I
Siempre seremos extranjeros
siempre seremos
un paisaje abandonado
al fondo de un sueño
números
ladrillos
botellas vacías
pedazos de papel periódico
flotando a la mitad del camino
como peces fantasmagóricos
fragmentos de ruinas de edificios
una marea de objetos inservibles
hasta el alba
irreconocibles
que vienen a recalar
en la playa de nuestros ojos
en busca de unas manos caritativas
que los recojan del horror de los [hombres
y que los restituyan a su condición
de primigenia inutilidad
todo lo que el día desecha
y la noche recicla amorosamente
colillas de cigarros
cerillos quemados
y carros negros
flotando entre el oleaje de grafiti
las luces rojas de los semáforos
rosas heridas
rosas quemadas
rosas ardiendo
en la garganta profunda de la noche
y la luna multiplicándose
en diez mil mujeres
asomadas a diez mil y una ventanas
y las escuelas
incalificables
guardando silencio al fin
libres ya de sus labores y oficios
libres de parecer y repetir y clasificar
libres ya de la palabrería sin fin de sus [maestros
mientras el sol transforma las ventanas
en cuadros de oro fundido
halos de vírgenes y de eremitas
entre las bocanadas de humo
de la ciudad inmensa
seguiremos siendo
con los ojos cerrados
un paisaje que se desata
de los pilares del sueño
y se echa a andar
II
El cielo en perspectiva
la tierra evaporada
este es el fin del sueño
¡despertar!
despertar a otro sueño
sin soñador
despertar del sueño de las demoliciones
el daño irreparable
y el corazón inquieto
las sociedades geográficas
el anhelo de ser otro
las ilusiones perdidas
despertar en el cruce de los caminos
en la glorieta del tacto
en los rieles herrumbrosos y entreve-[rados
como los cabellos de una pareja
que acaba de hacer el amor
y se ha quedado dormida
sin desear nada
sin recordar nada
un comando resplandeciente
en la atención sin trabas
que se ha librado
por un instante y para siempre
del intrincado laberinto
despertar de los puentes que vuelan
más allá de las expectativas
de las oscuras columnas
y su respectiva sombra
de los túneles del metro
y el arduo perfil de los edificios
contra el cielo
despertar de las antenas
de la ciudad dormida
que erguidas en su sueño de metal
intentan recordarnos
que por algo tenemos alas
despertar de la alquimia del sueño
por la virtud absolutoria del arte
despertar y ver
que las puertas del cielo y el infierno
que no existen ni han existido nunca
se abren y se cierran
se abren y se cierran
a las islas de la noche y la mirada –