Para mi hijo Leรณn
…la luz de la experiencia es una linterna en el timรณn
que brilla sรณlo en las olas que estรกn ya tras de nosotros.
Coleridge
ย El agravio
El paรญs abriga un agravio insatisfecho. Su origen es la irresponsabilidad con que el gobierno dispuso de la enorme riqueza que pasรณ por sus manos entre 1977 y 1982. Sabe que fue una oportunidad de desarrollo, rara y quizรก irrepetible, como se ha presentado a ningรบn otro paรญs latinoamericano. Presiente que con la oportunidad se fue tambiรฉn, por un largo tiempo, por un largo tiempo, la posibilidad de un progreso sano, armรณnico y destinado a aliviar los problemas ancestrales del paรญs desde tiempos de Humboldt: la desnutriciรณn, la desigualdad, la insalubridad, la pobreza. Su conciencia de la pรฉrdida es mรกs aguda porque entrevรฉ que la caรญda no era inevitable -como lo fue alguna vez la del henequรฉn- sino el resultado de fallas humanas. Admite que errar es de humanos pero no en esas proporciones. La sensaciรณn de haber sido vรญctima de un gran engaรฑo, las evidencias de la mรกs alucinante corrupciรณn, la abrupta y continua expectaciรณn de expectativas, todo ello y el sacrificio cotidiano incierto que impone la crisis, se ha enlazado hasta formar un nudo difรญcil de desatar, un nudo hecho de azoro, arbitrariedad, cinismo, depresiรณn, angustia y, sobre todo, incomprensiรณn. Lo malo es que los agravios no desaparecen por ensalmo. Pertenecen al reino natural de las pasiones, no al de la razรณn. Y ya se sabe: “El hombre discute, la naturaleza actรบa”.
Dos palabras expresan la actitud del nuevo rรฉgimen: austeridad y realismo. Desde un principio De la Madrid prometiรณ no prometer lo imposible. Fue muy claro en su diagnรณstico del mal a vencer -la inflaciรณn- y en advertir que la medicina que suministrarรญa al paciente -en la sala de emergencia- serรญa durรญsima. A su juicio, y al de muchos otros mexicanos, no habรญa ni hay alternativa. Pero la pertinencia de la cura o el valor del cirujano no alivian la carga de incomprensiรณn acumulada ni satisfacen el agravio. En su discurso del 1ยฐ de septiembre, el Presidente se refiriรณ a nuestra situaciรณn, casi sin metรกfora, como una economรญa de guerra. La paradoja es que, en efecto, se trata de una metรกfora. Los alemanes que padecieron la terrible inflaciรณn durante la Repรบblica Weimar sรญ habรญan vivido una guerra y podรญan seรฑalar a los responsables reales o ficticios de sus desventuras. En Mรฉxico, en cambio, hasta el campesino mรกs humilde escuchรณ la prepotente publicidad del โoro negro para todosโ seguida, poco tiempo despuรฉs, por un mensaje diametralmente opuestos: vivimos una economรญa de guerra. Y todo esto sin que mediase una explicaciรณn pรบblica sobre las causas del desastre o una admisiรณn de responsabilidades. Sobre el daรฑo, el silencio.
El agravio arroja una sombra de desconfianza sobre los regรญmenes herederos de la Revoluciรณn. Es muy probable que las tensiones se alivien a medida que se abata la inflaciรณn y la economรญa reaccione. Todos lo esperamos. Pero todos sabemos tambiรฉn que la salida de la crisis no es inmediata y que sus dimensiones polรญticas persistirรกn por largo tiempo. Ahora bien, a diferencia de lo que ocurriรณ despuรฉs del 68, el gobierno no estรก ya, objetivamente, en posibilidad de integrar a los agraviados o a los polรญticamente activos. ยฟCuรกles son entonces las alternativas?
El gobierno tiene un as en la manga olvidado desde la presidencia de Madero: la democracia. Ha sido un ideal revolucionario relegado para otros fines igualmente vรกlidos pero distintos: el bienestar econรณmico, la justicia social. La afirmaciรณn nacional, la paz y la estabilidad. Siempre existen argumentos para limitar, posponer o desvirtuar a la democracia. Siempre hay una tarea prioritaria, una estructura que no es prudente remover, un tigre que es peligroso despertar, una supervivencia cultural imposible de superar. Siempre rondan los fantasmas del caos, la desintegraciรณn nacional, el fascismo o el comunismo.
Sin embargo, la lecciรณn histรณrica es clara. Las sociedades mรกs diversas y las estructuras mรกs autoritarias descubren, sobre todo en momentos de crisis, que el progreso polรญtico es un fin en sรญ mismo. Confiar en la gente, compartir y redistribuir el poder, es la forma mรกs elevada y natural de desagravio. Asรญ lo atestiguan la vuelta a la Repรบblica francesa en 1871, el establecimiento de regรญmenes libres en Italia, Japรณn y Alemania al finalizar la Segunda Guerra Mundial y en Espaรฑa a raรญz de la muerte de Franco. Para alcanzar el progreso polรญtico, el repertorio humano tiene sรณlo una invenciรณn probada: la democracia. โMal sistema -decรญa Churchill- salvo en un sentido: todos los demรกs son peoresโ.
No sรณlo los veneros del petrรณleo nos llevaron a la tormenta y a la crisis. Tambiรฉn los vicios y costumbres que, en el gobierno y la sociedad, han bloqueado nuestro progreso polรญtico. Son los mismos que ocultan, en el horizonte mexicano, una oportunidad de desagravio, madurez y responsabilidad no menos preciosa que la que se perdiรณ en 1982: la oportunidad de la democracia.
El pรฉndulo detenido
De su paciente lectura del vizconde Bryce -aquel agudo observador de la vida polรญtica- Daniel Cosรญo Villegas sacรณ en claro una fรณrmula para Mรฉxico: a la democracia por el agravio. Lo resumรญa de este modo:
Nosotros, ni predestinados a la democracia como Estados Unidos, ni con el genio creador teรณrico de Francia ni con la paciencia inglesa que acumula infinitas pequeรฑas experiencias para aprovecharlas, hemos alimentado nuestra marcha democrรกtica bastante mรกs con la explosiรณn intermitente del agravio insatisfecho que con el arrebol de la fe en una idea o teorรญa, lo cual, por sรญ solo ha hecho nuestra vida polรญtica agitada y violenta, y nuestro progreso oscilante, con avances profundos seguidos de postraciones al parecer inexplicables.
Esta notable reflexiรณn lo condujo a una teorรญa pendular para explicar las corrientes profundas de nuestra vida polรญtica. Aunque no desarrollรณ esta teorรญa lo suficiente, sus ideas admiten una extrapolaciรณn histรณrica a partir de la Independencia. En nuestro origen estรก el agravio que los espaรฑoles infligรญan a la poblaciรณn mexicana. La independencia incuba en 1821 un nuevo agravio: el de las estructuras coloniales sin la presencia directa de Espaรฑa. La democracia avanza liberรกndose del legado espaรฑol, de los fueros de la Iglesia y del ejรฉrcito. Con la Constituciรณn de 1857 el pรฉndulo marca la hora que soรฑaron Morelos o los Constituyentes de 1824. Fue un infortunio histรณrico el que los conservadores y la iglesia no leyesen en el reloj de los tiempos la oportunidad de fincar -como otros paรญses latinoamericanos- los cimientos de un juego de partidos. Acudieron a la fuerza. En 1867 la guerra se resolviรณ eliminรกndolos del escenario y condenรกndonos al unipartidismo.
Por diez aรฑos (1867-1876), bajo las presidencias de Benito Juรกrez y Sebastiรกn Lerdo de Tejada, Mรฉxico ensayรณ una vida polรญtica a la altura de los paรญses avanzados de Europa o de Estados Unidos. No habรญa partidos sino facciones dentro del grupo liberal, pero existรญa una verdadera divisiรณn de poderes, un respeto fanรกtico -ยฟy quรฉ otro cabe?- por la ley, soberanรญa plena de los estados, elecciones sin sombra de fraude, magistrados independientes, y una absoluta libertad de opiniรณn que se traducรญa, hasta en los mรกs remotos pueblos del paรญs, en una prensa รกgil, inteligente y combativa. Los hombres amaban la libertad polรญtica. Los definรญa mรกs el patriotismo que el nacionalismo. No eran indiferentes a los males econรณmicos o sociales pero desconfiaban de las soluciones autoritarias para aliviarlos.
En 1876, el golpe de Estado de Porfirio Dรญaz cambiรณ nuevamente la posiciรณn del pรฉndulo y puso a fin a la arcadia republicana. ยฟA quรฉ o a quiรฉn atribuir el fracaso? En polรญtica quizรก es difรญcil quemar etapas y la Repรบblica habรญa sido una edificaciรณn en el vacรญo: โA una vida polรญtica sana, robusta y libre, no correspondรญa una economรญa vigorosa o siquiera รกgil y despiertaโ. Porfirio Dรญaz archivรณ el progreso polรญtico sin dejar, en teorรญa, de venerarlo. Los ferrocarriles y las inversiones extranjeras relegaron la vida polรญtica al museo de los ideales. Dรญaz no olvidรณ su raigambre liberal pero pensรณ que la democracia era un fruto del progreso material. Su largo rรฉgimen instaurรณ muchos de los vicios polรญticos que aรบn padecemos: la centralizaciรณn, la cooptaciรณn, el disimulo, el suave ahogo de los otros poderes. Durante cerca de cuarenta aรฑos, bajo el brillo fรกcil de la Belle Epoque, se incubรณ un nuevo agravio.
Madero se levantรณ en armas para desagraviar polรญticamente a Mรฉxico y restablecer los preceptos democrรกticos de la Constituciรณn de 1857. En plena campaรฑa leรญa las โMemoriasโ de Lerdo de Tejada y sentรญa una veneraciรณn generosa e inteligente por los hombres de la Reforma. Desde antes de llegar a la presidencia y, mรกs claramente, ya en ella, cuidรณ de cumplir con escrรบpulo todas las reglas de la democracia. Por un perรญodo aรบn mรกs breve que el de la Repรบblica Restauradora, el pรฉndulo volviรณ a alcanzar un punto de altura. Nunca como en la รฉpoca de Madero fue tan real la vida de los partidos. Pero las clases dirigentes del paรญs no estaban preparadas para la restauraciรณn constitucional. La libertad las ahogaba. Los propios รณrganos que hubiesen debido apuntalarla -prensa, legisladores, intelectuales, magistrados- prepararon el gatillo de Victoriano Huerta.
Viejos agravios regionales y nacionales, econรณmicos y sociales, se conjugaron con el agravio mayor de la muerte de Madero. El resultado fue la mayor explosiรณn de nuestra historia: la Revoluciรณn. La Convenciรณn de Aguascalientes o la idea de convocar a un Congreso Constituyente no se entienden sin el agravio polรญtico. Interpretar a la Revoluciรณn sรณlo a la luz de sus componentes de clase es pasar por alto la chispa liberal que la provocรณ y la tradiciรณn que siguiรณ viva muchos aรฑos despuรฉs del triunfo sonorense.
El delahuertismo merece un pequeรฑo lugar en la historia el pรฉndulo. Su propรณsito de fondo era volver a la polรญtica de plaza, no de palacio. Cuatro aรฑos despuรฉs de la derrota delahuertista, Obregรณn le dio la razรณn a sus vencidos adversarios liberales: intentรณ reelegirse. A sus prรณximos solรญa decirles que el รบnico defecto de Porfirio Dรญaz habรญa sido envejecer. Sรณlo el recurso extremo pudo librarlos del cesarismo: el magnicidio. Asรญ Leรณn Toral consumรณ el segundo de los tรฉrminos del ideal de Madero: โSufragio efectivo, no reelecciรณnโ.
Vasconcelos tuvo en 1929 la oportunidad de poner en movimiento el pรฉndulo. Si en vez de jugarse el todo por el todo a la carta presidencial hubiese atendido al consejo de algunos amigos, habrรญa visto que la derrota polรญtica de su campaรฑa era tambiรฉn la victoria moral que abrรญa la posibilidad de fundar un partido polรญtico. Mรฉxico hubiera tenido, quizรกs, dos partidos modernos: el PNR -el partido de los militares revolucionarios, centralistas y estatizante- y, junto a รฉl, un partido liberal, civilista, federalista y maderista. Una suerte de pre PAN, sin los resabios confesionales tรญpicos de los aรฑos treinta.
Calles tuvo una visiรณn mรกs clara. Con la fundaciรณn del PNR evitรณ la desuniรณn en la cรบspide revolucionaria -algo que ni Francia en 1772 ni la URSS en 1924 habรญan logrado- y sentรณ las bases para una transiciรณn pacรญfica y legรญtima del mando. La Revoluciรณn mexicana de entonces no devorรณ a sus hijos: los integrรณ. Calles, es cierto, tuvo la tentaciรณn de instaurar una superpresidencia, pero su discรญpulo Cรกrdenas se encargรณ de consolidar su reforma institucional expulsando al Jefe encariรฑado con la Silla. Con Cรกrdenas, el PRM se despistolizรณ y ampliรณ socialmente su proceso de integraciรณn. Para 1938 estaba claro que se trataba de uno de los grandes inventos de la tecnologรญa polรญtica mexicana: un cuerpo vivo y flexible, esponjoso y pragmรกtico que atrae y organiza, casi corporativamente, fuerzas de poder real -obreros, ejรฉrcitos, burocracia- sin recurrir al terror ni a la ortodoxia ideolรณgica. Pocos paรญses en el mundo pueden presumir de los beneficios del PRI: una larga estabilidad, despuรฉs de mรกs de un siglo, casi ininterrumpido, de revueltas y revoluciones, predictibilidad y, lo que es mรกs sorprendente, circulaciรณn de cuadros. El cambio final de siglas fue un acto de justicia lingรผรญstica: el PRI habรญa logrado el cambio en la inmovilidad: la revoluciรณn institucional.
ยฟSe trataba de un autรฉntico progreso polรญtico? Sรญ, en relaciรณn con el siglo de violencia, pues habรญa erradicado la polรญtica de la pistola. No en cuanto a las potencialidades de madurez y responsabilidad que simbolizaban los liberales de la Repรบblica Restauradora. Habรญa triunfado el regateo privado, no la democracia. Despuรฉs de dar -tras 70 aรฑos de regรญmenes militares- el paso fundamental al civilismo, Alemรกn detuvo totalmente el pรฉndulo con argumentos similares a los del porfirismo. Mรฉxico no debรญa aspirar a formas superiores de vida polรญtica. No habรญa necesidad. La Revoluciรณn Institucional harรญa justicia a todos, con la รบnica condiciรณn de que todos se acogiesen a su buena sombra. Cegados por la llamarada industrial de la postguerra, polรญticos e intelectuales olvidaron, casi sin excepciรณn, el legado de Madero y del siglo XIX. De nueva cuenta el progreso polรญtico -incluso dentro del propio PRI- se posponรญa cambio del crecimiento industrial. El PAN y el PPS, cada uno a su manera, compartieron el optimismo de la Belle Epoque priista. Gรณmez Morรญn esperaba el apoyo de los industriales de Monterrey como Lombardo Toledano el de la CTM. Pero industriales y obreros apostaron a otra carta partidista: la gubernamental, el PRI.
Desde los aรฑos cuarenta hasta 1968 Mรฉxico viviรณ, en lo polรญtico, un porfirismo remozado cuyos perfiles son perceptibles todavรญa en 1984. Las elecciones locales y estatales siguen siendo, en ocasiones, tan fraudulentas -y los candidatos tan ajenos e impopulares- como en tiempos de don Porfirio. La Federaciรณn ha estrangulado a los Estados y a los municipios en una medida mayor que la del porfiriato. La divisiรณn de poderes es casi siempre formal, como lo fue entonces. Las libertades no han crecido tanto como quiere la leyenda, salvo en el caso del derecho de huelga, que un Dรญaz mรกs joven hubiese legitimado de un plomazo. Nuestros diarios son menos profesionales, menos objetivos, menos crรญticos y, en tรฉrminos relativos, menos leรญdos que los diarios de fin de siglo aunque, eso sรญ, mucho mรกs aburridos. (ยฟDรณnde estรก el bisnieto del Ahuizote?) Ni siquiera en polรญtica exterior podemos jactarnos: Dรญaz ayudรณ tambiรฉn a Nicaragua y buscรณ en Europa y Japรณn el contrapeso al Big Stick norteamericano. Las palabras de Emilio Rabasa en defensa de la dictadura hubiesen podido describir nuestra democracia adjetivada, nuestra democracia formal:
(El rรฉgimen de Dรญaz guardรณ siempre) el respeto a las formas legalesโฆpara mantener vivo en el pueblo el sentimiento de que sus leyes, si no eran cumplidas, eran respetadas, y estaban en pie para recobrar su imperio en รฉpoca no lejana.
Se dirรก que la Reforma Polรญtica ideada por Reyes Heroles e instaurada por Lรณpez Portillo interrumpe la continuidad neoporfirista. En buena parte es cierto. Hace quince aรฑos, la izquierda mexicana no tenรญa mรกs salidas polรญticas que el lombardismo, el autismo o la Sierra de Guerrero. Era absurdo e injusto no reconocerla. Hoy la representan cuatro partidos en la Cรกmara de Diputados, algunos grupos fuera de ella y varios รณrganos influyentes de opiniรณn que circulan con una libertad conquistada por ellos e impensable en los aรฑos sesenta. Ha sido, sin duda, un importante avance democrรกtico. Con todo, la Reforma Polรญtica ha sido, hasta ahora, mรกs un movimiento cardenista de integraciรณn que un movimiento inverso -maderista- de cesiรณn de poder a la sociedad.
Pero la integraciรณn parece haber dado todo lo que podรญa dar. Hoy hay muchos signos de erosiรณn en el sistema. Aรบn sus mรกs empedernidos defensores admiten que el PRI atraviesa por una etapa de baja participaciรณn, desorientaciรณn ideolรณgica y falta de cuadros profesionales. Todo por servir se acaba: hasta la ideologรญa de la Revoluciรณn Mexicana. El sistema de integraciรณn funcionรณ por cincuenta aรฑos sobre premisas financieras -y cinismos ocultos- que permitรญan su proliferaciรณn. Estas premisas desaparecieron en la tormenta. Su mayor timbre de gloria -el crecimiento econรณmico- guardarรก silencio por un tiempo. Por primera vez en su historia inmediata el gobierno mexicano no puede cumplir su proverbial funciรณn de dar.
Lo decisivo es que a los ojos de un amplio sector de la poblaciรณn el agravio reciente provino del cuerpo que extrae su legitimidad de todas las luchas histรณricas de desagravio: precisamente, el gobierno. El crecimiento sobrehumano de la Silla presidencial a partir del alemanismo habรญa vuelto a inocular en el mexicano las llagas que en 1908 seรฑalรณ Madero, llagas que no impidieron, dos aรฑos mรกs tarde, el estallido revolucionario: โla corrupciรณn de รกnimo, el desinterรฉs por la vida pรบblica, un desdรฉn por la ley y una tendencia al disimulo, al cinismo, al miedoโ. Pero los extremos de despotismo, demagogia, corrupciรณn e irresponsabilidad que el paรญs padeciรณ en los รบltimos quince aรฑos han trasmutado esa aparente pasividad en resentimiento, en โrencor vivoโ. El proceso se acelerรณ en el รบltimo sexenio. Ante la perpleja mirada de los mexicanos el gobierno escenificรณ una regresiรณn que pasรณ sobre el Mรฉxico postrevolucionario, esquivรณ la Revoluciรณn, remontรณ el Porfirismo, disimulรณ la Reforma y la Repรบblica Restaurada y se instalรณ, impunemente, en el oropel de mediados de siglo pasado. Reanรบdense en palacio las fiestas y los bailes. Firma Su Alteza Serenรญsima: Josรฉ Lรณpez Portillo.
Aunque la opiniรณn sabe que serรญa injusto e inexacto atribuir a Lรณpez Portillo toda la culpabilidad de la tormenta y la crisis, a estas alturas nadie ignora la gran magnitud de su responsabilidad y, menos aรบn, los extremos fabulosos de nepotismo y corrupciรณn que imperaron -รฉsa es la palabra- en su rรฉgimen. Con Lรณpez Portillo culminรณ la sacralizaciรณn de la presidencia. El Poder legislativo se construyรณ un palacio diseรฑado no para la deliberaciรณn sino para el culto a la persona del ejecutivo. El Poder judicial observรณ impasible el saqueo, declarando una y otra vez su solidaridad irrestricta con el presidente. La prensa, la doctrinaria y la comercial, de derecha y de izquierda, se cuidรณ de no tocar al intocable. Los terribles grupos de presiรณn adoptaron tambiรฉn los mรฉtodos cortesanos. Los miembros del gobierno -conscientes, muchos de ellos, de los errores y malos manejos- se aferraron heroicamente a sus puestos: la muerte antes que la renuncia. Y todo esto al tiempo en que una familia toma al paรญs como patrimonio.
La falta de lรญmites a la Silla presidencial ha llegado a sus lรญmites y la sociedad -o el tigre, si se quiere- comienza a despertar. ยฟQuรฉ hacer? Antes que nada reconocerlo. Porfirio Dรญaz fue un excelente lector del mapa polรญtico hasta que en 1908 dejรณ de advertir los reacomodos de la sociedad. Es cierto que ningรบn movimiento actual se asemeja al reyismo, pero los reacomodos existen para quien quiera leerlos. En muchos poblados del sur y del centro, anclados en el Mรฉxico viejo, es comรบn encontrar un alto grado de politizaciรณn local. En esos lugares la opiniรณn se muestra resueltamente adversa a los manejos oficiales. Los sociรณlogos citadinos obsesionados con los sociรณlogos citadinos minimizan รฉstas corrientes polรญticas populares o simplemente no las ven. Ignoran que la gente puede no saber leer pero sabe quiรฉn la gobierna y quiรฉn la roba. En el Norte hay un reclamo generalizado de autonomรญa relativa que se expresa en las elecciones, en la fuerza de la prensa regional y en otros muchos รกmbitos. Hay quien ve en estos signos una amenaza contra la nacionalidad, una estrella naciente en la bandera yanqui y otras catรกstrofes similares. Lo mรกs probable es que se trate, sin mรกs, de un vasto movimiento polรญtico en formaciรณn.
Una vez mรกs, como en 1908, la sociedad, las generaciones, las ideas y la geografรญa polรญtica estรกn cambiando. Porfirio Dรญaz no lo ignorรณ -la entrevista con Creelman asรญ lo indica- pero prefiriรณ la inmovilidad a la reforma profunda. En vez de restablecer la vida constitucional -con enorme provecho histรณrico para su rรฉgimen y su persona-; en vez de reconocer el decaimiento de su rรฉgimen; en vez de educar polรญticamente al tigre, creyรณ que podรญa no despertarlo. Quiso detener indefinidamente el movimiento del pรฉndulo democrรกtico y -confirmando la fรณrmula de Bryce- pagรณ con su rรฉgimen por ese agravio.
Un espejo distante
La reflexiรณn de Cosรญo Villegas sobre nuestra inconsciente vida democrรกtica es cierta pero no es necesariamente fatal. No se trata de esperar con los brazos cruzados la siguiente explosiรณn del agravio insatisfecho. La vida social no se rige como la de los astros, ni nuestras revoluciones van siempre sobre la grupa del cometa Halley. (Que regresa en 1986, por cierto). Si es verdad que carecemos del genio teรณrico de Francia y no nacimos predestinados a la democracia como Estados Unidos, nuestra historia reciente demuestra que poseemos cierta sabidurรญa para acumular pequeรฑas experiencias y aprovecharlas democrรกticamente. Mรฉxico fue, por mucho tiempo, paรญs de revoluciones y revueltas, pero tambiรฉn ha sido un paรญs de reformas. La Reforma Polรญtica mรกs reciente lo confirma. Con todo, serรญa un acto de soberbia e ignorancia creer que la historia mexicana ofrece las claves suficientes para prevenir la explosiรณn del desagravio y revertir los rasgos arcaicos de nuestra vida pรบblica. ยฟDรณnde buscarlas?
En 1980 pasรณ por Mรฉxico el famoso historiador francรฉs Emmanuel Le Roy Ladurie. Una de sus grandes cualidades ha sido la atinada comparaciรณn de circunstancias distintas y distantes, el viajar libremente por los tiempos y espacios histรณricos buscando ecos y resonancias, lecciones y advertencias. Hablando de Mรฉxico trazรณ un paralelo sorprendente: le recordรกbamos a Inglaterra en el Siglo XVIII. Le Roy Ladurie no se referรญa a nuestro desarrollo industrial o a nuestra riqueza -enorme, por lo demรกs, en ese momento- sino a nuestra estructura polรญtica. Tiempo despuรฉs, uno de los pocos mexicanos que verdaderamente saben historia polรญtica -Rafael Segovia- comentaba que la corrupciรณn polรญtica en Mรฉxico recordaba a la inglesa del XVIII y para ello hacรญa referencia a un libro revelador: The Structure of Politics at the Accession of George III de Sir Lewis Namier. Es obvio que aquel Estado inglรฉs, instrumento de la clase terrateniente, era de una naturaleza y una dimensiรณn muy distintas a la del Estado mexicano, que, en tantos sentidos, precede a la naciรณn. Pero cambiando lo que hay que cambiar -que es casi todo- hay un cierto paralelo en el funcionamiento de los dos sistemas. Francia, Espaรฑa e Italia son culturas mucho mรกs cercanas, pero lo importante en este caso no son sรณlo las semejanzas sino las palancas de progreso. En esto la Inglaterra del siglo XVIII puede ser, en efecto, un espejo remoto y aleccionador.
Habรญan quedado atrรกs las grandes querellas: el derecho divino de los reyes, la revoluciรณn, las guerras civiles y religiosas, y, en palabras del Ricardo II de Shakespeare, โlas tristes historias de reyes derrocados, abatidos por la guerra, perseguidos por los fantasmas de quienes habรญan depuestoโฆ todos asesinados.โ En el siglo XVIII Inglaterra iniciรณ la era de la estabilidad polรญtica. Purgados y sin fuerza, los conservadores –tories– permanecerรญan silenciosos por seis largos decenios, los mismos que durรณ el rรฉgimen de partido-รบnico: la vasta supremacรญa whig: 1725 a 1782. En aquella รฉpoca, explica Namier, antes que los negocios los hombres preferรญan el negocio de parlamento. โEstar fuera del parlamento es estar fuera del mundoโ escribรญa un almirante a un Lord en 1780. Era famosa la instituciรณn del โSecret Service Moneyโ: eg. la mordida. Un puesto en el parlamento whig no era un fin en sรญ mismo sino un medio para hacer enormes fortunas; para โservir a los amigosโ; para tener una tajada en la nรณmina civil; para avanzar en la escala profesional; para obtener prรฉstamos, mercedes, prebendas, contratos, recomendaciones, amparo de la justicia o, en general, como escribiรณ un contemporรกneo โquelque chose de par le roiโ.
El sistema electoral era antielectoral: โLas elecciones libres son perjudiciales. Debe evitรกrselas siempre que sea posibleโ. En los โBurgos podridosโ, una minorรญa de terratenientes manipulaba las votaciones a su voluntad. El vasto sistema de patronazgo y corrupciรณn (โthe old corruptionโ) deteriorรณ incluso a las venerables universidades de Oxford y Cambridge. Se prostituรญan las becas universitarias. โEn lugar de ser centros de instrucciรณn y estudio -escribe G. M. Trevelyan- eran establecimientos monรกsticos diseรฑados para la comunidad de los clรฉrigos becariosโ. Gibbon lamentaba sus aรฑos en Oxford: โEl espรญritu dogmรกtico es angosto, perezoso y opresivoโ (como en Mรฉxico). Hacia 1780 parecรญa difรญcil cambiar un sistema que habรญa durado 65 aรฑos. Tremelyan escribiรณ:
Una vez establecido, un sistema de corrupciรณn parlamentaria se torna cada vez peor, en especial cuando toca y afecta cada estrato de la pirรกmide polรญtica, desde el Primer Ministro hasta el mรกs insignificante de los votantes. Para destruirlo se requiere una voluntad polรญtica de tal magnitud y sinceridad que logre desviar las energรญas de los hombres hacia un verdadero propรณsito polรญtico.
El momento de cambio llegรณ despuรฉs de que Inglaterra perdiรณ las colonias americanas. Una enorme deuda pendรญa sobre el imperio. La voluntad polรญtica de la que hablaba Trevelyan provendrรญa del gobierno y de la sociedad. Cada cual harรญa su parte. Vale la pena detenerse en tres rasgos esenciales.
La parte del gobierno era gobernarse a sรญ mismo, poner la casa en orden. Esta reforma tuvo varios capรญtulos. Uno de ellos fue la โEconomic Billโ propuesta por una facciรณn de los whigs. Fue obra de Edmund Burke (el gran reformador que, por serlo, condenรณ la Revoluciรณn Francesa). Su discurso ante el parlamento en 1780 parece escrito para nosotros. โEs vital -escribiรณ- aceptar el cambio y encontrar el modo de ceder lo que es imposible seguir manteniendoโ, a lo cual aรฑadรญa una lista larga de despilfarros y corruptelas. Burke proponรญa la creaciรณn de una โSuperintendencia General de la Economรญaโ (equivalente a nuestra Contralorรญa) que vigilara la aplicaciรณn honesta y racional del gasto. Entre las aboliciones que discurriรณ estaban: los feudos que no producรญan ingresos sino influencias, las empresas improductivas de la corona, las jurisdicciones que sรณlo servรญan para oprimir o extraer ventajas. El enorme aparato de la Corte debรญa limitarse. Adiรณs a los aviadores, los contratistas polรญticos, los traficantes de pensiones, los galopines del rey que eran intocables por serโฆ miembros del Parlamento, los lambiscones, bufones, cuenteros y a todos los privilegios de la nobleza que, incrustada en el Parlamento, prosperaba a costillas del erario:
Ningรบn ingreso, ninguno, puede subsistir con el peso acumulado de instituciones caducas, lujos modernos y corrupciรณn polรญtica.
โPorque asรญ como la riqueza es poder, todo poder fatalmente se allegarรก riqueza de una forma u otraโ:
La corrupciรณn, que en sรญ misma es el resorte perenne de toda prodigalidad y todo desorden; que nos oprime mรกs que los millones de la deuda; que resta vigor a nuestros brazos, sabidurรญa a nuestros consejos y roba autoridad y crรฉdito a las disposiciones mรกs venerables de nuestra constituciรณn.
Aparte de elevar a rango jurรญdico sus ideas, Burke propuso instaurar un servicio pรบblico de carrera -administraciรณn despolitizada-, una paga justa a los servidores civiles y, lo que era fundamental, una reforma al poder judicial. Los jueces, escribiรณ, deben desvincularse por entero de la esfera polรญtica. Para ello hay que pagarles bien. โLa justicia pรบblica es lo que mantiene unida a la comunidad. La independencia de los jueces debe estar por encima de cualquier consideraciรณnโ. Trevelyan resume asรญ los resultados de la reforma: โCon la Reforma se asegurรณ que no reviviese el poder personal del rey. El nรบmero de prebendas y el monto del dinero secreto con que se habรญa corrompido al Parlamento fue cortado de modo drรกstico; se prohibiรณ a los contratistas gubernamentales formar parte del Parlamento; se removiรณ a todos aquellos oficiales que dependรญan del gobierno y no de los electores para sus puestos (10% del total). Habรญa muerto el degradante perรญodo de la corrupciรณn polรญtica. Se logrรณ purificar la vida pรบblica inglesa.โ
Un segundo acto de voluntad polรญtica requerรญa la cooperaciรณn, la confluencia, de sociedad y gobierno. Fue la lenta germinaciรณn de los partidos polรญticos. Para la mentalidad del siglo XVIII la autรฉntica polรญtica partidaria era impensable y absurda. El Doctor Johnson la tenรญa por un mal menor, pero un mal al fin. Pope, el poeta, escribiรณ con desprecio hacia 1714: โEl espรญritu partidarioโฆ: en su mejor instancia no es sino la locura de los muchos para la ganancia de los pocosโ. Y Macaulay lo resumรญa todo en este estribillo:
Then none was for the party
Then all were for the state.
En el siglo XVIII inglรฉs, a pesar de que las palabras tory y whig eran usuales, no puede hablarse de una lucha de partidos propiamente. El whig no era un partido sino un partido-รบnico, un partido-parlamento, un partido-gobierno, un PRI. El Parlamento era un cuerpo al que no se llegaba por una lucha electoral, sino por el sistema de clientes. El rey era, aรบn, la autoridad suprema a quien se debรญa la suprema lealtad. A fines del siglo XVIII comenzaron los cambios. Burke escribiรณ, nostรกlgicos todavรญa de los tiempos de unidad: โLas divisiones partidarias son -para bien o mal- inseparables de un gobierno libreโ. Las guerras napoleรณnicas (1795-1815) introdujeron un largo parรฉntesis en la polรญtica inglesa, pero al cabo de ellas surgieron nuevas demandas y nuevos reacomodos. La obsesiรณn de las clases dirigentes era evitar la Revoluciรณn introduciendo reformas. Y el reloj polรญtico avanzรณ.
En 1832 se introdujo la gran reforma polรญtica que abre el Parlamento a un sector de la clase media y a la nueva burguesรญa industrial y comercial, a costa de la aristocracia terrateniente. Es el aรฑo que marca el nacimiento de la polรญtica partidaria. La mentalidad habรญa cambiado. Ahora la voz cantante era Disraeli: โAl demonio con los principios: afรฉrrese a su partidoโ:
Sostengo que es enteramente imposible llevar a buen fin una constituciรณn sin partidos polรญticos. Digo que deben existir principios distintos que sean guรญas de conducta para los hombres pรบblicosโฆ pero sobre todas las cosas es necesario mantener la lรญnea de demarcaciรณn entre los partidos. Sรณlo con partidos independientes pueden ser รญntegros los hombres pรบblicos. Sรณlo con partidos independientes puede el Parlamento conservar su influencia y su poder.
El trรกnsito a la polรญtica partidaria requiriรณ la mรกs delicada sensibilidad polรญtica. Habรญa que buscar reformas que evitaran el derramamiento de sangre. Es cierto que hasta el Siglo XX se introdujo el pleno sufragio universal, pero tambiรฉn lo es que la reforma de 1832 no sรณlo era una demanda burguesa sino de toda la sociedad. 1832 fue el aรฑo de la revoluciรณn pacรญfica en Inglaterra, una revoluciรณn cuyos postulados y componentes de clase no diferรญan mucho de la de 1789 en Francia. Gracias a ella Inglaterra evitรณ el cรญrculo vicioso de Revoluciรณn y Reacciรณn.
Por parte del gobierno -conservador o liberal- el progreso polรญtico consistiรณ en anticipar, reconocer, sancionar y proteger los reacomodos sociales y polรญticos dรกndoles voz y voto: sindicatos, nuevas masas electorales, etcโฆ por parte de la sociedad, desde los burgueses hasta los obreros, de los disidentes religiosos y polรญticos a los cartistas, el progreso consistiรณ en ejercer una presiรณn organizada sobre el gobierno. Algunas veces esta dialรฉctica llevรณ a la violencia y la represiรณn, pero el progreso polรญtico era claro: la sociedad aprendรญa poco a poco a gobernarse a sรญ misma a travรฉs de los partidos. Con la competencia entre partidos desapareciรณ definitivamente la corrupciรณn. Proceso admirable pero difรญcil. Namier lo describiรณ con perfecta concisiรณn: โLas ideas polรญticas y los partidos son cuerpos de avance lento. El gobierno no parlamentario, sistema sabio como es, no naciรณ a la manera de Palas Ateneaโ.
La tercera palanca del progreso polรญtico fue la prensa. Aquรญ toda la voluntad fue de la sociedad. El gobierno no tuvo voz ni voto. Durante casi todo el siglo XVIII predominรณ, con altas y bajas, la censura. โLas publicaciones cuyo objetivo sea criticar al gobierno se considerarรกn libelos y como tal se castigarรกnโ. Contra esta legislaciรณn, antes que los grandes diarios (el Times nace en 1785) lucharon los grandes escritores polรญticos, Daniel Defoe publicaba su Revue a principios del XVIII; Addison querรญa โsacar la filosofรญa de los gabinetes para llevarla a los clubes y salonesโ. A pesar de la censura y del oneroso impuesto del timbre, los escritores siguieron haciendo polรญticaโฆ por escrito. La lista es inmensa: Swift, Fielding, el Doctor Johnson, Walter Scott, Coleridge, Dickens. Casi no hay excepciones.
La prensa fue la mayor escuela de educaciรณn polรญtica -Montesquieu se sorprendรญa de ver obreros leyendo periรณdicos-. Fue tambiรฉn un factor dinรกmico: enfrentaba al Parlamento y a la Corte, se permitรญa satirizar al Rey, mantenรญa una mirada vigilante sobre la vida pรบblica. Un escritor contemporรกneo solรญa decir: โSi en el futuro alguien quiere conocer la civilizaciรณn actual no necesitarรก ver ferrocarriles o edificios pรบblicos: le bastarรก un ejemplar del Timesโ. La sociedad requerรญa, mรกs que representantes en el Parlamento, ejecutores en el ministerio o la judicatura. Requerรญa un poder propio que vigilase a los otros tres. Un รณrgano que volviera pรบblico el regateo privado. Fue Burke quien acuรฑรณ la famosa frase sobre los periodistas: โUstedes son el cuarto poderโ.
Cuando la Revoluciรณn Industrial apareciรณ en el horizonte, la pรฉrfida Albiรณn, vacunada contra el despilfarro, llego a la cita con toda puntualidad. Habรญa puesto su casa en orden mediante una cuidadosa relojerรญa polรญtica: lรญmites autoimpuestos en el gobierno, una sana vida de partidos y una prensa que llevaba la independencia al fanatismo. Inglaterra no fue rica antes que democrรกtica. Fue democrรกtica antes que rica.
El recurso a la Constituciรณn
Si en Mรฉxico biografรญa presidencial es destino nacional, Miguel de la Madrid representa una posibilidad de desagravio y democratizaciรณn. Sus escritos jurรญdicos sugieren cuando menos un hecho: es un hombre que tiene la sensibilidad intelectual y moral para evitar la explosiรณn del agravio insatisfecho, poner de nuevo en marcha el enmohecido pรฉndulo y adoptar las lecciones histรณricas pertinentes que nos conduzcan a una democracia sin adjetivos.
Entrรณ en la Facultad de Derecho en 1952. Su huella polรญtica inicial no fue el alemanismo, que habรญa vivido como adolescente y menos aรบn la รฉpoca bronca de la Revoluciรณn, que durรณ hasta 1940, sino el ruizcortinismo: un rรฉgimen de contenciรณn y austeridad. En la escuela descubriรณ al guรญa mรกs entraรฑable para su generaciรณn: Mario de la Cueva. โNos hizo -recuerda- respetar a la sin par generaciรณn de los liberalesโ (inculcรกndonos) โun amor invariable y recio a la libertad y la justiciaโ. Al concluir su carrera, De la Madrid contribuyรณ tรกcitamente a los festejos del Centenario de la Constituciรณn de 1857 con una tesis que dirigiรณ, ademรกs de De la Cueva, Jesรบs Reyes Heroles, que por entonces publicaba su famoso estudio sobre El liberalismo mexicano.
El pensamiento econรณmico de la Constituciรณn de 1857 presagiaba las dos vertientes dominantes en De la Madrid: el tรฉcnico y el liberal. Su propรณsito era, por una parte, insertar la historia del constitucionalismo mexicano en la corriente universal y, por otra, haciendo referencia a la economรญa mexicana de mediados del siglo XIX, analizar comprensivamente las ideas econรณmicas de los liberales del 57. El texto es claro, riguroso y seco, pero tolera alguna emotividad al hablar del Cura Morelos o de โla invocaciรณn enรฉrgica de la forma republicana y liberalโ en 1824. El santanismo la parece โla tiranรญa mรกs oprobiosa que ha padecido nuestro paรญsโ; en el Plan de Ayutla ve โel despertar del poder constituyente del puebloโ. Sus palabras de mayor tensiรณn son para los constituyentes del 57, que supieron vindicar โel valor de la individualidad humana frente a la organizaciรณn estatalโ: El Constituyente, escribe De la Madrid,
representa todavรญa a una centuria de distancia una lecciรณn viviente para nuestra generaciรณn y para las posteriores. En medio de los festejos que mucho suenan a formalismos insinceros, la juventud actual ha comprendido que la enseรฑanza del 57 es una iniciativa permanente a la vida institucional y democrรกtica. No importa ya ahora considerar si sus textos tuvieron o no eficacia en organizar adecuadamente al Mรฉxico de entoncesโฆ es inevitable reconocer el legado inapreciable que nos dejan aquellos hombres que hicieron posible nuestra existencia nacional.
Esta faceta de su personalidad, inspirada por el constitucionalismo liberal, ha persistido hasta ahora. En 1962, al cumplirse el bicentenario de Rousseau, escribiรณ un largo ensayo sobre โla soberanรญa popular en el constitucionalismo mexicano y las ideas de Rousseauโ, donde refuta la teorรญa de una Constituciรณn por encima de la soberanรญa del pueblo. En 1963 abordรณ la reforma a la Constituciรณn en materia de representaciรณn y llama a los partidos a asumir su nueva responsabilidad. En 1964 estudiรณ la divisiรณn de poderes y la forma de gobierno en la Constituciรณn de Apatzingรกn. En ese ensayo cita a Morelos: โel influjo exclusivo de un poder se proscribirรก como principio de tiranรญaโ: Para De la Madrid la divisiรณn de poderes, como tal, seguรญa vigente:
creemos, con Montesquieu, que todo hombre investido de poder tiende su abuso y que es necesario implantar mecanismos institucionales que lo limitenโฆ sin separaciรณn de poderes no hay constituciรณn.
El proyecto polรญtico de De la Madrid es un reflejo de su biografรญa intelectual. En la campaรฑa electoral, sus menciones a los liberales y la ley fueron tan continuas como su prรฉdica constitucionalista. Se dirรญa que su proyecto quiere ser la puesta en prรกctica de una lectura mรกs estricta de la Constituciรณn. Donde dice Repรบblica, ser mรกs Repรบblica; donde dice Representativa, aproximarse mรกs al texto; lo mismo para las otras dos palabras clave: democrรกtica y federal. La Revoluciรณn Mexicana estรก presente en dos objetivos: una sociedad mรกs igualitaria y el nacionalismo revolucionario.
Al espรญritu republicano corresponden las ideas -algunas en marcha, otras en proyecto- de continuar la Reforma Polรญtica, establecer un diรกlogo continuo con los Partidos, dar juego a las Cรกmaras, reformar el Senado y el Poder Judicial. Tambiรฉn son importantes los lรญmites al Poder Ejecutivo, desde los simbรณlicos (el presidente paga impuestos y ataja el culto a la personalidad en el informe y en las placas conmemorativas) hasta los mรกs sustantivos: disposiciones contra el nepotismo y la amplia gama de abusos polรญticos, nuevas figuras delictivas, declaraciรณn anual patrimonial, etcโฆ El tono del rรฉgimen ha tenido, hasta ahora, ese rasgo general: โvolver a la sobriedad y austeridad propias del rรฉgimen republicano. La renovaciรณn moral se inserta tambiรฉn en el ideal republicano: la Secretarรญa de la Contralorรญa y la Ley Federal de Responsabilidades de los Servidores (no funcionarios) Pรบblicos son quizรก sus expresiones mรกs sobresalientes.
La palabra โDemocraciaโ se encuentra en dos de los postulados: planeaciรณn democrรกtica y democratizaciรณn integral. A ella corresponde la idea de continuar los Foros de Consulta Popular: una suerte de plebiscito cotidiano que genera un โmandatoโ directo del pueblo. Por รบltimo, el tรฉrmino โfederalโ se refleja en la โDescentralizaciรณn de la vida nacionalโ, cuyos aspectos mรกs relevantes son la Reforma al Artรญculo 115 constitucional en apoyo de los municipios -un clamor desde antes de la Revoluciรณn- y la prueba de fuego: la descentralizaciรณn educativa, una vuelta a las ideas de los liberales del 1917, no de los centralistas vasconcelianos de 1921.
Serรญa prematuro intentar el balance amplio de un sexenio que apenas comienza, pero a la luz de nuestra oscilante historia polรญtica cabe quizรก afirmar que el proyecto polรญtico de De la Madrid puede significar un sesgo profundo en la etapa postrevolucionaria, el ocaso definitivo del dadivoso neoporfirismo, la vuelta al legado constitucional del siglo XIX y del maderismo, y la posible reversiรณn de las tendencias autoritarias del siglo XX. Nuevas -y viejas- palabras aparecen en los discursos pรบblicos junto a la Revoluciรณn: independencia, soberanรญa, mandato, federalismo, representaciรณn, divisiรณn de poderes, repรบblica. La polรญtica podrรญa volver a desplegarse como una dimensiรณn autรณnoma, y el Estado perderรญa quizรก sus inรบtiles prestigios hegelianos para reducirse a una perfectible creaciรณn humana. Hay conciencia de los lรญmites a los que lleva la falta de lรญmites en la Silla presidencial. Aunque el proyecto no recoge sรณlo el legado del liberalismo constitucional, รฉse es, a mi juicio, su perfil dominante.
El proceso serรก difรญcil. La renovaciรณn moral o la democratizaciรณn integral estรกn todavรญa, por desgracia, en un estado embrionario. No son aรบn la cosa misma: renovaciรณn, democracia. Si en lo polรญtico el Presidente De la Madrid busca algo mรกs que un gobierno digno, recto, republicano y austero -obligado, sobre todo, por las circunstancias-, su desempeรฑo polรญtico deberรก rebasar decididamente los mรกrgenes del proyecto inicial hacia medidas que propicien una gran participaciรณn polรญtica y que por su dinรกmica propia impidan cualquier reversiรณn autoritaria.
Por lo demรกs, es verdad que sรณlo una parte de la obra polรญtica depende del presidente y de los colaboradores. El resto corresponde a la sociedad. Estรก en la esencia de un gobierno democrรกtico el no desdoblarse en sociedad civil. Si el gobierno renuncia a la omnipresencia y la sociedad no participa ocupando el espacio polรญtico que le corresponde, el vacรญo lo llenan los Porfirio Dรญaz y Victoriano Huerta de la hora. Esa participaciรณn es incierta. Por ahora, en 1984, lo รบnico claro es que el cuerpo polรญtico y la sociedad civil tienen frente a sรญ una labor titรกnica de reforma que en principio admite resumirse en tres preguntas claves: ยฟHa comenzado a poner, el gobierno de De la Madrid, diques perdurables al poder ejecutivo y, en general, al Estado? ยฟPodemos desplegar una sana y madura vida de partidos? ยฟCuรกl es la situaciรณn actual de la prensa? No son, admitรกmoslo, todas las condiciones para la democracia, pero en nuestras circunstancias de hoy, como en la unรกnime y corrupta Inglaterra dieciochesca, son las fundamentales.
Gobierno que se gobierna
El problema de limitar, racionalizar y depurar al Estado mexicano es infinitamente mรกs difรญcil de lo que fue para aquellos caballeros, serenos y empelucados, del siglo XVII. De la Madrid lo estรก intentando con un mรฉtodo y un sentido en cierto modo similares, viendo en la corrupciรณn “el resorte perenne de toda prodigalidad y todo desorden”. Con todo, hasta ahora, en la prรกctica la Renovaciรณn Moral ha sido casi inexistente. La revista Proceso es, hoy por hoy, mรกs efectiva que la Secretarรญa de la Contralorรญa. Ha denunciado la corrupciรณn con hechos fehacientes y recogido testimonios alucinantes. Es la opiniรณn pรบblica la que ha desterrado a Lรณpez Portillo, no la justicia federal, cuyo รบnico gran campanazo ha sido hasta ahora el encarcelamiento de Dรญaz Serrano. El concepto de Renovaciรณn Moral que maneja el rรฉgimen ha estado mรกs cerca de la tรฉcnica que de la justicia. Criterio dudoso. Mรกs que un aluviรณn de leyes y un ejรฉrcito de contralores -aunque ambos son necesarios- el paรญs necesita actos de justicia: claros, abiertos, fundamentados, indiscutibles.
Si los chivos expiatorios son culpables no son chivos expiatorios. El acto de justicia que la opiniรณn aรบn espera es el juicio a Lรณpez Portillo y Cรญa: los autores del Robo del Siglo. Ese juicio es la condiciรณn necesaria para desagraviar histรณrica y moralmente a Mรฉxico. Y la รบnica posible. Hubo un momento en que un presidente de Mรฉxico actuรณ contra un expresidente en abono del sistema, de la ley y de la propia instituciรณn presidencial: Cรกrdenas contra Calles. ยฟEs acaso imposible que, respetando puntualmente los cauces legales, un rรฉgimen promueva un juicio a su antecesor? Vivimos oficialmente una economรญa de guerra: una guerra hasta ahora no declarada oficialmente y de la cual, oficialmente, no hay responsables. La opiniรณn no lo cree, de ahรญ que albergue un profundo agravio.
La nueva actitud del Presidente, el estilo personal de De la Madrid, es otro tema capital en el proyecto de limitar el poder y propiciar la democracia. La sobriedad republicana resulta un fin en sรญ mismo, sobre todo a raรญz de los รบltimos sexenios. El Presidente ha logrado transmitir una imagen de reciedumbre, sinceridad y limpieza. Se dirรญa que se ve en la figura de un cirujano obligado a practicar una operaciรณn dolorosa. Sรณlo asรญ se explica la firmeza casi quirรบrgica con que persigue su programa econรณmico, asรญ tenga que partir lanzas con los sindicatos universitarios o con Fidel Velรกzquez. Pero hay todavรญa un largo trecho de virtud polรญtica y moral por recorrer. El republicanismo no supone, necesariamente, la lejanรญa del Presidente. Popular no es sinรณnimo de populista. Cirugรญa no equivale a curaciรณn. Es verdad que un acercamiento mayor y mรกs emotivo del Presidente al pueblo puede significar riesgos. Podrรญan suceder interpelaciones desagradables, quejas que el propio Presidente no pueda paliar. Pero el acercamiento es necesario. El mensaje no puede consistir sรณlo en la frase de Sรฉneca: “Soporta y renuncia”. La gente, mรกs responsable y adulta de lo que los polรญticos suelen creer, necesita horizontes. La carga de la crisis serรญa mucho mรกs llevadera si el Presidente y sus ministros suministrasen con calor, con claridad y sin tecnicismos una amplia informaciรณn: causas de la crisis, errores cometidos, proyectos, restricciones, perspectivas, plazos, comparaciones con otros paรญses y recursos, sobre todo recursos: materiales, humanos, histรณricos. Pero ademรกs de la informaciรณn, una mayor presencia. La sensaciรณn de que el Presidente no sรณlo dice compartir sino que, en efecto, comparte los enormes sacrificios del pueblo. El mensaje de De la Madrid ha sido fundamentalmente estoico, pero el mexicano, desde hace siglos, aumenta su estoicismo con un poco de fe. Nada se puede sin creencias.
No sรณlo de moral vive el hombre. Tambiรฉn de pan. Por fortuna la lecciรณn de lรญmites es igualmente aplicable y no sรณlo en el siglo XVIII. A estas alturas de nuestro siglo, en tรฉrminos econรณmicos deberรญa estar claro que la creatividad de un rรฉgimen puede consistir en una labor de afinamiento quitar la grasa inรบtil, remover los quistes de ineficiencia y corrupciรณn. Es un proyecto que no tiene nada de “burguรฉs”: lo practica, con poco รฉxito, el camarada Andropov, con alguno el camarada Deng y con mucho el seรฑor Kadar. En todo el mundo occidental -incluyendo los paรญses europeos con gobiernos socialistas- se debate intensamente el costo del Estado. En todas partes menos en las catacumbas del poststalinismo se reconoce que la ineficiencia de la planeaciรณn central no beneficia, a la larga, ni a los planificadores centrales.
El sector estatal es inmenso. En este momento de aguda depresiรณn econรณmica, el gobierno deberรญa ser mucho mรกs drรกstico en su polรญtica de recorte con esas empresas. Paralelamente, es necesario identificar o crear islas de salud en el sector pรบblico y apoyarlas. El Estado no puede preverlo todo. Debe concentrarse. En su momento Espaรฑa concentrรณ sus esfuerzos en el turismo, Noruega en el petrรณleo, Corea del Sur en la industria naviera. Mรฉxico necesita una tabla de prioridades. La revoluciรณn educativa en marcha es un buen ejemplo. El mal que busca erradicar -limitar- es asfixiante. Un complemento natural serรญa identificar y apoyar islas de alta cultura e investigaciรณn cientรญfica con la รบnica condiciรณn de que prueben -en la competencia internacional- su excelencia.
Un proyecto urgente -la lecciรณn inglesa en esto es muy clara- consistirรญa en llevar a cabo una Reforma Jurรญdica complemento de la Renovaciรณn Moral. Al parecer, se estรก intentando. El Poder Ejecutivo debe colocar, por encima de su poder, a otro poder: el Judicial. El Poder Judicial debe ser, realmente, la รบltima instancia. Habrรญa que remover siglos de corrupciรณn, mentira y descrรฉdito, rehacer la actitud del mexicano frente a la ley. Es difรญcil pero no imposible: grandes actos de justicia suelen hacer maravillas con la mentalidad pรบblica. Hasta ahora sรณlo el crimen es noticia. La justicia podrรญa empezar a serlo. Si el gobierno logra, por ejemplo, una transformaciรณn profunda en el sistema penal y en la policรญa harรก un bien inmenso. Para las grandes mayorรญas el Estado es donde el Estado toca: la policรญa. Y hay toques que matan.
Pero la piedra de toque es la corrupciรณn: “Nos oprime mรกs que los millones de la deuda”.
De todas, no todas
Una pregunta recorre las calles de Mรฉxico, ululante como la Llorona: ยฟquรฉ haremos con el PRI? Seguramente es prematuro -y ojalรก nunca sea necesario- recitarle el mejor poema de Manuel Acuรฑa: “Ante un cadรกver”. Quizรก ya sea inรบtil aplicarle el truco que recomendaba Disraeli y que los mexicanos hemos ejercido sin leer a Disraeli: dejar el fondo, cambiar el nombre. Previendo su personal desapariciรณn antes del aรฑo 2000, Fidel Velรกzquez -junto con Calles y Cรกrdenas, el mayor polรญtico mexicano del siglo- podrรญa quizรก canalizar al PRI hacia formas partidarias modernas que lo acerquen, dada su base obrera, a una forma de laborismo o social democracia. En todo caso, la lecciรณn sugiere una paulatina cesiรณn de poder allรญ donde se justifique. Hay que empezar en algรบn momento. La hegemonรญa whig durรณ 65 aรฑos; la transiciรณn al pleno bipartidismo tomรณ otros tantos.
Comparado con los partidos รบnicos del Este, cuya inmovilidad quita el sueรฑo tanto a Andropov como a Deng, el PRI es una liebre. Pero para nosotros, a pesar de su capacidad de movilizaciรณn, es una tortuga. Hay quien prefiere buscar la democratizaciรณn bajo el manto protector del PRI, el eterno cambio “desde dentro”. Las lecciones histรณricas muestran que la รบnica regeneraciรณn eficaz es la libre competencia polรญtica, desde el nivel municipal. Dos ejemplos: nunca fue mรกs rampante la corrupciรณn en Norteamรฉrica como al finalizar la Guerra Civil, cuando imperaba, de hecho, un solo partido: el bipartidismo cambiรณ las cosas. Italia, por su parte, democratizรณ su sistema desde la raรญz: los ayuntamientos comunistas han funcionado con eficacia y honestidad. Nada ayudarรญa mรกs al PRI que reconocer los triunfos de los otros partidos. Lo obligarรญa a modernizar su sistema de reclutamiento, a definir sus diferencias con la izquierda y la derecha, a recuperar el siglo XIX -la herencia liberal y el sentido original de la Independencia- y, quizรก, a encontrar formas imaginativas de renovar, para las nuevas generaciones y para sรญ mismo, la imagen de la Revoluciรณn Mexicana. Por desgracia, su comportamiento electoral y el de las autoridades ha dejado mucho que desear en 1983: en muchos municipios los fraudes electorales fueron obvios. Circunstancia peligrosa: en Mรฉxico las mechas de violencia no se encienden en grandes espacios. Recuรฉrdese al estado de Morelos en 1909. La democracia comienza por el respeto a las urnas.
Los problemas del PAN son menores, pero no son pocos. Carece de lรญderes nacionales y grandes figuras. Desde la muerte de Cristlieb Ibarrola no ha producido ideรณlogos, sino hombres de choque ideolรณgico -que es distinto-. El PAN es el anti-PRI. No ha podido presentar un amplio programa alternativo. Tampoco ha sabido reivindicar ciertas raรญces liberales en el pensamiento de Gรณmez Morรญn y, menos aรบn, la parte recuperable de la tradiciรณn conservadora. Con todo, por 45 aรฑos ha permanecido activo e independiente. Debe renovar su programa, pero es el molde potencial para una lucha moderna de partidos.
En 1973 el 33% del D.F. votรณ por el PAN. En 1982 obtuvo el 14% de la votaciรณn nacional. Pero fue en 1983 cuando se rompieron todos los pronรณsticos. El PAN fue el gran beneficiado de la tormenta y de la crisis. En el norte ganรณ varias presidencias municipales y casi una gubernatura. Este proceso alarmรณ al PRI y a los partidos de izquierda. Se dijo que la apertura democrรกtica en el norte desatarรญa el desplome del dominio polรญtico: primero el PRI perderรญa un estado, despuรฉs todos los estados, luego el paรญs perderรญa al norte (y al PRI). El argumento es malo. Las elecciones limpias tienen y tendrรกn muchas ventajas, aun si el PAN sigue triunfando: el norte recobrarรญa un margen de iniciativa histรณrica con respecto al centro, la competencia geopolรญtica revitalizarรญa incluso la vida econรณmica del paรญs, el proceso significarรญa una descentralizaciรณn efectiva y “desde abajo”. Temer que los Estados Unidos devoren la zona es desvariar. Si los peligros para la nacionalidad son hipotรฉticos, no lo son sus ventajas: una frontera mรกs libre podrรญa competir -industrial, comercial y culturalmente- con nuestros vecinos. La cultura mexicana no necesita del PRI para defenderse y tampoco del PAN: por siglos lo ha hecho sola. En suma, si la receta histรณrica funciona, lo sabio es ponderar la profundidad del reacomodo polรญtico y reconocerlo.
Esto es, precisamente, lo que se hizo ante un movimiento menos generalizado pero mรกs explosivo: la disidencia del 68. Por desgracia, los partidos de izquierda no han aprovechado democrรกticamente la apertura. Estamos lejos de tener un partido socialista como los de Francia o Espaรฑa, o un partido comunista como el italiano. Hay varias razones histรณricas que lo explican pero entre todas resalta una: la izquierda en Mรฉxico (me santiguo tembloroso al decirlo) no esta acostumbrada a la democracia.
Dato central: carecen de peso electoral. Son una minorรญa concentrada geogrรกfica y profesionalmente alrededor de los campus universitarios con una alta dependencia econรณmica del Estado. Carecen de la compleja experiencia histรณrica de partidos similares en Chile o Brasil. No logran atraer a los campesinos, a la vasta clase media ni a la clase obrera. El legado ideolรณgico del marxismo-leninismo y del stalinismo tiene todavรญa un peso decisivo en las actitudes de la izquierda y les bloquea la apertura a una democracia sin adjetivos. Para colmo, viven un estado crรณnico de pulverizaciรณn e intolerancia interna. Donde hay dos hombres de izquierda hay tres facciones.
Esta condiciรณn de mรบltiple aislamiento histรณrico, social, ideolรณgico, material y geogrรกfico se ha traducido, naturalmente, en una propensiรณn a violentar su propio crecimiento e influencia por atajos no democrรกticos, como son el chantaje ideolรณgico y la huelga polรญtica. Mรฉxico es quizรก el รบnico paรญs del mundo donde el 68 sigue vivo. Su recuerdo es el elemento de presiรณn mรกs socorrido por estos grupos, cuya dirigencia -sobre todo en el PSUM- proviene de aquel movimiento. Su poder no reside en los votos sino en el ruido ideolรณgico. Es un poder arrancado con buenos dividendos al Estado, no ganado por los votantes.
Siempre hay una sombra de violencia en la actitud de la izquierda. En sus discursos nunca falta la palabra lucha; en sus desfiles, el puรฑo cerrado; en sus mitologรญas, la revoluciรณn. De allรญ que busquen a menudo la provocaciรณn, el desquiciamiento: “Mientras peor, mejor”. No importa que sus actitudes puedan despertar a los dinosaurios de la derecha, no importa que con el tono de sus manifestaciones al Zรณcalo -1968 revisited– se enajenen las simpatรญas de muchos posibles votantes.
Hay que distinguir. El PPS es un partido del pasado. Los trotskistas del PRT, herederos finalmente de una tradiciรณn mรกs humana, tuvieron la sabidurรญa de presentar como candidato presidencial no a un doctor en la Revoluciรณn Permanente sino a una mujer valiente. Ganaron simpatรญa y votos. El PST ha respetado, al parecer, los procesos democrรกticos. El PMT -todavรญa sin registro- se ha librado hasta cierto punto de la escolรกstica: representa el germen de una izquierda mexicana. Lo encabeza un ciudadano ejemplar: Heberto Castillo. Pero lo cierto es que ninguno de los grupos o partidos de izquierda puede disimular la impaciencia y el desdรฉn por la “democracia burguesa” y las “libertades formales”.
Y sin embargo, pocos cuerpos polรญticos hay en Mรฉxico con la vitalidad e iniciativa de la izquierda. Si los partidos de izquierda evolucionasen hacia formas europeas podrรญan constituir un motor positivo de reforma. Para construir esa izquierda moderna las recetas no son inglesas sino espaรฑolas: ejercer la crรญtica de los socialismos reales, รบnica forma de delinear quรฉ esta vivo y quรฉ no del proyecto socialista; abandonar la enrarecida escolรกstica -el espรญritu dogmรกtico, del que hablaba Gibbon-; abrir ventanas a otras experiencias intelectuales y polรญticas de Occidente; elaborar un proyecto viable y realista para Mรฉxico, sin olvidar el nivel avanzado de nacionalizaciรณn econรณmica y sus altos costos; administrar los ayuntamientos que llegase a ganar con pulcritud y eficacia, no como plataformas de una mini revoluciรณn. Pero sobre todo, la izquierda debe valorar la libertad polรญtica de los otros, las opiniones de los demรกs. Cuando el Partido Socialista Chileno se radicalizรณ y olvidรณ los mecanismos democrรกticos acercรณ al paรญs al abismo. Cuando el Partido Socialista Obrero Espaรฑol vio en la democracia un fin -no una panacea- perdiรณ sus dogmas, pero ganรณ el poder.
La prensa que hace falta
Si en el futuro alguien quiere conocer la vida en Mรฉxico y toma un ejemplar de cualquier periรณdico actual no entenderรก nada. Cosรญo Villegas definiรณ nuestra prensa asรญ: “es una prensa libre que no usa su libertad”.
Dejemos a un lado la corrupciรณn, los embutes, las plumas mercenarias y toda el hampa periodรญstica. Si se juzga el contenido de la prensa no oficial, a pesar de que no faltan los buenos periodistas, el panorama es desolador. La prensa comercial independiente usa su libertad para promover sus negocios. Es un escaparate de novedades para la burguesรญa, una zona rosa en blanco y negro, inocua polรญticamente. Su divisa es aplaudir o callar. A su derecha prosperan algunas publicaciones que ademรกs de escaparate son heraldos del conservadurismo mรกs rancio y antidemocrรกtico. No hay una prensa de centro: la tierra de nadie. En el centro izquierda hay varios periรณdicos apreciables pera anodinos: soles en el crepรบsculo, dรญas nublados, universales particulares. El diario de mayor circulaciรณn, Excรฉlsior, vive de su capital acumulado, contiene buena informaciรณn y cuenta con algunos editorialistas intelectualmente respetables, pero es sensacionalista, venal e ideolรณgicamente tendencioso. Su problema mayor es la falta de autoridad moral: las manos sucias del golpe de 1976 y su ya proverbial polรญtica de calumnias. Unomรกsuno, el diario mรกs joven, tiene por el contrario cierta autoridad moral, es creativo e inteligente, pero le falta informaciรณn e incurre, con frecuencia, en el terrorismo verbal, la distorsiรณn y el dogma. Una oportunidad perdida: da al campus lo que es del campus pero se lo niega a la verdad.
La ecuaciรณn de nuestra prensa despeja, por eliminaciรณn, la incรณgnita: falta la voz de la opiniรณn pรบblica, un periรณdico independiente, plural, crรญtico, profesional, liberal, que compita con los mejores diarios de Occidente tanto por la calidad de sus plumas -nacionales y extranjeras- como por la creatividad; precisiรณn, oportunidad y objetividad de su informaciรณn. Un diario asรญ serรญa -ademรกs de un gran negocio- la mejor Secretarรญa de Educaciรณn polรญtica del paรญs.
De nuevo Espaรฑa. La transiciรณn democrรกtica hubiese sido impensable sin la prensa: se adelantรณ a habitar, a conquistar un territorio democrรกtico. En 1969 era todavรญa imposible criticar al ejรฉrcito o a Franco pero no a sus polรญticas. Esta crรญtica pragmรกtica fue fundamental y nos ha hecho una enorme falta en Mรฉxico. Imaginemos a un periodista mexicano colรกndose, en febrero de 1981, en las reuniones del gabinete econรณmico donde se sabรญa y discutรญa la inminencia del desastre. Imaginemos las ocho columnas, el shock de la opiniรณn y el gobierno literalmente forzado a corregir el rumbo. Imaginemos a unos ministros y directores que renunciaran en masa como forma de presiรณn al Presidente. Pero es mucho imaginar.
ยฟY los intelectuales? Nuestros รฉmulos de Swift, Defoe y Dickens, nuestros valerosos abajofirmantes que con grave riesgo de sus vidas denuncian dรญa a dรญa las conspiraciones de las bestias negras que nos vigilan y asedian, no rebosan convicciones democrรกticas. Nada menos habitual en ellos que realizar encuestas de campo -con un sindicato, municipio, ejido, transeรบnte u obrero- para averiguar lo que la gente pide o es. Nada les repugna mรกs que confrontar sus emociones convertidas en teorรญas o sus ocurrencias transformadas en doctrinas con los datos empรญricos y las cifras de la realidad.
Grandes cosas pueden predicarse de la mayorรญa de nuestros intelectuales, pero no su independencia. Por desgracia, es la prenda fundamental para servir democrรกticamente a la sociedad y no orgรกnicamente al Estado. La estatolatrรญa es el opio de nuestros intelectuales, su enfermedad profesional. Como el herpes al amor, este mal los inhabilita para la democracia. Las razones son obvias. El sistema democrรกtico requiere juego polรญtico por fuera del Estado y voz para la sociedad civil. La crรญtica de los estatรณlatras se limita siempre a regaรฑar al Estado por no crecer. Lo curioso es que la mayorรญa entre ellos veneran al Estado en nombre del marxismo. Para refutarlos no hay que imaginar a Marx en el siglo XX escribiendo, en vez de El Capital, El Estado. Bastan dos pรกrrafos de El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte,
… este espantoso organismo parasitario que se ciรฑe como una red al cuerpo de la sociedad francesa y le tapona todos los poros… tiene atada, fiscalizada, regulada, vigilada y tutelada a la sociedad civil desde sus manifestaciones mรกs amplias de vida hasta sus vibraciones mรกs insignificantes, desde sus modalidades mรกs generales de existencia hasta la existencia privada de los individuos…
Este cuerpo parasitario adquiere, por medio de una centralizaciรณn extraordinaria, una ubicuidad, una omnisciencia, una capacidad acelerada de movimientos que sรณlo encuentra correspondencia en la dependencia desamparada, en el carรกcter caรณticamente informe del autรฉntico cuerpo social.
Cuando la acumulaciรณn originaria del capital apareciรณ en el horizonte como regalo de la naturaleza, Mรฉxico la dejรณ ir, a una velocidad sin precedente. Sin un gobierno que se gobernase a sรญ mismo, sin una sana vida de partidos, sin una prensa independiente y objetiva que diese voz y al mismo tiempo formase a la opiniรณn pรบblica; sin una vida polรญtica moderna, es natural lo que nos ocurriรณ. Quisimos ser ricos antes que democrรกticos.
Iniciativa
Francisco Franco creรญa, como muchos de nuestros intelectuales y polรญticos, que la tradiciรณn polรญtica ibรฉrica invalidaba a su paรญs para la democracia. El tiempo, el deseo espaรฑol de igualar a las demรกs naciones europeas y la voluntad, el carisma y la inteligencia del rey y de otros hombres excepcionales, lo desmintieron. En Mรฉxico, otro argumento socorrido por los amigos del statu quo, es el posible precio de inestabilidad que habrรญa que pagar si la transiciรณn de la democracia formal a la democracia sin adjetivos fuese drรกstica. No tiene por quรฉ serlo, pero tampoco hay por quรฉ hacer un dios absoluto de la estabilidad. Italia resistiรณ el embate desquiciante de las Brigadas Rojas no a pesar sino gracias a su temperamental sistema democrรกtico. No es imposible que surjan brotes de violencia urbana o rural en Mรฉxico. Habrรญa que vencerlos y no usarlos como pretexto para bloquear el proceso democrรกtico. El caso es empezar en todos los frentes y comprender -como Espaรฑa lo ha comprendido- que la democracia no es la soluciรณn de todos los problemas sino un mecanismo -el menos malo, el menos injusto- para resolverlos.
Si, como lo demuestran varios ejemplos, la democracia no es mala vacuna contra la gran corrupciรณn, el argumento de que una apertura mayor retrasarรญa la recuperaciรณn econรณmica tampoco se sostiene. Lรญmites, partidos y prensa pueden ayudar a la revitalizaciรณn, aunque operan en esferas distintas. La democracia produce dignidad, no divisas.
El apremio econรณmico y el malestar del agravio insatisfecho pueden alterar el sentido de las proporciones. La mirada mรกs distraรญda por el mundo actual descubre que Mรฉxico esta lejos de ser una naciรณn profunda o irremediablemente desdichada. Al acercarse el aรฑo 2000, cada paรญs, desarrollado o no, padece su carga de desventura: guerra civil o guerra sin mรกs, desintegraciรณn nacional, hambrunas, migraciones, dominaciรณn extranjera, querellas religiosas, inestabilidad, miedo a ser blanco de un ataque nuclear, miedo de iniciarlo. Mรฉxico se habรญa librado de casi todas las desgracias especรญficas del siglo XX. Pero no pudimos esquivar la crisis econรณmica. Aun asรญ, hay recursos para remontarla y datos que consuelan y desafรญan: estimaciones recientes del Banco Mundial nos colocan nada menos que en el dรฉcimo sitio entre las economรญas de Occidente. La nuestra no es, ademรกs, una crisis aislada, sino un problema continental cuyos avatares podrรกn acercarnos mรกs a Latinoamรฉrica que todos los ensueรฑos de Bolรญvar. Sin embargo, no debemos olvidar que la ausencia de democracia fue una de las causas del actual desastre econรณmico. No hay mejor ni mรกs probada receta para repetirlo que resignarnos al statu quo, concentrar el poder y no propiciar mecanismos de vigilancia y autocorrecciรณn. La democracia, ademรกs, no sรณlo es un mรฉtodo para resolver los problemas internos sino para hacerse oรญr afuera. Sin democracia -que es concordia profunda y madurez polรญtica- nuestra voz internacional se escucharรก menos.
La clave puede estar en una palabra: iniciativa. Hay que tomar la iniciativa. No es una palabra ajena a nuestro vocabulario histรณrico: Mรฉxico aboliรณ la esclavitud antes que Estados Unidos e Inglaterra; desarrollรณ un mestizaje polรญtico y social mรกs limpio e igualitario que el de esos paรญses; desterrรณ de un plumazo los prejuicios raciales y religiosos, y ha sido siempre, por vocaciรณn, puerto generoso y seguro para el perseguido de otras tierras. La Revoluciรณn Mexicana fue tambiรฉn, a su modo, una gran iniciativa, el primer asalto mundial al bastiรณn del liberalismo econรณmico. Y ya en la raรญz misma -lo olvidamos a menudo- Mรฉxico fue Estado nacional antes que Italia o Alemania. Mรกs de ciento setenta aรฑos de vivir como una comunidad nacional, y muchos mรกs como una comunidad cultural, son suficientes para tomar -para volver a tomar- la iniciativa democrรกtica. Tenemos un tiempo limitado: el de nuestras vidas.
23 de noviembre de 1983
Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clรญo.