El barranco de lo interminable

Hay en este libro amor por la literatura, el intento de agarrar esa lagartija por el rabo, y amor por la biblioteca total, pero el mérito es que no se detiene en el gracioso juego posmoderno sino que obtiene una obra genuina.
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Un amigo entusiasta me prestó La última frase, de Camila Cañeque, libro compuesto a partir de frases finales de medio millar de libros, aunque más bien va de los finales de todos los libros del mundo, y los que aparecen en la lista de este funcionan como ejemplos en representación de la totalidad. La autora expone al principio el sistema que utilizó para su libro, que en germen fue una pasión que muchos reconocerán: la de apresurarse a leer cómo acaban los libros, cada libro (“Había algo en ese lugar intersticial, previo a la total ausencia de acción, que me tranquilizaba y me saciaba”). Sin saber muy bien qué iba a hacer con ellos, Cañeque fue coleccionando cierres de libros y cuando tenía ya una enorme colección, repartida en mil carpetas y subcarpetas, los acabó ordenando según leemos en La última frase. Su exposición nos ha introducido ya en una especie de flujo de conciencia que se produce en un territorio creado también por ella a partir de las frases.

El texto alterna la narración y reflexiones de Camila Cañeque con las frases finales. Todas llevan una llamada y al final del libro se atribuyen. Intenté seguir su recomendación de no consultar la procedencia de la frase hasta haber acabado el libro, pero a veces no podía resistirme. Una de sus cosas atractivas es ir reconociendo la frase final que también a nosotros nos atrajo, o ir adivinando de qué libro ha salido, aunque no lo hayamos leído. Así se confirma la intuición de que los libros, igual que las películas, tienen algo fractal y pueden reconocerse en cualquier párrafo o fotograma, como si también pudiésemos reconocer en las hojas de un árbol la semilla de la que nació. Otras intuiciones relacionadas con la literatura que se nos pueden aparecer aquí es que no es una de las bellas artes, sino un país del cual cada escritor ofrece unas vistas, o la de que todos los libros son manifestaciones de un mismo impulso. Cañeque va construyendo asombrosamente la historia a partir de los fragmentos. Los coloca de modo que vayan componiendo, por grupos, pequeñas nuevas historias o poemas, que a su vez indican el camino que va a seguir la autora, y esto es bonito, pero en sus intervenciones va apareciendo cada vez más clara la figura de la exploradora en la que se está convirtiendo, y esa exploración acaba pareciendo la de ser humano sobre la tierra.

Esa sensación tenemos, la de que se está internando en caminos desconocidos, que ni siquiera hay camino, y asistimos a su valiente empeño. Esa es una de las imágenes que explican el arte: la de alguien que se adentra en tierra ignota, y sigue adelante. La premisa del libro le da un aire oulipiano, pero a medida que se avanza en la lectura el libro va mutando. Por ejemplo, en cierto momento me dio la sensación de estar leyendo un tratado medieval sobre teleología. Las frases, en su concreción, adquieren el aire de metáforas. A partir de la disquisición sobre el atractivo que ejercen sobre nosotros los cierres o los finales de los libros se va desarrollando una historial moral de la humanidad (“…el objetivo es dar fin a nuestra novela global y suprimir el barranco de lo interminable”). El momento que vivimos está presente, se expone como fase de la historia humana (“Es la dopamina del multifinissage”). Y siempre las menciones a las frases finales parecen inexcusables, nunca traídas por los pelos. Ya acercándonos al final se da un efecto conmovedor: hemos partido de una cosa pequeña y muy concreta y hemos sido llevados a una cosmogonía. Pues bien, en esta progresión, el paso siguiente a lo universal es el destino individual; acompañamos a Camila Cañeque en sus viajes y en los presentimientos que tiene sobre el transcurrir de su vida. Después de su frase final, la lectura de la lista de autores y libros mencionados emana un gran poder poético, igual que lo tenía el catálogo previo de la editorial que nos esperaba en las últimas páginas amarilleadas de un libro, donde siempre sorprendía encontrar, entre los autores que habían resistido el paso del tiempo, nombres de personas y de novelas de las que nunca habías oído hablar, que encontrarías solamente y por casualidad en una librería de segunda mano, que seguramente nunca leerías y que sin embargo proporcionaban un gran placer, relacionado tal vez con la inabarcabilidad del mundo y con el intento de orden que a pesar de ello algunas personas han tratado de darle. 

Hay en este libro amor por la literatura, el intento de agarrar esa lagartija por el rabo, y amor por la biblioteca total cuyas embajadas mantenemos cada cual en las estanterías de nuestras casas, pero el mérito es que no se detiene en el gracioso juego posmoderno sino que obtiene una obra genuina y emocionante que se incorpora y que contiene la gran biblioteca humana, que consigue y no consigue atrapar lo que persigue. Que cuenta con ella y sigue avanzando sin saber muy bien cuándo se detendrá.  

Camila Cañeque murió muy poco antes de la publicación de este libro, meses antes de cumplir los cuarenta años. Sabiéndolo, sobrecoge la lectura de algunos pasajes. 

La última frase
Camila Cañeque
La uÑa RoTa, 2024
133 páginas

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Es escritora. Su libro más reciente es 'Lloro porque no tengo sentimientos' (La Navaja Suiza, 2024).


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