In memoriam: Jim Lockhart

Hace poco falleció uno de los historiadores y nahuatlatos más importantes para la cultura mexicana. 
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El pasado viernes 17 de enero muy tristemente falleció a los ochenta años el gran historiador y nahuatlato estadounidense James Lockhart. Fue uno de los historiadores extranjeros que más contribuyó al conocimiento de México, de cómo se fue haciendo como ahora es. Menciono algunos de los que más nos han aportado en el siglo XX: Robert Ricard, siguiendo a Joaquín García Icazbalceta, mostró la profundidad del cambio en nuestra historia que trajo la cristianización, la “conquista espiritual”. François Chevalier, de la Escuela de los Annales, mostró la creación y el funcionamiento de las grandes haciendas novohispanas, que más que un sistema económico fueron un modo de vida durante cuatro siglos, hasta la Revolución Mexicana y el Cardenismo. Woodrow Borah y sus colegas de la Escuela de Berkeley mostraron la terrible catástrofe demográfica de la población amerindia durante los siglos XVI y XVII, cuya causa fundamental fueron las epidemias traídas por los españoles contra las cuales los indios no tenían defensas. Analizaron además los efectos de la mortandad de los indios en la formación de la economía colonial y en el mestizaje. David A. Brading conjuntó el estudio de la economía, la política, la cultura y la vida intelectual del México colonial para mostrarnos la formación del nacionalismo mexicano, creado a partir del siglo XVII por los criollos, no por los indios o los mestizos. Jean Meyer le tomó la palabra a Luis González y nos hizo ver el arraigo religioso, social y político del catolicismo en el campo mexicano en los pueblos, los ranchos y las haciendas, y también en las ciudades, que formó mucha de nuestra “idiosincrasia”, y nos hizo leer en otra clave los movimientos campesinos, hasta entonces secuestrados por la historiografía revolucionaria e institucional.

El gran aporte de James Lockhart fue abrir el camino para aproximarnos a los indios del México colonial mediante el estudio de textos escritos por ellos en sus lenguas. En México el estudio de los textos en náhuatl fue impulsado en el siglo XX por Ángel María Garibay K. y su gran discípulo Miguel León-Portilla, seguidos por nahuatlatos como Alfredo López Austin, Luis Reyes García y Rafael Tena. En una primera etapa la mayor parte de los esfuerzos se concentraron en el estudio del México prehispánico, basados en códices, crónicas, cantares, enciclopedias, diccionarios, gramáticas. Pero la historia de los indios después de la Conquista se seguía haciendo en su mayor parte a partir de documentos en español.

En sus dos primeros libros sobre el Perú en el siglo XVI, Lockhart aplicó el principio de estudiar la sociedad leyendo con atención la mayor cantidad de documentos (notariales, judiciales, parroquiales, administrativos) para reconstruir múltiples vidas de todo tipo de gente y casos particulares, para derivar así patrones generales de desarrollo y cultura. Pero en el estudio de la sociedad andina colonial se enfrentó con la ausencia casi total de documentos en quechua o aymara, por lo que Lockhart se acercó a México, donde existen en los archivos miles de documentos judiciales y religiosos escritos con caracteres latinos en lengua náhuatl y en otras lenguas indígenas. Lockhart los llamó “documentos cotidianos” porque emanaron del funcionamiento diario de la vida económica, judicial, política y religiosa de los pueblos de indios y sus barrios. Lockhart tenía el genio de las lenguas y aprendió muy rápido el náhuatl y se dedicó a transcribir, traducir y estudiar desde el punto de vista histórico y filológico los documentos que comenzó a allegarse, y a formar a decenas de estudiantes como historiadores nahuatlatos y maestros de náhuatl, para comenzar a trabajar en este amplio campo. Solo y con colaboradores, Lockhart produjo un conjunto importante de magníficos estudios y traducciones, que forman ya parte sustancial del patrimonio cultural mexicano. 

Esta vasta documentación “cotidiana” mostró que el marco fundamental de la vida de la mayor parte de los nahuas era el altépetl, el reino o señorío prehispánico, que continuó vivo como pueblo de indios novohispano. El altépetl rompió el paradigma historiográfico anterior, dominado por la bipolaridad entre el gran imperio mexica jerárquico y el pequeño calpulli comunitario, que implicaba que al caer el imperio mexica en la Conquista, todo el México antiguo se deshizo. Lockhart, en cambio, mostró que la base fundamental de la vida de la gente, el altépetl, continuó después de la Conquista, sometido a un proceso de cambio que se puede conocer investigando sobre los muchos pueblos de indios, y sus barrios, y la evolución de la lengua náhuatl misma, en sus cambios ortográficos, gramaticales y léxicos. Estas diferencias, así como las diferencias regionales más importantes de los pueblos de indios, en buena medida se explican según la intensidad y el tipo de la interacción entre los indios y los españoles, en diferentes tiempos, lugares y circunstancias.

Tan era el altépetl el marco fundamental de la vida de los nahuas novohispanos que su patriotismo no era un sentirse mexica, nahua, o indio, sino sentirse miembro de un altépetl. Como vimos, el patriotismo mexicano nació en el siglo XVII como un sentimiento criollo, no indio. Los pueblos de indios estaban organizados con un cabildo a la española, con gobernador, alcaldes y regidores indios. Los españoles se sentían satisfechos de haber impuesto a los indios vivir “en policía”. Pero los indios estaban contentos también, porque a través de las formas políticas españolas, mantenían muchos de sus principios de organización y vida. Esto es lo que Lockhart llamó double mistaken identity.

La larga frecuentación de miles de documentos en náhuatl le dio a Lockhart un conocimiento particularmente profundo y sutil de la lengua. En sus clases fue desarrollando un método, que no era más que un juego de hojas, cientos de veces fotocopiadas, de ejemplos escritos en hojas alternadas en náhuatl e inglés, casi sin explicaciones, que avanza simultáneamente en vocabulario y gramática y es mágicamente didáctico. Las explicaciones de Lockhart en sus clases lo condujeron a la redacción de un manual, Nahuatl as Written, que sin duda es la obra que más profundamente cala en la lengua y el modo de pensar de los nahuas. Y al incorporar a la historia el estudio de los documentos cotidianos en náhuatl, Lockhart contribuyó a integrarlos también a la literatura mexicana, pues muchos de estos textos, como los testamentos de unas viejitas pobres del valle de Toluca en el siglo XVIII, conmueven y encantan como cuentos de Juan Rulfo.

James Lockhart fue un historiador y un nahuatlato de primera importancia, pero también fue un gran maestro, exigente, alegre, entusiasta generosísimo y muy querido por sus alumnos y amigos, que afectuosamente lo llamamos Jim. Pocos nombres se han pronunciado tantas veces y con tanto cariño, admiración y agradecimiento. Su generosa voz de maestro y amigo estará siempre presente en cada uno de los escritos que nos dejó.

 

[Un video del profesor Jim Lockhart al recibir el Premio Banamex – Atanasio G. Saravia de Historia Regional Mexicana]

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(ciudad de México, 1954) es historiador. Autor, entre otros títulos, de Convivencia y utopía.


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