El punto de arranque de El águila y la serpiente. El problema del origen prehispánico del Escudo Nacional Mexicano, de Guillermo Correa Lonche, fue el libro de Enrique Florescano (1937-2023) La bandera mexicana (1998). Al adentrarse en la investigación sistemática de las fuentes antiguas sobre la fundación de Tenochtitlan, Correa Lonche advirtió pronto que, como lo había visto Alfonso Caso (1896-1970), no hay fuente prehispánica que se refiera al águila devorando a una serpiente. Se le acerca el monolito conocido como “Teocalli de la Guerra Sagrada”, que representa el símbolo fundacional mexica, pero el águila no devora una serpiente sino un símbolo de Atl Tlachinolli, el difrasismo nahua Agua/Fuego que representa la guerra. De manera correspondiente, Alfonso Caso centra su interpretación de la imagen en la relación del águila con el nopal, corazón de Cópil, símbolo del imperativo sacrificial mexica.
Al continuar su análisis de las fuentes más antiguas, todas ellas del periodo novohispano, Correa Lonche encontró que la mayoría no mencionan ni representan al águila con la serpiente, sino, más bien, devorando un pájaro, o sin presa alguna. Es el caso del conjunto de crónicas (de los jesuitas Juan de Tovar y Joseph de Acosta, del dominico fray Diego Durán, del noble tenochca don Hernando de Alvarado Tezozómoc) asociadas por Robert H. Barlow (1918-1951) con una perdida “Crónica X”, y que Rafael Tena (a quien Correa Lonche sigue) vincula más bien con una “Tradición de la Crónica X”. Y menos mencionan a la serpiente los autores españoles del siglo XVI.
Las primeras menciones y representaciones del águila y la serpiente son tardías y esporádicas. Es notable que en el Códice Durán que acompaña a la Historia de Durán, de 1581, que se refiere a un águila con un pájaro, aparecen dos pinturas del águila sobre el tunal, una de ellas con un pájaro y otra, por primera vez, con una serpiente. Las siguientes representaciones que encontró Correa Lonche son contadas y tardías: la Crónica mexicana, en español, de Alvarado Tezozómoc, de 1598; el Reportorio de los tiempos y historia natural desta Nueva España, publicada por Henrico Martínez en 1606; el Códice Aubin, de 1608; el Memorial de Colhuacan de don Domingo Chimalpahin, de 1606-1637; la Crónica mexicana en español y la Crónica mexicana en náhuatl del mismo Chimalpahin, de 1621, y la Historia de la nación chichimeca de don Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, del siglo XVII. Y agregaría la recién descubierta Tira de Tetepilco, del siglo XVII, que parece seguir la segunda imagen del águila y la serpiente del Códice Durán o del Códice Aubin.
Se levanta entonces el problema del origen prehispánico del escudo nacional mexicano, con el águila y la serpiente, que no aparece en las fuentes prehispánicas ni en las novohispanas tempranas. Lo reconoce con sagacidad don Miguel León-Portilla en su prólogo a El águila y la serpiente, y al tiempo que admite la posibilidad y aun la necesidad de investigar la cuestión a fondo considerando las fuentes disponibles, de cualquier manera, dice inclinarse a favor de la existencia prehispánica de la asociación del águila con la serpiente, con base sobre todo en la segunda imagen del Códice Durán y en el texto del Memorial de Colhuacan, en náhuatl, de Chimalpahin, que el mismo don Miguel tradujo. El teomama, “cargador del Dios”, Cuauhtlequetzqui le dijo a Tenochtli, el tlenamacac, “vendedor del fuego”, sacerdote incensador: “Y tú, tú irás, tú Tenochtli, irás a ver a allá cómo ha germinado el tunal, el tenochtli, del corazón de Cópil. Allí, encima de él, se ha erguido el águila, está destrozando, está desgarrando a la serpiente, la devora. Y el tunal, el tenochtli, serás tú, Tenochtli. Y el águila que tú verás seré yo.” Y concluye famosamente el parlamento del teomama Cuauhtlequetzqui: “Esta será nuestra fama: en tanto que dure el mundo, así durará el renombre, la gloria de Mexico Tenochtitlan.”
Pero a la ausencia de documentos tempranos se suma que el prevaleciente símbolo de Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, fundamental en Mesoamérica a lo largo del periodo posclásico, como lo señalaron Alfredo López Austin (1936-2021) y Leonardo López Luján, apunta más a la unión que al enfrentamiento del águila y la serpiente. Sin embargo, Correa Lonche no se cierra al posible origen prehispánico del símbolo del águila y la serpiente, y se refiere a la existencia de versiones alternativas a la oficial representada en la “Tradición de la Crónica X”. Podría ser, aunque no estoy seguro de cómo tratar la versión tetzcocana que dio Alva Ixtlilxóchitl. Como se sabe, los historiadores mestizos de fines del siglo XVI y la primera mitad del XVII (Alvarado Tezozómoc, Chimalpahin, Alva Ixtlilxóchitl) compartían información e historias.
Entre las fuentes más tempranas, todas ellas tardías, que encontró Correa Lonche, destaca el Reportorio de los tiempos del alemán Heinrich Martin, Henrico Martínez, de 1606, por el hecho fundamental de que es la primera fuente impresa (por el mismo Martínez) que describe al águila y la serpiente y que de alguna manera la representa. En el pasaje sobre la fundación de México, Martínez sigue casi textualmente la Historia natural y moral de las Indias del jesuita Joseph de Acosta, publicada en Sevilla en 1590, cambiando solo al pájaro por una serpiente. Y de manera concordante, Henrico Martínez incluye en su Reportorio no un águila con una serpiente, pero sí una garza con una serpiente, engarzando, si se me permite, con una tradición tipográfica e iconográfica eurasiática más amplia de garzas y águilas con serpientes. Correa Lonche examina esta y otras posibilidades que habrían llevado a Henrico Martínez a tomar la decisión de cambiar al pájaro por la serpiente, incluyendo que haya tenido acceso a las pinturas del Códice Durán.
Sea como sea, la asociación del águila con la serpiente hecha por Henrico Martínez en 1606 habría de tener consecuencias iconográficas importantes en el siglo XVII que Correa Lonche va a seguir en la segunda parte de su investigación, en portadas de libros y otras representaciones en las que se fue consolidando la imagen del águila y la serpiente.
Como vimos, si el mundo mesoamericano buscó reconciliar al águila y la serpiente en el símbolo universal de la serpiente emplumada Quetzalcóatl, el enfrentamiento entre ambos animales tiene una resonancia más bien cristiana, como apunté en mi antigua reseña a Florescano, que cita Correa Lonche, en donde el águila está asociada con la Virgen María y la serpiente con el pecado, derrotado por la Virgen, simbología bíblica que se afirmó con el guadalupanismo criollista. El que pensábamos que era un aguerrido símbolo mexica es en realidad un símbolo cristiano mariano, recordatorio de nuestra lucha diaria con el pecado.
Estas son algunas de las ideas que desarrolla Guillermo Correa Lonche en su libro, en el que de manera permanente busca poner los documentos disponibles de manera clara ante el lector, con todos los problemas historiográficos y filológicos que suscita cada uno, y esta documentación incluye una gran cantidad de imágenes excelentemente reproducidas por el Departamento de Publicaciones del inah. Todo esto con el fin no de imponerle al lector una verdad sobre El problema del origen prehispánico del Escudo Nacional Mexicano, sino permitirle “pensar por cuenta propia” una imagen que todos conocemos, traemos en el corazón y sin embargo apenas comenzamos a desentrañar. ~
(ciudad de México, 1954) es historiador. Autor, entre otros títulos, de Convivencia y utopía.