier día de estos algún loco les puede hacer una chapuza. En realidad, el pabellón de Van der Rohe es casi perfecto, parece muy arriesgada la idea de ofrecer a los artistas que lo cambien. Con Jeff  Wall no ha habido problema, porque él mismo fue el primero en darse cuenta de que su intervención debía ser muy discreta, mínima. Y Odradek es discreto, es mínimo, aunque represente a todas las preocupaciones de un pobre padre de familia. Jeff Wall ha venido con su pequeño Odradek y junto a la fotografía que hizo en Praga en el 94 lo ha colocado en un rincón del pabellón, un rincón tan discreto que, cuando el otro día fui a encontrarme con Odradek, me costó mucho dar con él. Fue una visita, por otra parte, poética y agradable. Porque, ¿quién iba a decirme a mí, que siempre tuve tan mitificado a ese enigmático personaje literario, que un día saldría de mi casa de Barcelona para encontrarme con él?
     Fue una visita que, por otra parte, veo como una devolución primera a las otras visitas que Kafka está a punto de realizar en Barcelona. Cada visita suya será, por supuesto, debidamente correspondida. La próxima se anuncia para este verano. Es la segunda de una serie de tres visitas, que me permiten ahora el juego de escribir que Kafka siempre llama tres veces (una más que el cartero), aunque también hay que precisar que Kafka es de esas visitas que en muchas ocasiones no tocan nunca el timbre. En fin. Para este verano, otro museo de Barcelona, el CCCB, planea una exposición que reúne arquitectura con literatura. Al Dublin de Joyce y a la Lisboa de Pessoa se les unirá ahora la laberíntica Praga de Kafka. Es la tercera, pues, de una serie de exposiciones que el CCCB viene realizando sobre las ciudades de la literatura.
     Expectación que no hará más que preceder a una mayor: la tercera visita de Kafka. Hace dos años ya que se está trabajando a fondo en ella. Con sede en Barcelona, Galaxia Gutenberg y Círculos de Lectores preparan el primer tomo de una nueva edición de las obras completas de Kafka. Coordina Jordi Llovet, para quien Kafka ha sido siempre muy mal traducido al español (aunque existan traducciones como las de Wilcock o la de Borges). Para Llovet, la compleja trama que se esconde detrás de cada frase compleja de Kafka no ha sido debidamente traducida hasta ahora a nuestro idioma, tal vez porque generalmente no se tradujo directamente del alemán, que es lo que ahora están haciendo los tres grandes espadas de esta especialidad: Miguel Saenz, Juan José del Solar y Andrés Sánchez Pascual. Tal vez con ellos descubramos otro Kafka. Yo, por ahora, me he limitado a buscar y finalmente a descubrir a Odradek en su rincón de la Van der Rohe. A la espera de que Kafka —un timbrazo más que el cartero— visite dos veces más este año Barcelona. No sé, me gustaría que se quedara. –

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