¿Un torrente y una ballesta? ¡La columna!

La articulación de Torrente Ballester es característica y especial. A menudo usa frases hechas que cumplen la función de bisagra y que sirven como marca de unión común.
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Mi columnista revelación de este curso ha sido Gonzalo Torrente Ballester, que lleva muerto justo un cuarto de siglo. Tengo edad para haber llegado a leerlo contemporáneamente; en la hemeroteca digital de El País se puede encontrar una docena de colaboraciones suyas, la última de 1995 y la primera de 1977. Son buenísimas. Yo iba buscando información sobre su relación con el cine, y lo que encontré me entretuvo tanto que casi olvidé por el camino mi objetivo. Es llamativo cómo unos textos tan sofisticados provocan a la vez la sensación de estar asistiendo a una fascinante improvisación a partir de una anécdota circunstancial, pero esto me sirve ahora para buscarles otra función a las columnas periodísticas, que pueden servir a los novelistas para explorar con otras técnicas sus intuiciones y para exponer sus axiomas sin tener que calzárselos a un sufrido personaje.

Así que me puse a leerlo y encontré en un mismo artículo una reflexión sobre la función de los talismanes, a Chrétien de Troyes y El coche fantástico, aquella serie de mitad de los ochenta que el autor considera una puesta al día de algunos arquetipos seculares y que supongo que vería él después de comer en su casa de Salamanca. Corrí a la biblioteca a por sus antologías de artículos, para comprobar si siempre mezclaba con el mismo garbo el mundo cotidiano con el mundo intelectual, por donde parecía moverse con entusiasmo de adolescente lleno de curiosidad e intuición. Hay cinco libros que las recogen: Cuadernos de La Romana y Nuevos cuadernos de La Romana (con artículos publicados en el diario Informaciones entre octubre de 1973 y septiembre de 1975; La Romana es un lugar del municipio de Nigrán donde estaba instalado Torrente en esa época), Cotufas en el golfo (que recoge los artículos publicados en el suplemento cultural de ABC entre 1981 y 1986; “…se me pidió […] un título general de una sección de las llamadas fijas, y entonces se me pasó por las mientes, sin mayor reflexión, la de ‘cotufas en el golfo’, no tanto por lo significado sino por cómo sonaba”), Torre del Aire (también de artículos publicados en Informaciones; la Torre del Aire es el edificio salmantino que veía el autor desde su casa) y Memoria de un inconformista (que recoge sus artículos del Faro de Vigo entre 1964 y 1967; se publicó en 1997, y Torrente acaba así su breve prólogo: “Los periodistas de ahora ya no piensan en el censor. O piensan de otra manera: simplemente ha cambiado de despacho o incluso no lo tiene. Los periodistas de ahora son más libres que entonces, o al menos, así se dice”). Por la sensación que inspiran de mundo inagotable, del que siempre se puede sacar la imagen o la conclusión interesante, en esa producción enorme, aunque no total, vemos cómo, paralela a la vida civil, bulle en cada uno de nosotros otra vida que se desarrolla en lo psíquico, al otro lado del espejo, no sé dónde, y que esas vidas son permeables, hasta casi comprender que a veces el trabajo del novelista es extraer bloques enteros de imágenes con cuidado de que los personajes no se caigan como figurillas y mueblecitos en una casa de muñecas desplazada con negligencia. Y entonces, no sé, ¿el estilo de cada escritor será el urbanismo según el que está dispuesto el reino de su imaginación?

Desde sus primeras colaboraciones como crítico teatral y de cine, se puede ver cuánta energía intelectual les dedicó a las relaciones entre los distintos géneros. Por ejemplo, a partir del estreno de Amadeus (1984), de Miloš Forman, vuelve a pensar en la obra de teatro original de Peter Shaffer, y asistimos al desarrollo de todo tipo de teorías sobre el arte del teatro, el del cine y la novela, pero también sobre los cambios sociológicos, y profundos y vivos apuntes psicológicos, todo como si le brotase sin esfuerzo, como quien va hilando ideas mientras da un paseo, aunque en uno de los prólogos cuenta cómo se las veía y deseaba cada semana para dar con un tema y para acabarlo a tiempo.

Su articulación es característica y especial. A menudo usa frases hechas que cumplen la función de bisagra y que sirven como marca de unión común; entendemos que somos capaces de seguir el razonamiento porque de tanto en tanto hay esas muletillas, esos dichos populares que también nosotros hemos oído, y si nos sentimos en casa con esos dichos, es que los razonamientos que unen también se nos revelarán familiares: los entenderemos. Leído en esta época puede parecer muy verboso, pero no deja de expresar ideas contundentes desde las primeras líneas. Le gustan las palabras, pero no pierde el tiempo. Por su manera de colocar las comas se intuye un fluir de las palabras muy natural, muy oral, como si se fuese dictando desde dentro, así que me imagino que iba cogiendo de su mente los conceptos y las imágenes como alguien que nos invita a que subamos al desván y va sacando una y otra cosa, ¡mira!, ¡y mira esto otro!, y cuando bajamos las escalerillas hasta la parte presentable de la casa nos damos cuenta de que todo lo que llevamos entre los brazos es útil y dice algo de nuestro mundo, y lo embellece.

No sé por qué me han salido tantos símiles arquitectónicos al escribir sobre él.

Ahora lo siento muy cercano. Me acuerdo de que cuando era pequeña, entre los libros de mis abuelos me llamaba la atención este título en un lomo: Quizá nos lleve el viento al infinito. No tenía ni que sacar el libro, que quizá no habría entendido. Ya solo esa suposición en tono de verso me dejaba en un estado de ensoñación. La serie de nociones vagarosas, quizá, la posibilidad, nos, a nosotros, ¿a quiénes, quiénes seríamos los afortunados en salir de este estado de las cosas?, lleve, el subjuntivo precioso, la vida pessoana, el viento, lo que sopla, lo que arrastra las cosas y hace moverse las sábanas colgadas, ¡al infinito! Entonces ya sentía que era para mí alguien cercano. Y ahora lo leo y lo siento un amigo.

Sigo leyéndolo. En agradecimiento a la compañía de estos meses le dedico a mi querido don Gonzalo una adivinanza-retrato. ¿Qué es firme como un pilar, fluye caudalosa y apunta y acierta como una flecha, formando un conjunto esbelto, estilizado? ¡Una columna de Torrente, ballestero audaz de las palabras! ~

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Es escritora. Su libro más reciente es 'Lloro porque no tengo sentimientos' (La Navaja Suiza, 2024).


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