Lisa Silvestri

Entrevista con Dorothy Gallagher: “Cuando empecé a escribir el libro, esa generación había muerto. Quería resucitarlos, mostrarlos al mundo y ver por mí misma de dónde venía”

Dorothy Gallagher, autora de 'De cómo recibí mi herencia', habla de los temas fundamentales de su libro y de cómo lo construyó texto a texto.
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En De cómo recibí mi herencia (Muñeca Infinita, 2022), publicado originalmente en 2000, Dorothy Gallagher compone un retrato de su familia: judíos ucranianos que huyeron de su país y recalaron en Estados Unidos. Aparecen la vejez, los amores de juventud y las tragedias que conforman sus vidas, pero también la historia del desengaño con el comunismo y la URSS o la vocación de escritora de Gallagher. De cómo recibí mi herencia mezcla la mirada descarnada con la ternura y el humor cáustico, y produce la misma emoción que ver las fotos de antepasados en un álbum familiar. 

¿Cuál es la herencia que recibió? Una manera de interpretar el libro es que en realidad la herencia son todas esas historias familiares, todo eso que nos conforma sin que lo sepamos de manera clara. 

Cuando era joven, creía, como todos los jóvenes, que era sui generis, una creación propia. Ahora sé que no es así. Cuando miro mis manos, veo las manos de mi madre en su vejez, y mi cara se parece a la de mi padre. También los diversos rasgos de mi temperamento son una combinación de los rasgos de mis padres y, sin duda, de mis abuelos y de toda la familia de mi madre, y así sucesivamente. Cuando empecé a escribir el libro, esa generación había muerto. Quería resucitarlos, mostrarlos al mundo y ver por mí misma de dónde venía. 

Su madre, Bella, se revela como un personaje fascinante y misterioso; una de mis historias favoritas es la de las clases de mecanografía y esas cartas cruzadas en las que se cuenta una tragedia que la marcó. ¿Cómo se le ocurrió la idea?

En cuanto a la memoria, no es muy fiable. Los documentos son fiables. Siempre que tenía documentos, los utilizaba, como hice en la historia de las clases de mecanografía. Tejí esa historia en torno a ellos. No se me “ocurrió” la idea. Se me presentó y la aproveché.

Su libro acaba por componer un retrato de la inmigración en Nueva York: judíos de origen europeo, en su caso ucranianos, que llegan huyendo del horror. ¿Era buscado o fue surgiendo? ¿Cómo han cambiado esas comunidades con los años?

No soy experta en inmigración. Solo sé lo que vivimos mi familia y yo. La generación sobre la que escribo emigró hace más de cien años. El mundo ha cambiado.

Los versos de Wislawa Szymborska aparecen a lo largo del libro. ¿Cuál es su relación con la obra de la escritora? ¿Qué le añaden al libro?

Me encanta la obra de Szymborska. La conozco solo en traducción, por supuesto, pero su poesía es muy directa, sin trucos. Tiene humor, ironía, ingenio, y con estas herramientas se enfrenta a la aterradora imprevisibilidad de la vida en el mundo

A través de diferentes historias familiares, el libro cuenta también el desencanto con el comunismo y con la URSS: se ve de manera clara en la historia de Rachile y en la del primo Meyer. 

Sobre la desilusión con el comunismo soviético, creo que respondo a esa pregunta en el relato titulado “No”.

La historia de su formación se alterna con un breve apunte de matrimonios e hijos, pero esa parte está medio oculta. ¿Le interesaba más la familia de origen que la que usted formó? ¿Por qué?

Sí, el libro no pretende ser una memoria de mi vida, sino una reconstrucción de mi familia.

Habla también de su vocación de escritora y de sus comienzos… Se cruzan las historias de su familia, el pasado y el presente. El último texto es emocionante: cuenta el viaje a Rumanía, lugar de transición entre Ucrania y Estado Unidos en el periplo de sus antepasados, que hizo cinco años después de la muerte de sus padres. Tiene algo de invocación y reencuentro con sus muertos. ¿Cuál es la estructura interna del libro? ¿Por qué cerró con ese texto?

No puedo responder a la pregunta sobre la estructura interna. Lo escribí historia por historia, y cuando terminé simplemente elegí un orden que tenía sentido para mí, que era terminar con el viaje a Rumanía. En el siguiente libro que escribí, Stranger in the house, que sigue a De cómo recibí mi herencia, sí que viajo a Ucrania.

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