Abraham Zabludovsky, medio siglo de arquitectura

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El pasado 9 de abril murió en la ciudad de México Abraham Zabludovsky, uno de los arquitectos más destacados del México contemporáneo. Nacido en Polonia en 1924, su familia emigró a México cuando él tenía tres años de edad. Adquirió la nacionalidad mexicana en 1941, y poco después inició su carrera en la Escuela Nacional de Arquitectura de la UNAM, en la histórica sede de la Academia de San Carlos, donde se tituló en 1949. Mientras estudiaba, trabajó como constructor y contratista, lo que le permitió formarse de una manera más completa que la mayoría de sus condiscípulos y ver el quehacer arquitectónico con un enfoque pragmático; la preocupación por los procesos constructivos sería, a partir de entonces, una constante en su obra.
     Zabludovsky es conocido fundamentalmente por los edificios públicos que realizó a partir de los años setenta, muchos de ellos en colaboración con Teodoro González de León; sin embargo, las dos primeras décadas de su producción arquitectónica estuvieron dedicadas casi exclusivamente al tema de la vivienda. Los edificios de departamentos que construyó entonces, en los que actuó como promotor, arquitecto y constructor, son depositarios de los postulados funcionalistas en busca de la mayor eficiencia al menor costo. En estas obras, ubicadas en su mayoría en la Hipódromo-Condesa y en Polanco, el arquitecto pudo experimentar con diversos sistemas constructivos y con el uso de materiales aparentes que dieran a la construcción un acabado digno y requirieran poco mantenimiento. Toda la experiencia acumulada en este género se expresa en los conjuntos habitacionales Torres de Mixcoac y La Patera, erigidos a finales de los sesenta con González de León.
     Las casas particulares realizadas en aquellos años muestran el proceso evolutivo de la arquitectura de Zabludovsky, que transita de los principios racionalistas a una expresión más personal, patente en su propia casa (1969), en la que se perciben ya las características formales y materiales que darán sello propio a su producción posterior: juego de volúmenes geométricos intersectados para formar espacios habitables, muros con textura rugosa de concreto martelinado que contrastan con superficies lisas acristaladas, manejo de desniveles para separar ambientes.
     Los años setenta supusieron la eclosión de la pareja Zabludovsky-González de León con tres obras clave: la sede del INFONAVIT marcaría el punto de inflexión en su carrera. Es aquí donde utilizan por primera vez, sobre grandes superficies, el acabado pétreo tan característico de sus obras posteriores: el concreto cincelado con grano de mármol expuesto; su procedimiento constructivo relativamente sencillo, sus cualidades expresivas —textura, color, tonalidad— y el bajo mantenimiento que requiere lo convirtieron en el material predilecto de estos creadores. Pocos años después de terminado el INFONAVIT construyeron, en las faldas del Ajusco, El Colegio de México —para muchos la mejor de sus obras— y la Universidad Pedagógica Nacional; pocos habrían previsto entonces el terrible caos urbano en que se convertiría esta zona del sur de la ciudad.

Estos tres edificios, en los que el muro adquiere volumen y se convierte en elemento escultórico definidor de espacios, sintetizan las aportaciones formales y espaciales de estos arquitectos, en las que se pueden percibir influencias del urbanismo prehispánico y de la arquitectura colonial: tratamiento de espacios abiertos, plataformas unidas por generosas escalinatas, patios confinados por volúmenes geométricos potentes, manejo de pórticos y pérgolas, ritmos de vanos sobre superficies rugosas.
     Fueron muy variados los proyectos desarrollados por Zabludovsky y González de León; en los ochenta realizaron diversas sucursales bancarias para Banamex, entre ellas su sede central, una bien intencionada —aunque no del todo lograda— intervención en el Centro Histórico, reinterpretando con una actitud contextualista la arquitectura barroca de Francisco Guerrero y Torres. Entre los encargos oficiales destacan la Delegación Cuauhtémoc (con Jaime Ortiz Monasterio y Luis Antonio Zapiain), la embajada de México en Brasilia (con Francisco Serrano) y la unidad de servicios de la zona arqueológica de Chichén Itzá. El Museo Rufino Tamayo, en el que converge destilada toda la experiencia de ambos arquitectos, es una suma de aciertos arquitectónicos y urbanos entre los que resaltan una lograda integración al paisaje de Chapultepec, las diáfanas áreas de exposición y la riqueza de recorridos. Su última colaboración significativa tuvo lugar a principios de los noventa, con la remodelación y ampliación del Auditorio Nacional.
     Zabludovsky acometió varias obras públicas de manera individual, entre ellas la nueva Central de Abasto, construida a las afueras de la ciudad hace poco más de veinte años para sustituir el céntrico mercado de La Merced, y la Biblioteca México en La Ciudadela, interesante reutilización de la Real Fábrica de Puros y Cigarros de la Nueva España construida a finales del siglo XVIII. En los noventa construyó una serie de centros culturales en ciudades del Bajío —Guanajuato, Celaya, Dolores Hidalgo, Aguascalientes— que tuvieron como precedentes el Centro Cívico Centenario Cinco de Mayo (Puebla, 1962, en colaboración con Guillermo Rosell) y el Teatro de la Ciudad en Tuxtla Gutiérrez (1979); en ellos queda patente su declarada admiración por Étienne-Louis Boullée, aquel arquitecto visionario que, a finales del siglo XVIII, afirmaba que “son los volúmenes puros y simplificados los únicos que tienen la capacidad de seducir la sensibilidad humana”.
     Más de doscientas obras y proyectos, y varios premios nacionales e internacionales —entre ellos el Premio Nacional de Artes 1982—, avalan la capacidad creativa y constructiva de Abraham Zabludovsky; su arquitectura es una de las más reconocibles y potentes del panorama arquitectónico mexicano del último tercio del siglo XX. ~

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