Respuesta a Guillermo Samperio

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Señor director:
En el número 314 de la revista Nexos, correspondiente a febrero de 2004, el maestro Guillermo Samperio publica un artículo (“Una respuesta. ¿Escritura del vértigo u obsesiones diarreicas?”) con el que busca, más que contestar mi nota sobre El gaucho insufrible, de Roberto Bolaño (“El viajero insomne”, en Letras Libres número 60, diciembre de 2003), impartir una cátedra en torno a lo que él llama “la creación de un sistema literario”. Lo grave no es la cátedra en sí misma —un tanto inútil, a mi modo de ver— sino algunos puntos que quiero destacar. Primero: en un texto aparecido en el número 310 de Nexos (octubre de 2003), al que aludo en mi nota sobre El gaucho insufrible, el maestro Samperio elabora una crítica de Los detectives salvajes que finaliza con un apunte que juzgo de mal gusto, ya que, aunque el maestro Samperio se precia de haber conocido personalmente a Bolaño, no deja de asombrar que haya esperado a que éste falleciera para denostarlo. (Hay que recordar, por si fuera poco, que Los detectives salvajes se editó en 1998, y que de entonces a su muerte Bolaño dio a la imprenta otros nueve títulos: Amuleto, Monsieur Pain, Nocturno de Chile, Los perros románticos, Tres, Putas asesinas, Amberes, Una novelita lumpen y El gaucho insufrible. ¿Por qué reseñar un libro comentado amplia, oportunamente, cinco años atrás?) Segundo: el maestro Samperio remata su cátedra de la siguiente manera: “La diarrea obsesiva protonazi con la que nos embarramos al revisar algunas obras de Roberto Bolaño, como su novela Los detectives salvajes, aunque la elogie Susan Sontag, es un tanto vergonzante”; lo que en verdad resulta vergonzante, creo yo, es aplicar un término de oscuros tintes políticos (“protonazi”) a un escritor y sobre todo a uno como Bolaño, acérrimo detractor de cualquier totalitarismo, que lanzó La literatura nazi en América (1996) justo como un irónico alegato contra la veta que le adjudica el maestro Samperio. (En ese tenor, y por poner dos ejemplos quizá extremos, Céline sería un simple filofascista y Heidegger un prohitleriano; qué importa que sus respectivas obras hayan contribuido a la evolución cultural del siglo XX.) Tercero: hasta donde sé, los catedráticos suelen ser cuidadosos con sus referencias; el maestro Samperio obvia este esmero y cita una novela inexistente: El coronel en su laberinto, de Gabriel García Márquez, quien —también hasta donde sé— ha publicado El coronel no tiene quien le escriba y El general en su laberinto. (Pero resulta que “El coronel en su laberinto” sí existe: es un artículo firmado por Eliseo Rabadán y aparecido en mayo de 2002 en la revista El Catoblepas.) Los catedráticos suelen ser, asimismo, cuidadosos con su redacción, y no incurren en gafes como éste: “Evidentemente que es mucho fácil [sic] escribir toda la vida sobre mis obsesiones…”. Cuarto y último: con o sin Susan Sontag, sigo y seguiré sosteniendo mi opinión acerca de la obra de Roberto Bolaño, a quien considero un autor central en el mapa de la literatura contemporánea. ~

Cordialmente,
— Mauricio Montiel Figueiras

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(Guadalajara, 1968) es narrador y ensayista.


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