Bad hombres y fotos en off

Los libros de Pola Oloixarac y de Fernando de Haro, que acaban de salir, son muy distintos pero ambos nos recuerdan que la literatura siempre empieza por saber mirar.
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Culta, perspicaz y divertida, Pola Oloixarac es una escritora singular. En una profesión que, pese a toda la trompetería del llamado pensamiento crítico, tiende al gregarismo y los atajos cognitivos, ella es una autora que trata de pensar por sí misma: algo realmente exótico. Siempre dice algo inesperado, que luego te parece evidente; siempre resulta provocadora y estimulante. En Bad hombre (Literatura Random House) ha escrito un texto iluminador y original sobre la cultura de la cancelación. El relato novelado cuenta la historia de varios hombres acusados de conductas reprochables. Son casos distintos, en lugares diferentes, con variables grados de gravedad. Más que los comportamientos en sí –de los acusados y los denunciantes– el libro habla de la tensión entre el individuo y el grupo, de cómo el colectivo se construye sobre la exclusión: el tema central es el ostracismo. A su alrededor surgen reflexiones y narraciones sobre la violencia machista, sobre el feminismo, sobre la naturaleza del deseo, sobre la vanidad, la dominación y los celos, sobre sorprendentes paralelismos entre la ideología de Trump y de sus peores enemigos, sobre la superproducción de élites (con alusiones a Peter Turchin), sobre una tía abuela de la autora asesinada por su marido, sobre Victoria Ocampo. Complemento de su novela anterior, Mona (que hablaba de la reputación y de los personajes que creamos sobre nosotros mismos), Bad hombre es un libro valiente, inteligente y matizado, lleno de ideas, matices y exploraciones sugerentes de los claroscuros y las contradicciones.

La foto de las siete menos cinco (Renacimiento) recoge textos que el periodista Fernando de Haro recogía para apartarse de la vorágine de la actualidad en su programa en La Cope. A veces sin saber qué le atraía de la imagen, escogía una fotografía y la comentaba. Eran imágenes de tragedias o de celebraciones, de cuadros o de oficios, tomadas en Ucrania, en Siria, en Santander o en Pamplona. Abundaban los niños y las mujeres. A veces eran fotos sobre la devastación (las guerras, la pandemia, las catástrofes); otras sobre la determinación, la solidaridad, la vulnerabilidad, el amor o la fiesta. El hiperactivo discreto Fernando de Haro describe la imagen (que los oyentes no veían y los lectores tampoco: de eso se trata, en parte) y a partir de ahí surge un breve ensayo, una evocación, un cuento o un poema. El resultado es una mirada oblicua y valiosa al mundo a lo largo de cinco años, de 2018 a 2023, una reivindicación humanista del asombro y del prodigio de lo cotidiano, una defensa de la atención. Son dos libros muy distintos que nos recuerdan que la literatura siempre empieza por saber mirar.

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