“No tengo nada en contra de los judíos/negros/homosexuales. Algunos de mis mejores amigos son judíos/negros/homosexuales”. Es el argumento de los amigos. Suele venir después de la expresión de un prejuicio o un insulto y utilizarse como una forma de justificarlo. También se formula con una adversativa: “Muchos de mis mejores amigos son judíos/negros/homosexuales, pero”. Detrás de ese “pero” no hay nunca nada bueno. Después de publicar varios mensajes antisemitas en Facebook, el exalcalde laborista de Blackburn, Salim Mulla, se justificó diciendo que tiene “muchos, muchos amigos judíos”. En los mensajes afirmaba que detrás de los atentados de Estado Islámico estaban Israel y los sionistas. También eran culpables los sionistas de la masacre en el colegio de Sandy Hook, en Conneticut, en 2012. (Por si existe alguna confusión, cuando habla de sionistas se refiere a judíos en general).
En los últimos meses, varios miembros laboristas británicos han hecho comentarios antisemitas que han provocado una crisis en el partido que lidera Jeremy Corbyn. Tres de ellos han sido suspendidos (aún no expulsados), incluido el exalcalde de Londres Ken Livingstone, que afirmó que Hitler apoyaba el sionismo, pero solo hasta que se volvió loco y acabó con seis millones de judíos. La lógica es retorcida. Es difícil ver antisionismo, y no antisemitismo, en las comparaciones entre Israel y Hitler o en el conspiracionismo que piensa que la familia Rothschild domina el mundo.
Muchos antisemitas se esconden tras el antisionismo. Es la cobardía de la etiqueta. A veces se utilizan etiquetas simplificadoras para acusar fácilmente a otro y rehuir el debate (no discuto tus ideas, te llamo “neoliberal” o “comunista”); otras veces es una manera de ocultar tus propias ideas y rehuir responsabilidades (no soy antisemita, soy antisionista). Nadie se autodenomina racista: los seguidores de Trump son solo “políticamente incorrectos”. Aunque hay muchos críticos del sionismo sensatos y el cuestionamiento de la cara más radical del sionismo (ultranacionalista, expansionista, racista) es algo legítimo y necesario, antisionismo es en muchas ocasiones un eufemismo de antisemitismo.
En un artículo en The New York Times, Kenan Malik considera que esta confusión, muchas veces intencionada, entre antisionismo y antisemitismo es consecuencia de la importancia actual de las políticas identitarias:
Una vez que la identidad se convierte en el aspecto primario de la vida política, juzgamos a la gente tanto por el grupo al que pertenece como por sus principios o carácter […] Como la distinción entre criticar ideas y señalar un grupo se ha difuminado, se ha producido un movimiento desde el activismo antisionista hacia un antisemitismo explícito.
Ser antisionista necesita matices: ¿qué quiere decir alguien cuando dice ser antisionista? ¿Que no apoya la creación del Estado de Israel? Es una opinión legítima, pero es imposible revertir eso. ¿Que está en desacuerdo con las políticas de Netanyahu? Muchos sionistas lo están también. Si considera los asentamientos ilegales en Cisjordania o el sectarismo de los ultraortodoxos algo grave, no está solo en Israel. Hay sionistas (desde periodistas como Ari Shavit a escritores como Amos Oz) mas críticos, y con más criterio, con el sionismo e Israel que muchos autodenominados antisionistas.
Si el problema no son los judíos sino Israel lo mejor es hablar del conflicto árabe-israelí, y no del poder sionista global. ¿Es viable la solución de los dos Estados? ¿Qué pasa con Gaza en un posible Estado palestino? ¿Y con los territorios ocupados de Cisjordania? Es posible también criticar las injusticias de Israel: hay medios y organizaciones dentro del país, como Breaking the Silence, que hacen una labor esencial al recopilarlas y denunciarlas. Al hacerlo no cuestionan la totalidad de Israel. Cada vez que Israel comete injusticias, como en sus últimas guerras en Gaza y a menudo en los territorios ocupados, sus críticos cuestionan su existencia. Es una receta para la frustración: negar el derecho a existir de Israel es hacerle un flaco favor a la causa palestina.
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Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacción de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemán' (Libros del Asteroide, 2023).