El tronco. El libro más reciente de Natalia Carrero(Barcelona, 1970) es Otra (Tránsito, 2022), pero lleva un año prolífico: el episodio nacional Vistas olímpicas (Lengua de trapo, 2021); las ilustraciones de Las nubesfuria, con texto de Belén Gopegui (Somos libros, 2021). Otra, libro polisémico de título deliberadamente ambiguo –puede leerse como la alteridad, aunque, una vez leído, pesa más el sentido de pedir “otra ronda, otra copa, ¿otro libro?”. Otra es un libro de libros que encierra en su centro las “Memorias de una buena borracha”, por Mónica R. S. Esas memorias tienen algo de monólogo, de confesión de borracha y son muy divertidas. El humor viene, además, de diversos lugares: viene de frases contundentes con un quiebro final (“tirar la comida de proximidad a la basura porque se estropea antes de llegar a la boca”; “Amo esta casa con todo el asco del que soy capaz”) o de las situaciones descritas (el tráfico de trankimazines entre las madres del parque, por ejemplo). Y hay una voluntad paródica también en Mónica: “Un feminismo manifiestamente interseccional e inclusive esta premisa y la otra y la otra, estoy parodiándome a mí misma y a algunas más; pero mejor que me modere porque a veces parece que con las palabras que voy desprendiendo se me va tnt la pinza como a los veinte y no soy más que pura carnaza capitalista”. Mónica R. S. es alcohólica moderada, dice (“no soy una mujer. Soy del género bebedora”), que después de toda una vida “improductiva” ha decidido emprender y montar un negocio de compra-venta de objetos de segunda mano: “A mis cuarenta y nueve años no sabía qué era recibir un sueldo mensual, qué significaba ese intercambio o transacción llamado trabajo, esfuerzo en el tiempo a cambio de dinero, la famosa explotación; arriba la riqueza, abajo la pobreza y, en medio, nuestras vidas desorientadas”. Tiene cuatro hijos, dos suyos, dos de su actual pareja y a veces usa la e en lugar de la a, pero tampoco en eso es muy constante, como en su decisión de no beber. El monólogo de Mónica acaba de manera abrupta y tiene algo inconcluso: llega la pandemia y lo pone todo en suspenso, y la vida entra en la escritura.
Las ramas (paratextos). Si las memorias de Mónica son el tronco (la parte puramente novelesca del libro), ¿qué es lo demás? Hay una dedicatoria, que es casi un prólogo, que con el capítulo final “Otra más” conforma otra novela en la que cuenta la historia de Charli. Es una historia trágica sobre las enfermedades mentales (esquizofrenia) y cómo la familia burguesa protagonista de esa no-novela oculta, tapa, esconde al enfermo porque se avergüenza de él, aunque utilice la pensión del enfermo para ir pagando gastos. Aunque la historia es triste, hay también cierto humor en la prosa: “Al estigma de familia con esquizofrenia paranoide se añadió la incomodidad que procura el dinero en su carencia de efectivo”. La dedicatoria de Otra hace referencia a la materialidad de la escritura; y en “Otra más”, escribe: “toda escritura con su grado de incertidumbre es un mensaje embotellado que se lanza al mar y al cabo de las mareas reaparece en la arena”.
Entre la dedicatoria y las “Memorias de una buena borracha” hay un capítulo, “Personae”, también dirigido a Charli. En el primer párrafo se lee: “Me encantaría ofrecerte un libro que fuera un gran espectáculo, fuegos artificiales de fonemas y letras desenroscadas como serpentinas, confeti literario, lluvia susurrante que empape de luz la incertidumbre de estas noches y días que considero más grises desde que nos encontramos”. Así que al leer esa novela dirigida a Charli, nos convertimos un poco en él. Puede que sea un camino no evidente de normalizar al marginado. Los caminos no evidentes presentados con ligereza son la especialidad de Natalia Carrero. Hay una galería de retratos, un “Álbum de bebedoras” en quince cromos que reúne mujeres de diferentes perfiles de bebedoras. Hay un dibujo y un texto breve que las explica.
Sacar la lengua. Otra es un gran gesto de burla a todo de Natalia Carrero, que aquí llega a una cima, a un hito, en su proyecto. Una de las cosa que me gustan de Otra es que contiene las huellas de los libros que pudo haber sido y que dejó de ser por el camino. Para Natalia Carrero la escritura es construcción y destrucción, un texto que se va borrando a sí mismo, pero el resultado es ligero y, como una cerveza bien tirada, se bebe de un trago. (Gluglú, escribiría ella.) El texto es un campo de batalla, sobre todo con uno mismo. Más que de otros libros sobre alcohol, desde La huella de los días, de Leslie Jamison, a escritoras como Marguerite Duras, que aparece citada en Otra, me acordaba de Saute ma ville, la primera película de Chantal Akerman.