Entre la Alhambra y Chapultepec: el origen de nuestra lengua

La presencia รกrabe en Amรฉrica es tan familiar que no siempre se tiene conciencia de ella. El Cid, Alfonso el Sabio, Maximiliano de Habsburgo y Sarmiento se dan cita en esta celebraciรณn del castellano, fruto tambiรฉn de esa herencia.
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El profeta Mahoma, adalid y fundador del islam, iniciรณ un verdadero movimiento telรบrico en Arabia en el siglo VII, como lo fue un nuevo culto monoteรญsta nacido al abrigo de creencias populares judeocristianas y paganas. En cuestiรณn de pocos aรฑos, cerca de doscientos mil รกrabes dominaron a decenas de millones de hombres a lo largo de inmensos territorios desde Asia Central hasta la penรญnsula ibรฉrica. Apenas con doce mil รกrabes, Espaรฑa fue conquistada por estos pueblos nรณmadas en el aรฑo 711.

Arrancados de sus desiertos por la sugestiรณn de un profeta y lanzados a la conquista del mundo, obtuvieron ruidosos รฉxitos; enriquecidos por el saqueo de veinte provincias, llegaron a conocer los placeres del lujo; bajo la influencia de los pueblos vencidos, cultivaron las ciencias y se civilizaron cuanto pudieron. Pero, aun despuรฉs de Mahoma, conservaron durante largo tiempo su carรกcter nacional. Cuando invadieron Espaรฑa eran todavรญa verdaderos hijos del desierto, y a orillas del Tajo o del Guadalquivir no pensaban mรกs que en proseguir las luchas de tribu a tribu, iniciadas en Arabia, en รfrica o en Siria.

((Reinhart Dozy, Historia de los musulmanes en Espaรฑa, I, Madrid-Barcelona, Espasa, 1920, pp. 29-30.
 
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Y en cuanto a su actitud frente a la guerra, agrega Reinhart Dozy que

si el valor bastase para hacer a un pueblo invencible, los รกrabes lo hubieran sido, porque en ningรบn paรญs predominaba mรกs el espรญritu bรฉlico. Sin guerra no hay botรญn, y sin botรญn no podรญan vivir los beduinos. Su dicha mรกs embriagadora era: empuรฑar la lanza oscura y flexible o el acero deslumbrante; hendir crรกneos o cercenar las gargantas de los enemigos; aplastar a la tribu contraria, como la piedra muele el grano; inmolar vรญctimas. โ€œValor โ€“repetรญan a coro sus esposasโ€“, valor, defensores de mujeres. Herid con el filo de vuestros aceros. Somos hijas de la estrella de la maรฑana; nuestros pies se hunden en muelles cojines, nuestros cuellos estรกn ornados de perlas; nuestros cabellos, perfumados de almizcle. Estrechamos en nuestros brazos a los hรฉroes que hacen frente al enemigo; negamos nuestro amor a los cobardes que huyen.โ€

((R. Dozy, op. cit., pp. 30-31.
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Las relaciones sociales que mantuvieron cristianos y musulmanes en Espaรฑa fueron definitivas. Estos รบltimos, imbuidos de sentido prรกctico, atemperaban el furor de la yihad o guerra santa con los bรกlsamos de la dhimma u hospitalidad contractual. El propio Rodrigo Dรญaz, el Cid de Vivar, con haberse convertido en sรญmbolo del โ€œmatador de musulmanesโ€ por la leyenda nacionalista, en realidad โ€œfue apreciado por sus sรบbditos de las dos religiones, y no dudรณ en entenderse ocasionalmente con los vecinos musulmanes contra sus adversarios cristianosโ€.

((Claude Cahen, Oriente y Occidente en tiempos de las cruzadas, Madrid, FCE, 1989, p. 65.
 
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 Asรญ, cuando huรญa el Cid de la envidia del rey Alfonso VI, y precisaba vender su quinta parte del botรญn de guerra, celebrรณ comercio con los รกrabes:

Todo el quinto โ€“ a mio Cid fincaba.
Aquรญ non lo puede vender โ€“ nin dar en presentaja;
[…]
Asmaron los moros โ€“ tres mil marcos de plata.
Plogo a mio Cid โ€“ dโ€™aquesta presentaja.
A tercer dรญa โ€“ dados foron sin falla.
(Cantar I, estrofa 25)

Pero no puede este venderlo ni tiene a quiรฉn regalarlo […] Los moros ofrecen tres mil marcos de plata, proposiciรณn que contenta al Cid; y le son puntualmente pagados a tercero dรญa.

((Anรณnimo, Poema del Cid, segรบn el texto antiguo preparado por Ramรณn Menรฉndez Pidal, la prosificaciรณn moderna del poema ha sido hecha por Alfonso Reyes, vigรฉsima tercera ediciรณn, Madrid, Espasa-Calpe, Colecciรณn Austral, 1970, pp. 50-53.
 
))

No serรก tampoco de nula importancia advertir que, aunque anรณnimo, el autor del Cantar de mio Cid โ€“el primer monumento conocido de la literatura hispรกnicaโ€“ fue probablemente un mozรกrabe, es decir, un cristiano imbuido en la cultura musulmana. Ni cรณmo olvidar lo que debe el relato de don Quijote al misterioso personaje Cide Hamete Benengeli, musulmรกn espaรฑol de lengua รกrabe que se nos presenta como su autor ficticio, doble de Cervantes; o bien lo que aportaron las palabras y la sensibilidad moriscas a la poesรญa de Gรณngora, en cuya natal Cรณrdoba bien pudo decirse en su tiempo, no sin insistencia: โ€œHay en esta civilizada y cristiana ciudad quienes se visten a la moda รกrabe; hay quienes bautizan a sus hijos con nombres รกrabes; hay quienes hablan รกrabe (o, si solo lo chapurrean, meten arabismos cada que pueden); hay quienes escriben en รกrabe, y hasta se conocen poetas hispanorromanos que versifican magistralmente en รกrabe.โ€

((
Antonio Alatorre, โ€œDe cรณmo se alarman todos mientras yo me rรญoโ€ en Letras Libres, diciembre de 2010.
 
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Asรญ pues, de una relaciรณn estrecha que perdurarรญa cerca de ocho siglos, pudo florecer un sincretismo que imprimirรญa su sello indeleble en el habla romance de la penรญnsula.

Es precisamente durante la conquista รกrabe en Espaรฑa que surge propiamente nuestra lengua, el castellano, en una โ€œpequeรฑa comarca de Cantabria, al norte de la meseta castellanaโ€. Sus primeros testimonios son las Glosas Emilianenses, comentarios al margen de documentos notariales latinos, de fines del siglo X.

((Para contextualizar, recuรฉrdese la dataciรณn de los primeros testimonios del francรฉs: el Glosario de Reichenau (siglo VIII), el Juramentos de Estrasburgo (842), la Cantilena de santa Eulalia (siglo IX) y la Vida de san Alexis (siglo XI).
))

Los castellanos no solo resistรญan el embate de los moros sino aun de los otros reinos cristianos con los que porfiaban, como Oviedo y Leรณn, donde, de acuerdo con Amado Alonso, el romance se hablaba todavรญa con muchos โ€œmiramientos conservadores y latinizantesโ€, al paso que en Castilla predominaba, en cambio, โ€œuna cierta desgarrada rusticidadโ€ que hacรญa a otros espaรฑoles exclamar โ€œsu lengua resuena como trompeta con tamborโ€.

((Amado Alonso, Castellano, espaรฑol, idioma nacional, Buenos Aires, Losada, 1979, p. 10. El antropรณlogo Marvin Harris advierte: โ€œCuando una variante dialectal se considera โ€˜inferiorโ€™, de lo que se trata normalmente es de un fenรณmeno polรญtico mรกs que de un fenรณmeno lingรผรญstico.โ€ Cf. Antropologรญa cultural, Madrid, Alianza, 2007, p. 82.
 
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 Sin embargo, pronto empezรณ a escribirse literatura en la lengua de los castellanos, invitรกndola a embellecerse. No solo la ocuparรญan los viejos temas latinos y las traducciones sino la historia de su propio pueblo y de su contacto con los รกrabes.

Durante el reinado castellano de Alfonso X el Sabio, entre 1252 y 1284, empezaron a escribirse documentos histรณricos y didรกcticos patrocinados por su corte, en los cuales ya reconocemos nuestra lengua, por ejemplo, en el Libro de los juegos:

Por que toda manera de alegria quiso dios que ouiessen [tuviesen] los omnes [hombres] en si naturalmientre por que pudiessen soffrir las cueytas [cuitas] & los trabaios quandoles uiniessen; por end los omnes buscaron muchas maneras por que esta alegria pudiessen auer [tener] complidamientre. Onde por esta razรณn fallaron [hallaron] & fizieron [hicieron] muchas maneras de iuegos & de trebeios con que se alegrasenโ€ฆ E los otros que se ffazen [hacen] de pie son assi como esgremir. luchar. correr. saltar. echar piedra o dardo. ferir [herir] la pellota. & otros iuegos de muchas naturas [naturalezas] en que usan los omnes los miembros por que sean por ello mas rezios & recibam alegria. Los otros iuegos que se fazen seyendo [sentados]; son assi como iogar acedrex [ajedrez]. & tablas & dados. & otros trebeios de muchas maneras.

Ademรกs del ajedrez, en esta relaciรณn secular entraron al romance castellano un sinnรบmero de arabismos como alcรกzar (fortaleza), aljรณfar (perla), ajorca (brazalete), alcatifa (tapete), alquicel (capa), arrayรกn (mirto), almรญbar (jarabe), acequia (zanja), adoquรญn (piedra escuadrada), adalid (guรญa o caudillo), azahar (flor del naranjo), naranja (fruto del mismo รกrbol), ataรบd (caja o arca), zahareรฑo (pรกjaro blanco), abalorio (cuenta de vidrio), azul (el cielo sin nubes), zaguรกn (entrada o pรณrtico), azar (el dado del juego), aljibe (cisterna o pozo), alfรฉizar (espacio vacรญo), azรบcar (cristal de carbono), azotea (cubierta de casa), ademรกs de la bella expresiรณn ojalรก (โ€œQuiรฉralo Alรกโ€).

((Fernando Vallejo, El cuervo blanco, Ciudad de Mรฉxico, Alfaguara, 2012, p. 54. De particular interรฉs en este libro es la relaciรณn de Rufino Josรฉ Cuervo con el orientalista holandรฉs Reinhart Dozy.
))

Desde el siglo XI los castellanos fueron recuperando el poder en la penรญnsula de manos de los moros, avasallando a su vez al resto de hispanorromanos. La hegemonรญa รกrabe concluyรณ en Espaรฑa en 1492, hecho que se conoce como la Reconquista.

Pero, mรกs de tres siglos despuรฉs, no podรญa el archiduque Maximiliano de Habsburgo, entonces un joven viajero por Europa, dejar de maravillarse en Andalucรญa ante la herencia รกrabe que se manifestaba todavรญa ante sus ojos. Sobre la proverbial aridez de la tierra espaรฑola, el รกrabe habรญa pasado, dice, esparciendo el rocรญo encantador de su ingenio y su gusto por la vida:

Los moros โ€“escribe Maximilianoโ€“ conocรญan la magia omnipotente del agua; y sabรญan emplearla de la manera mรกs agraciada en sus edificios mรกs bellos, asรญ como en sus jardines. No hay sala sin surtidores de agua, no hay patio sin fuente de mรกrmol, no hay jardรญn sin cascadas retozonas y sin polvo de plata: de ahรญ vienen los dulces rumores, el baile ligero de las perlas hรบmedas, la frescura eterna, el vivificador alimento de la brisa en los dรญas ardientes del estรญo y el murmurio armonioso en la calma de las noches alumbradas por la luna. El agua en las habitaciones es un lujo poรฉtico muy poco conocido entre nosotros, pero que yo pretendo introducir en mi interior domรฉstico cuando me sea posible. Nada es verdaderamente completo aun en los espectรกculos de la naturaleza, cuando la mirada no encuentra el risueรฑo aspecto del agua para refrescarse y descansar.

Y cuรกl no serรญa la sensibilidad del Habsburgo que, adivinando sin saberlo la suerte que lo esperarรญa a los pocos aรฑos en Mรฉxico, el relato del รบltimo califa de Cรณrdoba lo enterneciรณ hasta escribir:

Sentรญa yo un placer sin igual acercรกndome a las celosรญas del balcรณn para admirar a mi alrededor el mรกgico aspecto de la sala, y delante de mรญ el encantador panorama de Granada. Desde la azotea de la torre de Comares se disfruta de aquella vista en toda su extensiรณn. El cicerone nos enseรฑรณ al Oriente la montaรฑa del รšltimo Suspiro del Moro: desde allรญ Abu-Abdallah, el rey moro vencido por los cristianos, pudo percibir por รบltima vez su hermosa Granada y su mรกgica Alhambra; se detuvo un breve tiempo, y amargos suspiros se escaparon de su pecho, y ardientes lรกgrimas corrieron por su rostro. ยกCuรกn naturales fueron aquellos sentimientos! ยกQuรฉ bien se comprende aquel dolor! ยกQuรฉ ternura han conservado los moros por este palacio que fue obra suya y su encantadora morada! Cuando Abu-Abdallah se vio en la necesidad de dejarlo, no pudo resolverse a salir por la puerta principal: lo hizo por un postigo lateral, dirigiรฉndose agobiado de melancolรญa a la presencia del vencedor.

((Maximiliano de Habsburgo, Viaje por Espaรฑa, Ciudad de Mรฉxico, Conaculta, Summa Mexicana, 2013, pp. 114-115, 126 y 130.
 
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La llorada Alhambra, tomada por los reyes catรณlicos el 2 de enero de 1492, fue pues premoniciรณn de la huida que el propio emperador de Mรฉxico tendrรญa que hacer de su Castillo de Miravalle en Chapultepec โ€“esplรฉndido como aquel de Granada gracias a sus botรกnicos y arquitectos realesโ€“ a fines del convulso aรฑo de 1866, cuando Benito Juรกrez repelรญa, si no a los โ€œinfielesโ€, sรญ a los โ€œusurpadoresโ€ de la repรบblica.

La influencia รกrabe en Amรฉrica, sin sentirse ni saberse mucho, es una nota tan familiar que la reconocemos a cada paso. Al describir la niรฑez del prรณcer Domingo Faustino Sarmiento (San Juan, Argentina, 1811-Asunciรณn, Paraguay, 1888), que se empeรฑรณ como pocos en la educaciรณn y la civilidad de Hispanoamรฉrica, se han recordado asรญ los rasgos de su hacendosa madre:

Paula Albarracรญn era la madre de Sarmiento. Mejor serรญa llamarla Santa Pobreza. Es la estampa perfecta de la madre americana. Tenรญa ojos azules, menudo el cuerpo, fina la nariz, apergaminado el rostro, delgados los labios, la sonrisa irรณnica. Albarracรญn suena a รกrabe y ella vivรญa a poca distancia del desierto, de un desierto para el cual pensรณ Sarmiento en aclimatar camellos [โ€ฆ] Paula, Paula la moza estaba resuelta a que del telar brotaran las paredes, el techo de una casa [โ€ฆ] Se techรณ la casa. Luego fue surgiendo la huerta: tres naranjos, un durazno, un pozo: lo Albarracรญn estรก en esto: agua morisca, naranja de Andalucรญa.

((Germรกn Arciniegas, Amรฉrica ladina, Juan Gustavo Cobo Borda (compilador), Ciudad de Mรฉxico, FCE, 1993, p. 123. De todo punto fundamental para un estudio serio de la influencia de los รกrabes en Amรฉrica es Hernรกn G. H. Taboada, Extraรฑas presencias en Nuestra Amรฉrica, Ciudad de Mรฉxico, CIALC-UNAM, 2017.
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Al levantar la casa de Sarmiento con el agua morisca y los naranjos, Paula Albarracรญn estaba levantando a su vez la casa grande de la Amรฉrica independiente. Y serรก precisamente en el nuevo perรญodo que inauguran las repรบblicas, que llegarรกn a Amรฉrica las sucesivas migraciones de รกrabes entonces todavรญa unificados bajo el Imperio otomano, de donde se dio por llamar indistintamente โ€œturcosโ€ a una gran diversidad de comunidades procedentes de Siria, Lรญbano y Palestina. La mayorรญa profesaba la fe cristiana maronita, pero no faltaron musulmanes y judรญos.

((Cf. Gema Martรญn Muรฑoz, โ€œPresentaciรณn. La Arabia americana: un ejemplo contra el choque de civilizacionesโ€ en Contribuciones รกrabes a las identidades iberoamericanas, Madrid, Casa รrabe, 2009, p. 7.
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 No siempre la integraciรณn fue fรกcil en un medio que reproducรญa los prejuicios europeos, como lo demuestra la suerte fatรญdica de aquel personaje โ€œalegre, pacรญfico y de corazรณn fรกcilโ€, Santiago Nasar, en Crรณnica de una muerte anunciada (1981) de Gabriel Garcรญa Mรกrquez.

((
Citado por Heba El Attar, โ€œOrientalismo hispanoamericano en Crรณnica de una muerte anunciada de Gabriel Garcรญa Mรกrquez y La Turca de Jorge Luis Oviedoโ€ en Hispania, diciembre de 2008, vol. 91, nรบm. 4, pp. 914-924.
 
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 Muchas veces, ademรกs, esa misma integraciรณn supuso el olvido de las lenguas de los abuelos, รกrabe, hebreo o turco, en favor del espaรฑol, asรญ como de los ritos que se apartaban del cristianismo, como en el caso de ese otro protagonista memorable, el mahometano Nacib de Gabriela, clavo y canela (1958) de Jorge Amado.

((Citado por Hernรกn Taboada, โ€œEl islam en Amรฉrica Latina: del siglo XX al XXIโ€ en Estudios, junio de 2010, pp. 15-34.
 
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Si la propia Espaรฑa se formรณ gracias al contacto con los รกrabes, por lo tanto Amรฉrica Latina es la continuaciรณn de esa sรญntesis: en los vidriados azulejos y en el paladar hecho a las especias encontramos la constataciรณn mรกs inmediata de ello, y no en balde Juan Goytisolo notรณ que nuestra idiosincrasia tiene acaso mรกs semejanzas con el Magreb que con Madrid. Por otra parte, la asimilaciรณn moderna de las oleadas del Medio Oriente desde el siglo XIX pone una vez mรกs de manifiesto que el Nuevo Mundo representa, en la historia de la humanidad, el รบltimo teatro de los pueblos, donde todos estรกn llamados a encontrarse y entremezclarse. ~

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(Ciudad de Mรฉxico, 1993) es escritor, poeta y traductor. Autor de Nuestra lengua. Ensayo sobre la historia del espaรฑol (Academia Mexicana de la Lengua-UNAM, 2021). Profesor en la Facultad de Letras de la Universidad de Aix-Marsella, Francia.


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