El mamut, el tigre de Tasmania y el dodo están en camino de regresar de la extinción en 2028. Tal es el ambicioso objetivo de Colossal Biosciences, una empresa decidida a reescribir las leyes de la naturaleza. Su misión es revivir especies extintas utilizando inteligencia artificial, edición de ADN y células madre. Lo que alguna vez parecía imposible, hoy avanza a una velocidad que supera incluso sus propias expectativas.
En 2009, George Church, un reconocido genetista de Harvard, comenzó a darle forma a una idea que sonaba tan descabellada como fascinante: revivir un mamut lanudo. Durante años, fue un proyecto impulsado únicamente por curiosidad científica. Todo cambió en 2019, cuando conoció a Ben Lamm, fundador de la empresa de inteligencia artificial Hypergiant. Lamm no solo reconoció el potencial científico de la idea, sino también su impacto mediático y comercial.
Lamm recuerda el momento exacto en que nació la provocadora idea de desextinguir especies: “Soy una persona curiosa, así que le hice una pregunta directa: George, si tuvieras capital ilimitado para un solo proyecto en el que tuvieras que dedicar el resto de tu vida, ¿cuál sería y por qué?” La respuesta de Church fue tan inesperada como contundente: “Traería de vuelta al mamut lanudo, lo reintroduciría en el Ártico y desarrollaría sistemas que pudieran aplicarse tanto a la salud humana como a la conservación de especies”.
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Detrás del espectáculo mediático de revivir a un colmilludo mamut o rescatar al peculiar dodo del olvido, se esconde el verdadero negocio de Colossal Biosciences. La desextinción no es el objetivo final, es solo la punta del iceberg. Lo que realmente impulsa el potencial de la empresa –lo que podría transformar la ciencia y la industria– son las poderosas tecnologías que están desarrollando en el proceso: avances en ingeniería genética, biotecnología reproductiva e inteligencia artificial aplicados a la edición del genoma. No se trata solo de resucitar especies extintas.
Entre estos desarrollos potencialmente revolucionarios destacan herramientas de edición genética de última generación, capaces de reescribir el código de la vida de manera tan precisa que hace apenas una década habría parecido ciencia ficción. Hablamos de tecnologías que no solo corrigen mutaciones genéticas, sino que podrían prevenir enfermedades antes de que siquiera se manifiesten. A esto se suman técnicas de reprogramación celular que permiten transformar una simple célula en cualquier tipo de tejido humano, abriendo la puerta a la regeneración de órganos dañados, curación de lesiones irreversibles y tratamientos que podrían redefinir el concepto mismo de envejecimiento. Por si fuera poco, los sistemas de gestación artificial, diseñados inicialmente para revivir especies extintas, podrían convertirse en una herramienta revolucionaria en la medicina reproductiva y neonatal.
Church no se cansa de aclarar que “la criatura no será una réplica exacta, sino una aproximación, con genes de mamut insertados en elefantes asiáticos genéticamente modificados”. Al estudiar el código genético de estos parientes cercanos del mamut, los científicos de Colossal hicieron un hallazgo sorprendente: una resistencia al cáncer casi impenetrable, respaldada por un ejército de genes supresores de tumores. Replicar este escudo biológico en humanos podría no solo transformar la oncología, sino reescribir el destino de millones de vidas, previniendo el cáncer antes de que siquiera tenga la oportunidad de nacer, por citar un ejemplo real.
Otro de los potenciales avances, realmente disruptivos, será el desarrollo de sacos neonatales, vientres artificiales que imitan con precisión las condiciones de un útero materno. Esta tecnología es crucial para la desextinción, que pasa por gestar especies extintas sin depender de madres sustitutas, como en el caso del mamut lanudo o el dodo. Pero su potencial va mucho más allá: podría revolucionar la medicina reproductiva humana, ofreciendo una alternativa para embarazos de alto riesgo y un entorno óptimo para el desarrollo de fetos prematuros, superando las limitaciones de las incubadoras tradicionales. Además, estos sacos neonatales podrían convertirse en plataformas de investigación para estudiar el desarrollo embrionario en condiciones controladas, abriendo nuevas fronteras en la comprensión de enfermedades congénitas y trastornos del desarrollo.
¿Hasta qué punto será ético manipular las leyes fundamentales de la vida, desafiando la propia naturaleza? ¿Seremos capaces de resistir la tentación de moldear la vida a nuestra conveniencia, diseñando organismos no para coexistir, sino para servir a intereses comerciales? ¿Qué nos detiene de justificar la manipulación genética en humanos con los mismos argumentos? ¿Qué ocurre si los avances en desextinción abren la puerta a la clonación de humanos bajo el mismo argumento de “revivir” a alguien? ¿Podría la desextinción ser solo el primer paso hacia un mundo donde la biotecnología reescriba completamente las reglas de la evolución?
La primera entrega de Parque Jurásico no era solo una película de resucitar dinosaurios; era una advertencia velada sobre los peligros de manipular la naturaleza sin comprender a profundidad las consecuencias. El matemático Ian Malcolm, uno de los personajes centrales, criticaba la arrogancia de creer que podíamos controlar fuerzas que apenas entendemos: “los científicos del parque estaban tan preocupados por si podían hacerlo, que no se detuvieron a pensar si debían” es una de las frases más memorables de la taquillera cinta de los noventa. Y resuena con fuerza como eco de un ominoso recordatorio: la verdadera sabiduría no está en saber qué podemos hacer, sino en preguntarnos si deberíamos hacerlo.
Quizá la pregunta central no sea si podemos revivir especies extintas, sino qué significa para las corporaciones, y para la sociedad, tener ese poder. ¿Estamos preparados para asumir la responsabilidad que conlleva, o solo fascinados por la ilusión de progreso que ofrece? En última instancia, la ciencia no es inherentemente buena o mala; son los humanos los que definen su impacto. La capacidad de alterar el curso natural de la vida en la Tierra debería invitar a la reflexión, no solo a la admiración. ¿Será este el próximo salto en la evolución humana o el principio de su declive? ~
es abogado y analista político. Fundador de News Sensei, una newsletter diaria sobre innovación, tendencias, recomendaciones bursátiles y futurología.