Neil Harbisson es un artista que nació con acromatopsia, una condición médica que le impide ver los colores: su mundo se mira en escala de grises. A los 21 años comenzó a utilizar una antena que, conectada a unos audífonos, le daba a cada color una nota distinta, de modo que es posible escuchar los colores. Después optó por una antena fija en la base de su cabeza, que permitía al sonido viajar hasta sus oídos. La que actualmente utiliza está instalada en el cráneo por medio de tornillos (la misma que mostró en el Campus Party en México en 2011). Este eyeborg tiene un sensor que detecta la frecuencia del color que se encuentra frente a él y la envía al chip en la parte trasera de la cabeza, de tal modo que puede escuchar el color a través de la conducción ósea.
A cada color le corresponde una nota, así que tuvo que memorizar cada una, pero no tardó mucho en percibirlas, en tener un nuevo sentido que le permite escuchar los colores automáticamente.
Luego, cuando empezó a soñar los sonidos del color, se dio cuenta de que el software y su cerebro se habían unido. Lo que al principio era un simple dispositivo externo a su cuerpo, terminó fusionándose con él. Finalmente había logrado ampliar sus sentidos.
Harbisson siempre consideró que la antena era una extensión de su cerebro. Gracias a eso, en 2004 pudo convencer al gobierno británico para que le permitiera aparecer con ella en la fotografía del pasaporte[1], convirtiéndose en el primer cyborg del mundo.
Cuando llegó al punto de poder escuchar el espectro de los 360 colores visibles al ojo humano, quiso aumentar su capacidad. Ahora puede escuchar colores invisibles: infrarrojos y ultravioletas.
Al ser el sonido su guía, es capaz de transpolar al sentido del oído lo que de principio sería una experiencia únicamente visual. Por ejemplo, ha dicho que la cantidad de colores en el supermecado lo hacen sentirse como si se fuera de antro, se viste para “sonar” bien y puede escuchar un Picasso.
La antena, que también cuenta con bluetooth, le permite conectarse a internet y recibir llamadas telefónicas. Normalmente está conectado con cinco personas, una en cada continente. A principios de octubre de este año, Harbisson decidió abrir al público la posibilidad de conectarse con él. En su página de Facebook anunció que durante los próximos seis meses estará conectado inalámbricamente a una escultura de su propia cabeza (antena incluida), que estará en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, como parte de la exposición +Humanos. Junto a la cabeza hay tarjetas de varios colores. Cada vez que le acerquen un color, Harbisson lo percibirá en cualquier parte del mundo en que se encuentre.
En 2010, Harbisson y Moon Ribas crearon la Cyborg Foundation, con el objetivo de ayudar a la gente a convertirse en cyborg para aumentar sus sentidos y ampliar sus conocimientos. (¿Qué diría Aristóteles a todo esto?) Harbisson busca que se creen apps para el cuerpo en lugar de más para el celular. Por lo pronto, existe una app que permite probar la “experiencia Harbisson”.
A diferencia del androide, cuyo conflicto[2] tradicionalmente reside en que él mismo o los que lo rodean ignoran que no es completamente humano, el cyborg –que busca fusionarse con la tecnología y convertirse en un ser ampliado o remediar una falta– generalmente conoce su condición.
Pero, ¿en realidad queremos sobrepasar los límites humanos? Por un lado hay quienes consideran que la dependencia a la tecnología nos está llevando a la pérdida y desconocimiento de nuestra humanidad y naturaleza. Al respecto, el mismo Harbisson ha narrado que la operación necesaria para integrar el implante a su cráneo fue rechazada por diversos comités de Bioética, bajo el argumento de que la fusión humano y tecnología era “anti natural, nada saludable y peligrosa”. Finalmente, la antena fue implantada al cráneo de Harbisson por un médico que permanece anónimo. Se asume que lo natural debe permanecer como tal. En contraste, en su ensayo “Golems in the Biotech Century” Byron Sherwin, señala que la naturaleza no es siempre tan benigna como los naturalistas parecen creer.
De acuerdo con Harbisson, el problema radica en que el uso de la tecnología se limita a la corrección de condiciones médicas, pero si la cirugía está destinada a superar o diferenciarse de esas capacidades, no es aceptada.
La operación de Harbisson parece ser la punta de lanza en la expansión sensorial no necesariamente a partir de una falta, sino de un deseo de superar las propias capacidades. ¿Será que el internet de las cosas (the internet of things) acabará por convertirse en el internet de las personas?
[1]Aparece así e la foto no porque se haya añadido legalmente la categoría de cyborg o se hayan modificado los casos excepcionales en que una persona puede aparecer en dicha foto portando equipo electrónico, sino que fue una decisión casuística.
[2]Ejemplos del conflicto androide se encuentran en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Phillip K. Dick que inspiró a la clásica Blade Runner de Ridley Scott y “El hombre de arena”, de E.T.A. Hoffmann. Recientemente la película Ex Machina, de Alex Garland, puso el acento sobre las capacidades desconocidas de una inteligencia artificial.
Nació el mismo año que se estrenó Blade Runner. Abogada, especialista en tecnología y protección de datos.