Foto: Fundación Municipal Bienal de Cuenca

Teresa Margolles en Ecuador: tres mesas de ping-pong y un silencio

Con una pieza que recibió mención especial en la XVI Bienal Internacional de Cuenca, la artista mexicana busca suscitar la discusión sobre el crimen organizado y sus consecuencias, tan urgente hoy en el país sudamericano.
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Tres mesas de ping-pong que parecen construidas con cemento invitan a participar en el juego a quienes visitan el Museo de Arte Moderno de Cuenca, Ecuador, desde el pasado 9 de diciembre.

En sus costados grises aparecen grabadas las palabras “Estupefacientes”, “Decomisados”, “Encapsulados”, y lo que parece cemento son realmente 951 gramos de cocaína y otras sustancias decomisadas mezcladas con 50 kilos de concreto más arena, una técnica que llaman encapsulamiento, que permite alejar más rápido del mercado más toneladas de droga, además de ser más amigable con el medio ambiente, a diferencia de la tradicional incineración.

Según registros de prensa, en este país se han destruido 462 toneladas de cocaína desde 2021. El año pasado, el entonces presidente Guillermo Lasso señaló que “el golpe económico a las mafias equivale a más de 23,000 millones de dólares, frente a los 2,300 millones de dólares que se incautaban años atrás”.

Tal vez ninguno de los asistentes al performance con el que la mexicana Teresa Margolles inauguró su obra “El poder” sabía de la cifra creciente de decomisos que vienen ocurriendo en puertos y ciudades cercanas a la costa pacífica ecuatoriana, ni de esta técnica de encapsulamiento en la que su país es pionero a nivel mundial.

Fue la artista, quien desde hace dos décadas viene trabajando sobre el tema de la violencia generada por el narcotráfico en su país, y más concretamente en su ciudad natal, Culiacán, Sinaloa, quien vino a ponernos el tema sobre la mesa. “El poder”, que recibió una mención especial del jurado en la XVI Bienal Internacional de Cuenca, el evento de arte contemporáneo más importante del Ecuador, se presentó al público a través de un performance en el que varios jóvenes –que vestían camisetas negras con un texto gris en la espalda que decía: “Cuánto puede soportar el Ecuador”–  jugaron tenis de mesa en círculo, pasándose la raqueta, mientras los asistentes escuchaban en silencio el sonido del golpeteo de la pelotita sobre la mesa.

Foto: Fundación Municipal Bienal de Cuenca

Como si se tratase del sonido presente y urgente de las manecillas de un reloj, el repique irregular de las pelotitas sobre las grises mesas ubicadas en el patio central de la casona colonial que alberga el Museo –las cuales fueron construidas in situ el día anterior en presencia de fiscales y jueces–, convirtió el silencio reverencial que usualmente guardamos al atender un juego de pelota en un réquiem colectivo.

“A partir de un sonido que es la pelota de ping pong, se está midiendo un tiempo, que viene, que va, un cuentagotas de qué está pasando en el país”, explicó Margolles quien, en sí misma, parecía una pieza del performance, vestida de negro de pies a cabeza con gafas oscuras, gorra, una cámara de fotos colgando del cuello y semblante adusto, como suele vérsele a modo de mensajera del horror en sus apariciones en los principales foros del arte internacional, como Venecia, Madrid o Nueva York.

Margolles obtuvo en 2002 el primer premio en la misma bienal por su obra “Olvidados”, un extenso lienzo recuperado de la morgue, una suerte de sudario colectivo impregnado de materia orgánica, fluidos corporales y sangre, en el que se distinguen una serie de siluetas humanas de las que se desconoce su identidad. Se refería entonces a aquellos muertos “invisibles” que comenzaba a producir la violencia generada por el narcotráfico en México.

Veintiún años después, la artista y diplomada en medicina forense regresa con una obra que le habla directamente al Ecuador, como una forma de propiciar una conversación postergada y necesaria que el pasado 9 de enero, en una de las jornadas más violentas de la historia reciente de este pequeño y hasta ahora relativamente pacífico país suramericano, la realidad se encargó de inocular con fuerza.

Ese día, como si se tratara de otro performance, 17 jóvenes miembros de bandas que el gobierno de Daniel Noboa ha designado como “terroristas”, vinculadas a los carteles mexicanos de la droga, irrumpieron en un noticiero de televisión en vivo, tomando como rehenes a empleados y periodistas a la vista de los espectadores. Mientras tanto, los internos de diferentes cárceles hicieron circular por redes sociales videos en los que con cuchillos al cuello sometían a los guardias. Lograron su cometido: el país quedó paralizado, se suspendieron las clases y los noticieros de televisión inauguraron la retórica de la guerra en el tono y la gráfica.

Para el crítico de arte y escritor cuencano Cristóbal Zapata, el concepto curatorial de Ferrán Barenblit para esta edición de la bienal, que lleva por título “Quizá mañana”, resultó profético. “Lo que pasó en el país denota que la bienal anunciaba lo que estaba por venir. Ver por estos días obras como la de la colombiana Clemencia Echeverri o la del ecuatoriano Gary Vera de los retratos del paro de octubre de 2019 resulta dolorosamente familiar”.

Zapata y Katya Cazar –artista y directora de la bienal en varias oportunidades– consideran que en esta pieza Margolles suavizó su poética de la muerte, llevándola al terreno de lo lúdico para proponer el diálogo. “Hasta cierto punto desplaza el foco de la muerte como efecto colateral del narcotráfico hacia la materialidad de la causa. Estas mesas, que también recuerdan las mesas de la morgue que ha sido su laboratorio de trabajo, ahora las usa como estrategia para metaforizar el poder”, apunta Zapata.

Por su parte, Cazar considera que “El arte contemporáneo desde el performance lo que hace es activar diálogos que no son explícitos en sociedades estratificadas como la nuestra. El gancho lúdico en este caso traslada a este territorio al espectador a través de la experiencia estética y sensorial”.

–¿A cuál poder te refieres?– le pregunto a la propia Teresa Margolles respecto al título de su pieza.

–Al poder de la gente de reflexionar colectivamente. Cuando dicen ‘la lucha contra las drogas’, aquí no hay lucha, la lucha la tenemos perdida y lo único es tener una conciencia colectiva y hablar públicamente sobre qué está sucediendo. El problema no es solo el consumo, el problema es la violencia que genera. […] Por eso son mesas, son mesas de discusión. […] El arte es para generar reflexión, para generar estos momentos de silencio tan profundos como los que tuvimos aquí hace un momento. Pero nosotros no tenemos la absolución, ni es postura del arte tampoco.

Mientras tanto, un ruidoso performance militarista lleva varios días en acción en Ecuador ante el silencio cuasi unánime de la población que, según una encuesta difundida el 23 de enero, le otorga 80% de aprobación al nuevo mandatario Daniel Noboa. Este no es un silencio reflexivo, es más bien un cheque en blanco.


La XVI Bienal de Cuenca se celebra del 8 de diciembre de 2023 al 8 de marzo de 2024.

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periodista colombiana radicada en Ecuador. Ha trabajado en El Tiempo de Bogotá y en el diario El Universo y la revista Diners de Ecuador.


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