Mientras la socialdemocracia sufre una crisis de identidad sin precedentes en Europa y en el mundo entero, el movimiento comunitario israelรญ estรก experimentando un nuevo auge. Varios kibutz acumulan listas de espera de varios dรญgitos porque miles de ciudadanos israelรญes desean invertir el รฉxodo tradicional del campo a la ciudad y retomar el contacto con la tierra y la naturaleza, aunque ya no movidos por el ideal socialista utรณpico de principios del siglo pasado.
Sin embargo, estas comunas rurales del siglo XXI poco tienen que ver con las originales. Ya no se exige la membresรญa ni la participaciรณn activa en el proceso de toma de decisiones comunitario, se ha introducido la propiedad privada โse puede comprar la vivienda e incluso dejarla en herencia a la siguiente generaciรณnโ y se ha extendido el matrimonio. Ademรกs, no solo albergan explotaciones agropecuarias como en sus primeros aรฑos o industriales, tal y como sucediรณ despuรฉs, sino que algunos se han convertido en sede de exitosas start-ups de tecnologรญa, en laboratorios de innovaciรณn o bien en lugares de creaciรณn para artistas y artesanos.
Este es el caso de Ein Karmel, un kibutz con unos ochocientos residentes โde los cuales ciento sesenta no son miembrosโ situado a pocos kilรณmetros de las playas de Cesรกrea (norte de Israel) y parte de la mancomunidad agrรญcola Bananot Tahov, dedicada al cultivo y la comercializaciรณn de frutas. A sus extensos terrenos de cultivo y fรกbricas, el kibutz ha aรฑadido una importante colonia de artistas que hoy recibe visitas de autobuses repletos de turistas, tanto extranjeros como locales.
Artesanos que conforman, junto a ingenieros, profesores de universidad o emprendedores, la nueva hornada de residentes, una vez que el trabajo de los jornaleros o los ganaderos de antaรฑo hoy ya no lo realizan israelรญes, sino asiรกticos llegados desde paรญses como Vietnam, Camboya o China. A los empresarios les resultan mรกs baratos y menos โproblemรกticosโ que los trabajadores palestinos โbajo sospecha especialmente desde la Segunda Intifadaโ, quienes ademรกs necesitan de un permiso especial de las autoridades para salir de Cisjordania โterritorio bajo ocupaciรณn israelรญ desde el aรฑo 1967โ y poder trabajar en Israel.
Los hijos del kibutz
A sus 63 aรฑos Orna Tal se autodefine como โhija del kibutzโ, en el sentido de pertenecer a la segunda generaciรณn de kibutzniks. Sus padres llegaron a Palestina en 1942 huyendo de la guerra y de los pogromos contra las comunidades judรญas en Polonia antes de la independencia de Israel. Se establecieron primero en la ciudad de Netanya para posteriormente mudarse a Ein Karmel.
โAquello era como Espartaโ, cuenta. โLa gente trabajaba de sol a sol, no existรญa la propiedad privada, todo era de todos, educaban a sus hijos en la guarderรญa y todo en persecuciรณn de un ideal, el del trabajoโ, explica la israelรญ. Orna habla de esa generaciรณn como โlos padres fundadoresโ โaunque el primer kibutz, Degania, se fundรณ en 1909, todavรญa en la รฉpoca otomana, el movimiento comunitario no se expandiรณ hasta la dรฉcada de los veinte y los treintaโ y relata las dificultades que tuvieron que superar โdrenando humedales en la costa por la malaria, lidiando en el norte con terrenos rocosos y en el sur con el desierto del Nรฉguevโ.
Su exmarido Avi, de setenta aรฑos, con quien a pesar de divorciarse en 2002 sigue en permanente contacto porque comparten tres hijos y trece nietos, es otro โhijo del kibutzโ. Durante doce aรฑos trabajรณ en la lavanderรญa y despuรฉs en los establos ordeรฑando vacas. Para รฉl toda su vida es el kibutz, aquรญ se criรณ, trabajรณ, se casรณ y tuvo a sus hijos. Pero Avi tambiรฉn es crรญtico con el modelo educativo imperante en aquella fase espartana. โSolo podรญa ver a mis padres tres horas al dรญa, cuando terminaban de trabajar. Luego me tenรญa que volver al barracรณn de los niรฑos que estรกbamos bajo la supervisiรณn de las profesorasโ, evoca apesadumbrado, pues piensa que aquello tuvo efectos psicolรณgicos en su desarrollo posterior. โLa separaciรณn de mi madre me generรณ un sentimiento de abandono, de desconfianza hacia las mujeres que me ha acompaรฑado toda la vidaโ, dice. โPor eso me alegro mucho de que la tercera y cuarta generaciรณn de kibutzniks no hayan tenido que pasar por esas penalidades.โ
La transformaciรณn de la estructura econรณmica del paรญs ha hecho que quienes viven en los kibutz o los moshavim de hoy trabajen mรกs en el sector servicios que en el agropecuario o industrial, de la misma forma que el proceso de individualizaciรณn asociado al capitalismo ha provocado un cierto rechazo a los valores originales del movimiento comunitario israelรญ.
โAhora se puede llegar a ser titular de la propiedad del terreno, mientras que en nuestra รฉpoca estaba prohibidoโ, explica Orna. โAntes la titularidad de las parcelas sobre las que estaban edificadas las viviendas era del Estado, por lo que con el tiempo podรญas llegar a comprar el inmueble en el que residรญas, pero no el terreno, que seguรญa siendo un bien pรบblicoโ, continรบa. Desde el aรฑo 2002 en que se reformรณ la normativa, cada familia puede comprar la vivienda y el terreno sobre el que estรก edificada pagando unos 200.000 shรฉquels (50.000 euros). Orna se queja de que como el nuevo marco legal no se aplicรณ con efectos retroactivos, serรกn sus hijos quienes sรญ podrรกn adquirir la propiedad de su casa, mientras que ellos no se la podrรกn dejar en herencia. โLas nuevas generaciones salen beneficiadas y nosotros resultamos perjudicadosโ, lamenta.
Los nuevos kibutzniks
Segรบn la secretaria de Ein Karmel, Rotem, para vivir en el kibutz hoy ya no hace falta ser miembro como Orna o Avi, ni depender enteramente de los ingresos de la comunidad. โHoy muchos miembros tambiรฉn trabajan fuera y se gestionan todo por su cuenta, para luego aportar una parte de su salario a la caja comรบn, desde la que cubrimos los gastos comunitarios de infraestructuras, mantenimiento, etc., asรญ como los subsidios de desempleo, ayudas familiares y pensiones que damos a los miembrosโ, aรฑade. De sus arcas por ejemplo Avi percibe una pensiรณn mensual de unos 4.500 shรฉquels (1.150 euros), ademรกs de la que ya ingresa por una cantidad similar por parte del Estado de Israel.
Oz Pelleck, de 36 aรฑos, profesor de ciencias en la escuela de Gan Karmit, a cinco minutos en coche de Ein Karmel, es uno de esos newcomers (nuevos residentes), como les llama irรณnicamente Orna Tal. โVinimos hace seis aรฑos desde el kibutz Dafna, que estรก justo en la frontera con Lรญbano, en bรบsqueda de la tranquilidad para poder educar a nuestros hijosโ, explica. โAdemรกs, el norte es mรกs pobre que esta zona de la costa, pues el Gobierno no invierte igual allรญ si lo comparamos con otras รกreas del paรญsโ, critica Oz.
Son muchos los que como รฉl y su familia han llegado y se han asentado durante los รบltimos aรฑos en kibutz como Ein Karmel, que se han convertido en una especie de imรกn para las nuevas generaciones. โAntes conocรญa a todo el mundo, pero ahora apenas me suena la cara del 10%โ, cuenta Orna en tono crรญtico. โEllos solo quieren ser los jefes del kibutz, no trabajar la tierra, tal como hicieron nuestros padres y en menor medida nosotrosโ, apostilla.
Ein Karmel es tambiรฉn conocido por albergar una importante colonia de artistas, que tras el cierre de la vieja granja aviar que constituyรณ una de sus principales actividades durante dรฉcadas instalรณ aquรญ algunos de sus talleres. En su interior trabajan carpinteros, cristaleros, pintores o escultores de renombre como Dagan Shklovsky, cuyas piezas inspiradas en arte precolombino, de gran tamaรฑo y espectacularidad, reciben al visitante en la entrada al kibutz. โCuando lleguรฉ empecรฉ como electricista para ganarme la vida, pero desde hace diez aรฑos ya solo me dedico a crearโ, explica el artista frente a una imponente escultura de cinco metros de altura que recrea la fecundaciรณn de varios รณvulos por parte de aguerridos espermatozoides. โSimbolizan la esperanza en una zona donde a menudo se pierdeโ, ironiza frente a la pieza.
Shklovsky reivindica el ideal original del movimiento comunitario del siglo pasado. โAunque quedan unos pocos que lo conservan, son la excepciรณn a la regla, pues en la mayorรญa ese ideal original se ha diluidoโ. El escultor se refiere las comunidades donde los nuevos kibutz desarrollan actividades como la fabricaciรณn de materiales plรกsticos de doble uso, tanto civil como militar, como sucede en el kibutz Sasa, o los productos รณpticos de รบltima generaciรณn que produce una empresa en el kibutz Shamir y que hasta cotiza en el รญndice nasdaq estadounidense.
Los asiรกticos, hoy la mano de obra de los kibutz
Muy lejos quedan ya aquellas imรกgenes de los llamados โpionerosโ que trabajaron los campos del paรญs para construir el sueรฑo sionista socialista; lejos quedaron las estampas de los llamados sabras (tรฉrmino que distingue a los judรญos ya nacidos en Israel, sinรณnimo de gente abnegada y trabajadora). Hoy su lugar lo ocupan las decenas de miles de trabajadores procedentes de Tailandia, Camboya y Vietnam que han viajado en los รบltimos aรฑos a Israel para trabajar en sus campos con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de sus familias en sus paรญses de origen, donde el salario medio a menudo no supera los cien euros mensuales.
โContratamos a jornaleros asiรกticos porque nos salen mucho mรกs baratos y porque los trabajadores israelรญes ya no quieren trabajar el campoโ, seรฑala Munir, el capataz รกrabe-israelรญ, residente del vecino pueblo de Fureidis y empleado de Bananot, la mancomunidad agrรญcola a la que pertenece el kibutz de Ein Karmel.
Trabajadores que despuรฉs de largas jornadas en los campos, recogiendo plรกtanos, melones o sandรญas โsegรบn la temporadaโ regresan a sus barracones, emplazados lejos de las decenas de chalรฉs que se expanden por el kibutz, y de los que la mayorรญa de los residentes, ya sean โhijos del kibutzโ o los โnuevos kibutzniksโ nunca han salido para visitar las casetas de los vecinos asiรกticos.
Barracones con electrodomรฉsticos oxidados, aguas grises que surcan cerca de las jaulas en las que los jornaleros asiรกticos crรญan a los patos โparte de su dieta junto al siempre ineludible arrozโ o lavadoras sin conectar con ninguna red de desagรผe forman parte de la estampa espeluznante y anacrรณnica que allรญ se observa.
Una imagen macabra que contrasta con lo bucรณlico de la fiesta judรญa del Shavuot o โfiesta de los primeros frutosโ que cada aรฑo se celebra en el kibutz para conmemorar la ofrenda que los hebreos llevaban al Templo de Jerusalรฉn al comienzo de la cosecha. Una celebraciรณn para la que los residentes, que en su mayorรญa ya no son jornaleros, visten ropas diseรฑadas especialmente para la ocasiรณn, en una jornada que es fiesta nacional en Israel. Es un dรญa festivo al que, paradรณjicamente, no se invita a los trabajadores asiรกticos que se curten de sol a sol en los campos del kibutz de Ein Karmel. A fin de cuentas para ellos es una jornada laboral mรกs en uno de los cientos de kibutzim, o lo que sea, que aรบn hoy quedan en Israel. ~
Es periodista y corresponsal en Jerusalรฉn