Pintora discreta y difícil de catalogar dentro del arte mexicano, Joy Laville habría cumplido cien años este 8 de septiembre. En fechas recientes, el Museo de Arte Moderno presentó la exposición Joy Laville. El silencio y la eternidad que recoge una muestra significativa de su singular y sugerente obra. Para hablar de la artista inglesa nacionalizada mexicana, los curadores de la exposición, Lucía Peñalosa y Carlos Segoviano, concedieron la siguiente entrevista a Letras Libres.
Joy Laville es un caso excepcional en el panorama mexicano. Algunos críticos la consideraron parte de la llamada “generación de la ruptura”, a la que pertenecieron artistas como José Luis Cuevas, Juan Soriano o Roger von Gunten, una apreciación que la misma Laville no compartía. A la distancia, ¿cómo ubicarla dentro de la historia del arte en México?
Resulta muy forzado insertarla dentro del relato del arte mexicano, pues su obra se desarrolla entre el ocaso del nacionalismo de la Escuela Mexicana de Pintura y el surgimiento de la abstracción encabezado por la generación conocida como “de la ruptura” o “de la apertura”. Joy Laville es una artista que, si bien en México encuentra la paz y los motivos para desarrollar una obra plástica, posee una cultura internacional. Podemos relacionar su método compositivo –los planos que están en sus cuadros– con los métodos abstractos de artistas donde el color tiene una carga emocional muy importante. Su figuración sintética, mal llamada naíf, nos da cuenta de una obra realista de un carácter inusual para el medio mexicano, pero que es muy fácil de ligar, por ejemplo, con los pochoirs de Matisse. El tema del silencio en las escenas de interiores nos recuerda mucho a las pinturas metafísicas de Morandi. También hay cierta relación con artistas abstractos como Rothko. Y particularmente el artista al que se le ve muy cercana por ser su compatriota es David Hockney. Sin olvidar, claro, algunas relaciones con “la generación de la apertura” como es el caso de Roger von Gunten. Con él comparte estudio en Guanajuato y ciertos contactos visuales, pero no es su discípula ni está siguiendo sus mismos intereses. Nos parece importante poder situar a Joy Laville como una artista de corte internacional con derecho propio, pero ligada a la cultura visual mexicana.
Otra cosa que hay que agregar es que ella vivió en Inglaterra, después en Canadá y posteriormente llega a México, a San Miguel de Allende, donde hasta la fecha y desde entonces hay muchísimos extranjeros. Allí comienza a retomar el arte. Estamos acostumbrados a leer la cultura visual de México a partir del centralismo de la Ciudad de México, o estudiando lo creado en Guadalajara o Monterrey. Sin embargo, hay artistas sajones o de habla inglesa como Joy Laville que desarrollan su obra en zonas como San Miguel de Allende y Morelos. Ahí tenemos otros centros de producción visual que se desarrollan de manera excéntrica, pero que son muy importantes. En algún momento historiadores, críticos y periodistas deberemos contar esta historia; Joy Laville da pie para repensar este motivo.
Cuando se habla de sus cuadros, a menudo se destaca la abundancia de espacios abiertos o el uso de colores pastel. Más allá de esas características muy atendidas, ¿qué identifica a la obra de Joy Laville?
Cuando tuvimos la oportunidad de desarrollar esta muestra, algo que nos interesaba mucho era dejar de considerar a Joy Laville como una artista de corte decorativo. Sí es una artista que tiene un juego cromático sumamente elegante y sutil, así como una composición de planos no geométricamente alineados con mucha precisión, pero ensamblados de manera muy interesante. Es importante ver su obra con verdadero detenimiento para comenzar a notar cómo se relacionan esos aspectos con sus pequeños personajes cuyos cuerpos son de volúmenes no hegemónicos y que aluden a cuerpos reales, distintos y diversos que celebramos hoy en día. También vale la pena señalar que los espacios íntimos tienen una carga existencial muy poderosa. Sus escenas marinas, por ejemplo, nos recuerdan el confrontamiento del tamaño del cielo y del mar con respecto a los seres humanos: nuestra situación es pequeña, mínima; sin duda, es una reflexión de la condición humana frente a la naturaleza. Y no se diga sus interiores, aparentemente minimalistas, capaces de mostrar que esa vida íntima también está enrarecida, llena de misterio. A veces no podemos delinear con mucha precisión si lo que estamos viendo es realmente una habitación o hay puertas que se abren hacia el exterior o estamos en un escenario teatral. Hay una pregunta constante al respecto de nuestro lugar en el mundo. En las obras de Laville hay ventanas, cuadros o espejos que parecen capaces de llevar a otra dimensión. Quisiéramos que el público a través del andamiaje temático que hemos realizado se permita ver a una Joy Laville mucho más madura –pues se presentan 37 obras inéditas y varios de los cuadros son de su última etapa artística– donde es inevitable observar una obra mucho más compleja que tan solo el golpe decorativo que nos puede dar a primera vista.
¿Se puede hablar de “etapas” en la obra de Joy Laville o se trata de una artista que, a lo largo de los años, mantuvo un estilo muy definido?
El título de la exposición alude a la eternidad dado que su obra es muy constante. Ha sido mal llamada “repetitiva”, pero más bien hay una serialización en la que ella está explorando constantemente ciertos temas como el cuerpo o los paisajes interiores y exteriores, siempre con un cambio sutil. Es como si estuviese tejiendo una obra que no tiene fin y que precisamente se va poblando de nuevos personajes y sensaciones. Por eso sería muy difícil describir etapas pictóricas en su obra, aunque sí se distinguen dos momentos: el primero va de los primeros años hasta los setenta en donde hay un resumido cuerpo de trabajo con una carga muy importante de ocres y rojizos, de una tierra quemada que incluso podríamos relacionar con el Bajío en donde está trabajando al llegar a México. Posteriormente son los azules apastelados, malvas, rosas y algunos verdes azulados los que terminan por predominar en su obra y por los cuales la conocemos en el medio mexicano. Creemos que la selección de esta paleta tiene que ver con su biografía al haber sido una mujer nacida en una isla –la Isla de Wight– y estar en estrecho contacto con el mar.
Se suele mencionar que Joy Laville era una persona discreta a la que no le gustaban las entrevistas formales, las exposiciones o explicar sus pinturas, ¿este rasgo habrá influido en su proceso creativo o en la difusión de su obra?
Sin duda era una mujer de taller. Según la Galería de Arte Mexicano contamos con un cuerpo de trabajo quizá de más de diez mil piezas, lo cual es sorprendente. Obviamente muchas de ellas son procesos dibujísticos anteriores al cuadro. No sabemos hasta qué punto el interés previo por concebir su obra desde una perspectiva íntima tuvo que ver con la propia impermeabilidad de Joy Laville para hablar con otros críticos o curadores. Nosotros tuvimos muchísima libertad para repensar la obra y contamos con una gran fortuna: cuando empezamos este proceso curatorial, tuvimos la oportunidad de platicar con la Galería de Arte Mexicano y ellos trajeron a la Ciudad de México todas las piezas de su casa en Jiutepec, Morelos. Pudimos seleccionar entre una cantidad inmensa de piezas aquello que mejor cuadraba con el pensamiento nuclear relacionado con los cuerpos, los ambientes, los paisajes oceánicos y, finalmente, con el último núcleo de la exposición relativo a la parte gráfica vinculada con las portadas de Jorge Ibargüengoitia.
Mucha gente conoce la obra de Joy Laville gracias a los libros de Jorge Ibargüengoitia, cuyas portadas ilustró para las tradicionales ediciones de Joaquín Mortiz. ¿Qué lugar ocupa Ibargüengoitia en la obra de quien fuera su esposa?
Hay algunos cuadros en los que podemos identificar a Jorge. En la exposición hay una portada de La casa de usted y otros viajes en donde ella se retrató con él. Además, es palpable la presencia constante de aviones después del fallecimiento de Jorge en un accidente aéreo en Madrid. Como curadores nos preocupaba saber cómo íbamos a incluir a Jorge en la exposición sin que fuera una relación desigual. Podemos pensar en figuras como Frida Kahlo y Diego Rivera, María Izquierdo y Rufino Tamayo, en donde siempre se terminan atravesando uno al otro, normalmente ellos sobre la artista. Pero en esta relación en específico una parte determinante fue que sus profesiones no eran las mismas. Para Joy, Jorge era el amor de su vida. Fue una gran pérdida que trastocó su cotidiano. Según ella lo llegó a mencionar, tenían una relación de muchísimo respeto. Ninguno opinaba de la obra del otro a menos de que recibiera una invitación.
Nos resultó importante que no se perdiera la centralidad de la exposición en el personaje y la obra de Joy Laville. Por ello, introdujimos a Jorge bajo el pretexto de que la editorial Planeta decidió retirar las portadas que Joy había hecho para sus libros. Nos parecía interesante que las nuevas generaciones también notaran que hubo un vínculo creativo entre ellos desde los años setenta. Planeta modificó las portadas –algo que aceptó la misma Laville antes de fallecer en 2018– bajo el argumento de que el humor negro de Jorge Ibargüengoitia y sus temas sobre política o asuntos policiacos quizá no se veían bien reflejados en las portadas que ella había hecho. Incurrieron en esta idea de que la pintura mal llamada “bonita” de Laville poco tenía que ver con la mordacidad de su pareja. Sin embargo, gracias a los bocetos que presentamos en la muestra, el proceso creativo que ella desarrolló para estas portadas nos deja ver que tomó decisiones meticulosas. Por ejemplo, en el caso de Las muertas vemos a un personaje femenino que va siendo desnudado conforme avanzan los bocetos y se vuelve más clara su relación con las Poquianchis, los proxenetas y la trata de personas. En Los relámpagos de agosto, esta novela que parodia la Revolución mexicana, también vemos cómo los personajes militares están caracterizados como si fueran soldaditos de plomo con la ironía que encontramos en los textos de Jorge. Nos da mucho gusto presentar estas piezas porque los bocetos son inéditos y se exponen junto con la propia colección de los libros pertenecientes a Jorge y Joy. En la parte final de la exposición podemos comparar el boceto con la versión que fue publicada tanto en primeras como en segundas ediciones.
Laville es reconocida por los óleos, sin embargo, también hizo grabados, dibujos e incluso esculturas, ¿falta explorar esta parte de su obra?
En nuestra selección traemos algunas piezas escultóricas de gran formato, algunos bronces, pero también hay una parte de cerámicas y barros que no son conocidos, excepto por la gente que fue directamente a su casa y las pudo ver en el taller. Esas piezas pueden dilucidar, no a otra Joy Laville porque sigue siendo constante con los temas, pero sí otra manera de expresión. En la escultura hay un mayor interés hacia la corporalidad que hacia los ambientes. La escultura y la gráfica que verán a través de los bocetos son un complemento a lo que ya conocemos de los acrílicos y óleos.
¿Qué tan importantes fueron la cultura y el paisaje mexicanos para la obra de Joy Laville?
No es tan evidente u obvio. Sí se ven, de pronto, paisajes del Bajío. Como muchos artistas extranjeros que llegaron a nuestro país, terminó por hacer su propia lectura de México sin caer en nacionalismos o en tendencias. De pronto podría no parecerlo, pero ella consideraba su pintura como pintura mexicana. Fue aquí donde aprendió, comenzó y se quedó hasta su muerte.
Sin duda pareciera, sobre todo cuando ves las escenas de playa, que hubiera una especie de nostalgia hacia el mar y a esa tierra europea que ha dejado, pero, tras la muerte de Jorge y el año que pasa de luto en París, decide regresar a México para continuar su obra. Es en este espacio donde encuentra seguridad y tranquilidad. Tal vez lo podamos apreciar más en las escenas de interiores cuando vemos la sutil pero siempre muy marcada presencia de elementos orgánicos y vegetales que se relacionan con el propio jardín de su casa. Ahí sí hay una cuestión muy íntima porque al final de cuentas estamos viendo la vida interior de Joy Laville complejizada en su pintura.
Después de todo el proceso de trabajo que realizaron para esta exposición, ¿cuál consideran que es la actualidad de la obra de Joy Laville?
Desde nuestra responsabilidad curatorial deseamos que los discursos que estamos ofreciendo sean diferentes y ayuden a cambiar la historia del arte hasta ahora relatada. Al ver diferentes ópticas y artistas podremos explorar otros elementos y no solo repetir la historia que ya sabemos. Nos gustaría que esta exposición –la cual estará hasta el próximo 29 de octubre– diera pie a que nuevas personas se acercaran al mundo del arte mexicano y comprobaran que no solo trata temas nacionalistas, sino que en su amplio abanico incluye otras posibilidades como Joy Laville. Además, esperamos que los visitantes a la exposición se detengan a observar las obras con cuidado, pues consideramos que la asistencia a un museo nos permite ser dueños de nuestro tiempo. Todos vivimos aprisa, principalmente los capitalinos, y eso nos ha llevado a perder la sensibilidad frente a la cultura visual y las obras de arte. Siempre hemos sido un país que ha recibido a la gente extranjera, somos un sitio para ciudadanos del mundo y Joy Laville lo demuestra perfectamente. Nos encantaría que la gente que habita nuestra ciudad y que quizá dejó su tierra natal tuviera la oportunidad de reencontrarse con estas historias de la nostalgia. ~