Me indigna el asesinato de los cuarenta y tres estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa. Me indigna que las autoridades municipales de Iguala y Cocula, con sus policías, sumados a los cárteles de narcotraficantes con sus esbirros, hayan cometido ese crimen incalificable. Espero que todos sean castigados con la mayor severidad posible.
Dicho eso (que sospecho no será escuchado), diré que otra cosa que me indigna es no saber quiénes dieron la orden a los estudiantes de acudir a Iguala esa noche y con qué objeto. Quisiera saber, porque para impedir que ocurra algo similar creo que es necesario entender todo lo que estuvo en juego, un juego macabro e insoportable. Y porque aborrezco —pues lo he sufrido directamente— a quienes mueven heladamente vidas ajenas, sobre todo de jóvenes, hacia sus utilitarias guillotinas “liberadoras”.
Reitero que se necesita saber por qué los líderes de la Normal “están siendo mal asesorados por otras organizaciones sociales”. Esta oración entre comillas no es una calumnia, ni un juicio político, ni un informe secreto: es cita textual de lo dicho hace dos años Pablo Sandoval Cruz, “laureado luchador social” de Guerrero por encima de toda sospecha. Cuando hubo normalistas muertos en Chilpancingo el 12 de diciembre de 2011, Sandoval Cruz juzgó que ese crimen se debió a “una mala táctica y estrategia” de alguna “organización social” con injerencia en Ayotzinapa. La propia organización social del señor Sandoval Cruz, que se llama Asamblea Popular de los Pueblos de Guerrero (APPG), se infiere, también tiene injerencia en Ayotzinapa pero, a diferencia de otras, asesora con estrategias y tácticas buenas.
¿Por qué hay organizaciones, asambleas y federaciones, y demás con injerencia en una escuela normal rural? ¿Por qué —como se deduce de lo dicho por ese luchador social— hay organizaciones que “asesoran” a los normalistas y les recomiendan “tácticas y estrategias” de lucha, que no educativas o de pedagogía práctica? ¿Por qué no se ha investigado cuál es la organización que aconsejó la táctica y estrategia de mandar a los novatos de Ayotzinapa a Iguala?
Imagino respuestas en el sentido de que tales organizaciones intervienen en la Normal de Ayotzinapa con objeto de apoyar su “resistencia” y protegerla. La matanza de Iguala pone en evidencia que las “tácticas y estrategias” pueden conseguir exactamente lo contrario de lo que se proponen. Esto parece ser lo acostumbrado. Por ejemplo, en la información invariablemente aparece el orgullo de que Lucio Cabañas haya sido alumno de Ayotzinapa y que luego haya radicalizado la combatividad política de las normales entre 1961 y 1963. Es discutible, y de hecho se discute mucho, qué fue lo que en términos políticos o ideológicos logró Cabañas con esa radicalización; lo es menos preguntarse en qué medida fue debido a esa radicalización que, en 1969, catorce de las normales que Cabañas quería proteger fuesen cerradas por el gobierno.
(Esa radicalización del combate normalista la acometió Cabañas ya en su calidad de líder de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México, FECSM. Me pregunté hace una semana sobre la relación entre las normales rurales y esa federación que aparece como su politburó ideológico; una federación que se proclama marxista-leninista, se declara “semiclandestina”, está rodeada de secrecía, niega a los estudiosos el acceso a sus documentos y no permite saber por quién está compuesta, cómo se eligen sus líderes y cómo se financia).
Lamentablemente, aquel líder de la APPG, Pablo Sandoval Cruz, hasta donde sé, nunca dijo cuál fue la organización que mal aconsejó la táctica y estrategia que culminó con la muerte de dos normalistas —y el empleado de la gasolinera— en Chilpancingo en 2011. Tampoco puede decir ya Sandoval Cruz, quien murió hace poco, cuál fue la organización que obviamente mal aconsejó la táctica de Iguala.
¿Alguien sí podrá? ¿Serviría de algo? ¿Lo merecen los normalistas desaparecidos, sus padres, la sociedad?
Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.