Foto: Tom Blackwell, CC BY-NC 2.0

Perdederas de tiempo

Hay actividades que consumen tiempo, pero tienen sentido. Pero, por la mala administración, otras son una pérdida de tiempo.
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Hay pérdidas de tiempo que resultan de la mala suerte o la mala administración de sí mismo. Pero también las hay impuestas por la mala administración pública, privada o institucional.

  1. Hasta el siglo XIX, lo normal era moverse a pie, y todo estaba organizado en función de eso. El automóvil empezó como un lujo de ricos, para paseos campestres. Democratizarlo fue un desastre. Hoy, millones de autos congestionan el tránsito, moviéndose a menos de 15 kilómetros por hora: la décima parte de su potencial. Las bicicletas los rebasan, aunque cuestan 50 veces menos. Sin contar: estacionamiento, gasolina, mantenimiento, muertos y heridos en accidentes o por contaminantes.
  2. El transporte público es menos desastroso (sobre todo el subterráneo), pero también es una perdedera de tiempo. Mucha gente pierde dos o más horas diarias en ir y venir del trabajo. Muchos niños también: llevados y traídos de la escuela.
  3. Hacer cola se lleva otra buena parte de la vida. Se hace cola para todo, como si el tiempo no costara. Desgraciadamente, le cuesta al que espera, no al que hace esperar. Una cola de nueve que esperan ser atendidos cuesta el tiempo de diez, no uno; aunque solo uno cobra por estar ahí. Si los que hacen cola cobrasen un peso por minuto de espera, el servicio mejoraría. Por ejemplo: duplicando el número de personas que atienden y eliminando o simplificando los trámites atendidos.
  4. Por ese costo (no reconocido) se explica que tantos asegurados en el IMSS se limiten a usar sus hospitales. Las simples consultas médicas requieren colas sucesivas, con restricciones de clínica, turno, horario y papeleo. Tal perdedera de tiempo cuesta más que la medicina privada en un consultorio de farmacia.
  5. Menos aún costaría un call center de consultas médicas por teléfono para todos, a cualquier hora de cualquier día, sin restricciones, citas ni papeleo, como servicio público gratuito. Existe en varios países.
  6. Los apagones y el desabasto de medicamentos, agua, productos básicos y gasolina causan daños y son una perdedera de tiempo. Lo que no hay o no en cantidad suficiente o hay que devolver porque está mal, obliga a dar vueltas costosas.
  7. Los bancos son expertos en hacer perder el tiempo a sus clientes. Son metódicos para organizar la cola de clientes, pero nada eficientes para atenderlos. Muchas tiendas los imitan.
  8. El derecho a una justicia “pronta y expedita” es una fantasía frente a la perdedera de tiempo que es un juicio y los años que tarda. Muchos prefieren quedarse con el daño, no pagar abogados ni perder el tiempo.
  9. La perdedera de años en prisión preventiva (esperando sentencia) es un abuso imperdonable de las fiscalías, para su comodidad, para disimular su ineptitud y hasta para extorsionar. Se arrogan el derecho de convertir a presuntos inocentes en presuntos culpables, a costa de su vida laboral, familiar y social. Y a costa del baldón de haber estado en la cárcel, aunque logren demostrar su inocencia. Todo acusado declarado inocente por un juez debería ser indemnizado por el resto de su vida, con una mensualidad equivalente a un salario mínimo por año de prisión preventiva.
  10. Se pierden años en adquirir una escolaridad que no vale lo que cuesta. El apetito de entender, explorar, aprender es innato en el ser humano; pero llegar a saber no es lo mismo que adquirir un título. Abundan los tontos con doctorado y los graduados en una cosa que se dedican a otra. Pero hay que sacar un título para no ser discriminado, aunque sacarlo sea una perdedera de tiempo.

Más sencillo y democrático sería que los padres otorgaran títulos a sus hijos como parte de su nombre, desde el acta de nacimiento: Lic. Teresa López Maldonado, Ing. José Hernández Martínez. Naturalmente, para ejercer como abogados o médicos tendrían que demostrar que saben, no que estudiaron.

***

Hay actividades que consumen tiempo, pero tienen sentido, aunque no sirvan para nada. Leer, pasear, conversar, practicar una afición, ver o escuchar cosas interesantes, no son perdederas de tiempo, sino libertad y plenitud. La amistad, el amor, “la dicha inicua de perder el tiempo” (Renato Leduc), nos recuerdan que somos algo más que administradores de nosotros mismos.



Publicado en Reforma el 30/X/22.

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(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.


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