Qué pacatos los poetas nacionales
que detentan una métrica florida
y traducen portugués –mal pronunciado–
a su lengua materna: lo sublime.
Malabares gaélicos y lusos
–en la doble acepción de la palabra–
son manitas de gato intelectuales
con que cubren su lámina de asbesto.
No contentos con esto, los feroces
y pacatos poetas nacionales
se dirigen viriles adjetivos
entre sí: algo se saben.
Desde el norte erizado de cantinas
hasta el sur –todo mangos– que describen,
su terruño es la palma de una mano:
bajo el signo de Onán cortejan nubes.
Y sus musas, adiestradas en labores
del hogar –como se debe–,
¿no se asustan cuando un prólogo les sopla
que su amado es experto en lamer ovos?
Qué pacatos los poetas nacionales
con su lírica de salmos sinaloenses
o su timbre de poblana asustadiza
o su tono menor, como afectado
por acordes del profundo diecinueve.~
(México DF, 1984) es poeta y ensayista. Su libro más reciente es La máquina autobiográfica (Bonobos, 2012).