Otra cara de Irán

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La película Persépolis (2007), de Marjane Satrapi, muestra un rostro de Irán distinto al que nos revelan frecuentemente los medios. En palabras de la directora, los iraníes “estamos atrapados entre la fama de Las mil y una noches y la del terrorista barbado con su maniática esposa disfrazada como un cuervo”. La sola mención de Irán nos recuerda las posturas radicales del ayatola Jomeini, la toma de la embajada de Estados Unidos, la guerra con Iraq y las polémicas declaraciones de su presidente Mahmoud Ahmadinejad. Ante los ojos del mundo, Irán aparece como un intransigente Estado musulmán que reprime a las mujeres, tal vez sólo sobrepasado por el régimen talibán de Afganistán. Sin embargo, los cineastas iraníes han contribuido a construir otra percepción sobre su identidad y cultura.

Satrapi escribió una novela gráfica sobre su propia vida, y más adelante la llevó al cine en una cinta animada, con las voces de Chiara Mastroianni y Catherine Deneuve. La película fue producida en Francia, ganó el Premio del Jurado en el Festival de Cannes y fue nominada al Óscar. Aunque su sugerente título nos recuerda a la antigua capital del imperio persa, cuenta la historia de una joven que huye a Austria después de la revolución islámica de 1979 y expresa la dolorosa experiencia del exilio y las dificultades de la protagonista al regresar a su país.

La directora vive en Francia y tuvo libertad absoluta para representar el contexto político en que ocurre su propia historia, su matrimonio, su divorcio, su intento de suicidio y su pasión por Iron Maiden. Una película de esta naturaleza jamás hubiera sido aceptada por el comité de censura en Irán. De hecho, Satrapi ha expresado temor de volver a su país pues intelectuales y artistas iraníes que viven en el extranjero han sido detenidos a su regreso. (La artista visual Shirin Neshat, por ejemplo, ha pasado más de veinte años sin volver a Irán pues le preocupa su seguridad, ya que ha hecho una serie de videos e instalaciones que abordan el tema de las mujeres en los países islámicos. En 2002, después de enfrentar múltiples obstáculos para rodar en Teherán su cortometraje Tooba, decidió filmarlo en Oaxaca.)

A pesar de la censura y del esquema patriarcal reinante en Irán, existe una importante tradición de mujeres cineastas, que comienza con Forough Farrokhzad. La piedra angular del nuevo cine iraní es, de hecho, esta poeta, cuya única película, La casa es negra (1963), fue el punto de partida para un gran número de directores. La cinta, un documental sobre una comunidad de leprosos, pretende humanizar una enfermedad que la mayoría de las personas prefiere no ver; la voz de la poeta recita a lo largo de la cinta sus propios poemas.

El cine iraní cambió de manera importante después de la revolución de 1979, ya que se le consideró peligroso e inmoral y fue objeto de censura. Irán consumía el cine occidental y las películas musicales de la India, pero el nuevo gobierno apartó a la población de esos productos. Por esta razón, el cine iraní se desarrolló de manera independiente, con un sello particular y bajo serias restricciones. No desapareció como expresión artística; por el contrario, desde finales de los ochenta logró ganar un lugar en los festivales más destacados del mundo. Abbas Kiarostami, Jafar Panahi, Majid Majidi y Mohsen Makhmalbaf comenzaron a exhibir en el extranjero películas que cautivaron al público por su sencillez y sus estructuras poéticas.

El cine iraní ha sido fuertemente criticado por mostrar paisajes exóticos, por la ausencia de temas políticos y de género y por el uso de niños como protagonistas, lo que representa una idealización de un país con graves conflictos. Sin embargo, hay ejemplos que demuestran lo contrario. Tal es el caso de la directora Tahmineh Milani y su cinta La mitad oculta (2001), que aborda el pasado de una mujer universitaria involucrada en un movimiento comunista que busca terminar con el régimen del Shah. La cinta provocó el encarcelamiento temporal de Milani, que ha continuado con su trabajo y en 2003 dirigió La quinta reacción, una fuerte crítica del sistema patriarcal.

Otro ejemplo es el de la joven directora Samira Makhmalbaf, que realizó La manzana (1998), una historia real de dos hermanas –quienes actúan su propios personajes– apartadas del mundo y encerradas por su padre, quien también interpreta su propio rol. En 2003 Makhmalbaf dirigió A las 5 de la tarde, la primera película hecha en Afganistán después de la caída de los talibanes, una crítica de la represión que sufren las mujeres musulmanas.

El director Mohsen Makhmalbaf ha dicho que el cine de Hollywood es una ventana a través de la cual la gente se asoma para divertirse, y que el cine iraní es un espejo de la realidad. Distinta a las películas de los notables directores iraníes sujetos a toda clase de restricciones, Persépolis refleja un mundo alejado de la tradición y el fervor religioso, un lenguaje diferente al del gobierno represivo y un punto de vista femenino. ~

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