Luego de debutar como director con A Bronx Tale (1993), retrato de un joven que se debate entre la autoridad paterna y la seducción de la mafia, De Niro dejó pasar más de diez años para colocarse nuevamente tras la cámara. Sin lugar a dudas, la espera valió la pena. Con un guión ambicioso y complejo a cargo de Eric Roth, responsable de El informante (Mann, 1999) y Munich (Spielberg, 2005), entre muchos otros libretos, El buen pastor explora con una minuciosidad que a ratos puede parecer excesiva la historia de la Agencia Central de Inteligencia (cia), creada por el presidente Harry S. Truman en diciembre de 1947 para sustituir a la Oficina de Servicios Estratégicos (oss), que operó durante la Segunda Guerra Mundial. A partir de la desastrosa invasión de Bahía de Cochinos en abril de 1961, el filme empieza a armar un rompecabezas narrativo de tres horas de duración a través de la mirada de Edward Wilson (un notable Matt Damon), espía surgido de un frío más psíquico que físico y basado en la figura de James Jesus Angleton, jefe de contraespionaje de la cia entre 1954 y 1974. La fotografía de Robert Richardson apuntala una atmósfera de claroscuros anímicos donde se teje una red de traiciones y contratraciones en la que se agitan personajes con dobleces impredecibles, encarnados por un reparto de lujo que incluye a Alec Baldwin, Michael Gambon, William Hurt y John Turturro. Ignorada casi por completo en la pasada entrega del Oscar, como suele ocurrir con las cintas que exigen más del espectador, El buen pastor está llamada a convertirse en un clásico del espionaje puro y duro. ~
(Guadalajara, 1968) es narrador y ensayista.