Debía existir, a fin de cuentas, un idioma
en que el vocablo “huevo” fuera reducido
enteramente a O, como los italianos
se acercan con su uova, razón por la que Dante
lo imaginó el más sano de los alimentos,
predilección que compartía con sopranos
y con tenores cuyos torsos como peras
representan, bien mirado, el vocablo “ópera”.
Concierne igual a los románticos de cepa,
los alemanes, que comienzan cada verso
como si comenzaran a desayunar,
o a los igualmente engallados matemáticos
que empollan infinitos religiosamente
cuyos límpidos ceros jamás abrirán. ~
Versión de Julio Trujillo