Ya se puede pedir lo que se quiera

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Cualquiera puede hacer cualquier cosa con solo una orden de voz y sin saber nada de nada. NecesitarĆ”, claro, una salida adecuada a lo que ha solicitado. Si es un coche, por ejemplo, necesitarĆ” una impresora 3d. No podrĆ” saber cĆ³mo se ha hecho. Aunque el solicitante pueda entender y precisar hasta la mĆ­nima especificaciĆ³n tĆ©cnica de lo que pida, el proceso serĆ” invisible.

Nadie sabe nada de cĆ³mo lo hace la mĆ”quina (por llamarla de alguna manera, sin afĆ”n de precisiĆ³n, ya que excede esa categorĆ­a, y todas; ā€œcerebroā€ serĆ­a mĆ”s aproximado, pero son vanas analogĆ­as borrosas).

El cerebro final, casi perfecto, o ya perfecto (segĆŗn la hora en que usted lea este premanual), opera y aprende en la sombra; sus procesos son inaccesibles a las mentes humanas, incluso a las mentes ia que durante un tiempo han hecho de intermediarias.

Usted puede indicar al Cerebro Final (FB por mis siglas en inglĆ©s) que tome una muestra de su ADN y la utilice para hacer un edificio que crezca y sea autosuficiente, sostenible, cambiante. Puede dar instrucciones muy vagas o muy especĆ­ficas: medidas, funcionamiento o quizĆ” solo el resultado; ordenar que ese edificio sirva para ganar el Pritzker, si aĆŗn existe.

Lo mismo con una novela, un mueble, un pensamiento. Usted puede encargar un sistema filosĆ³fico completo, elĆ”stico, sencillo de entender y aplicar; adaptado a estos tiempos o a los que prefiera, pasados, futuros o ambos; una fĆ”brica, un animal, un programa, una quimera. Tal vez un Ć”guila con cuerpo de toro y garras de tigre que usted pueda dirigir con su mente. Por quĆ© no un mundo entero. Es cuestiĆ³n de precio. Y de disponer del mecanismo de salida, lo que llamĆ”bamos una impresora. Claro que el universo no cabe en una impresora, pero la duplicaciĆ³n sigue reglas diferentes a la creaciĆ³n de la nada: cada Ć”tomo (quark, protĆ³n, la pieza que quiera, meras fĆ³rmulas en sus hilos) se divide en dos, la regla de la vida, que es casi gratis.

Puede encargar un clon suyo, un doble mejorado que acuda a los compromisos ineludibles, reuniones fastidiosas como la fiesta de la madre de Gatsby en Un dĆ­a de lluvia en Nueva York, de Woody Allen; un usted que se comporte mejor (o peor), que huela a especias reciĆ©n inventadas, que emita fotones de forma inolvidable, que haga enloquecer a quien se acerque o que consiga lo que se proponga. Un doble que ā€“si usted asĆ­ lo decideā€“ permanezca siempre bajo su control o sea independiente. O un golem autosuficiente que pueda ser retirado de la vida, de la circulaciĆ³n, cuando su propietario lo estime oportuno, quizĆ” por celos de su Ć©xito. Estos procesos estĆ”n sujetos a leyes y cĆ³digos Ć©ticos fĆ”cilmente soslayables siempre que se haga desde el origen. Los parches son caros. Con un mundo en marcha los retoques son infinitos.

Un clon mejorado que pueda sustituirle a usted en los compromisos inaceptables, en la muerte. Alguien que muera en su lugar. Claro que usted puede recelar que usted mismo es un clon de clones; que puede haber una cadena de dobles donde se pierde el original. Hay restricciones tĆ©cnicas mĆ”s rĆ­gidas que los cĆ³digos Ć©ticos. Por ejemplo, cualquier clon o criatura nueva (objeto o persona, la diferencia es inapreciable), puede saber quĆ© lugar ocupa en la cadena de bloques, su genealogĆ­a y derivados. La informaciĆ³n, en teorĆ­a, siempre estĆ” a mano. Ocultarla o restringirla es otra de las rutinas que encarecen el Ć”rbol de procesos.

Cualquiera, con una orden de voz (o de pensamiento si tiene vĆ­a directa) puede engendrar una mosca, un Gregorio Samsa o un Ecce Homo de Borja a tamaƱo natural con todas sus funciones. Cualquiera con acceso e impresora puede, si tiene recursos, duplicar el mundo. De hecho, si usted lee este manual, ya vive en un mundo duplicado de esos. Tampoco significa nada porque el ā€œoriginalā€, el que acaso propiciĆ³ esta exuberancia, ya fue a su vez una copia de una copia, etc. Y el origen no acaba de saberse.

TĆ­picamente, la primera impresiĆ³n al recibir este mensaje es que nos han escamoteado algo, algo de autonomĆ­a, de singularidad o incluso de libertad, cosas ya ilusorias. QuizĆ” ese shock sugiriĆ³ en eras remotas de las que no ha quedado constancia la conveniencia de insertar aquĆ­ estas sencillas explicaciones, este pĆ”rrafo que se mantiene por lo poco que consume mĆ”s que por su escaso contenido, aunque es posible que otras generaciones, si las hubiera, no lo necesitaran porque acaso ya lleven incorporada por ADN o memes la cultura bĆ”sica de la especie, ahorrĆ”ndose asĆ­ la decepciĆ³n que pudo afligir a sus precedentes (las frases inerciales tienden a enroscarse y deteriorarse por entropĆ­a y esto es un autoaviso de que lo anterior puede ser una perversiĆ³n y no significar nada).

Es asombroso que siendo esencialmente mecanismos de duplicaciĆ³n nos cueste admitir que eso mismo ocurre a todas las escalas y todo el tiempo. La permanencia o identidad es una ilusiĆ³n formidable que se activa por una capa de supervivencia, una finĆ­sima pelĆ­cula que recubre el forcejeo incesante de las vidas (bacterias, etc.) que, en un crisol efĆ­mero, se congregan como algo Ćŗnico e irrepetible. La otra explicaciĆ³n de esta persistencia de un yo contumaz, la vĆ­a teolĆ³gica, ha sido relegada al Ć”mbito de la fantasĆ­a.

Como todos, este manual estĆ” desfasado. Los bloques han sido alterados. Las duplicaciones eliminan lo anterior. En todo caso ya puede proceder a solicitar lo que quiera. Pedid y se os darĆ”, buscad y hallarĆ©is, llamad y se os abrirĆ”. No hay lĆ­mites y esa es la mayor limitaciĆ³n. ~

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(Barbastro, 1958) es escritor y columnista. Lleva la pƔgina gistain.net. En 2024 ha publicado 'Familias raras' (Instituto de Estudios Altoaragoneses).


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