Los subtítulos en tiempo real durante una función de ópera se agradecen. Sólo un políglota podría disfrutar Lohengrin y saltar a Otello con facilidad y, mientras que la traducción siempre guardará algo para sí, la proyección de los textos sobre el escenario acercan mucho más al público que, como yo, desconoce la lengua en la que está escrita el libreto. En 1983 el director general de la Canadian Opera Company de Toronto, Lofti Mansouri, incluyó los primeros subtítulos para una función de Elektra; una acción simple que reveló a muchos los misterios de la ópera. En México, el Palacio de Bellas Artes comenzó a traducir sus funciones en 1992 y la Metropolitan Opera House en Nueva York incorporaría hasta 1995 los Met Titles, difundidos a través de un sistema de pantallas colocadas en los respaldos de los asientos. El supertitulaje es un interesante precedente a otro tipo de tecnologías que buscan enriquecer la sala de conciertos. Por ejemplo, la realidad virtual ha comenzado a transformar la forma en la que escuchamos a las orquestas.
En septiembre de 2015 la Filarmónica de Los Ángeles lanzó el tour de la VAN Beethoven con motivo del Festival Immortal Beethoven en el que se interpretaron las nueve sinfonías del compositor. Un vehículo recorrió festivales de arte y museos en los Estados Unidos y a través de un visor con tecnología Oculus ofrecía durante 4 minutos una “orquesta de realidad virtual”. Sentados en butacas idénticas a las del Walt Disney Concert Hall y con el visor en la cabeza, los espectadores manipulaban un video de 360 grados, en el que se podía rotar en cualquier dirección y ver no sólo a la orquesta, sino al director, el techo, el piso e inclusive el escenario.
Sin embargo, la innovación fue mucho más allá de un simple video. Echaba mano de la realidad aumentada, agregando interesantes explosiones de color en los momentos mas intensos de la pieza y con cada movimiento, el sonido cambia, como si estuviéramos en la sala de conciertos. Es posible tener una experiencia (reducida) a través de la pantalla de un Smartphone para tener una idea cercana a lo que pudiera ser en el Oculus Rift.
Existen por supuesto iniciativas similares que no han sido tan exitosas. Durante los primeros meses de la aparición de Google Glass se trató de probar con videos que estaban realizados a partir del punto de vista del conductor. Aunque es divertido quizá durante los primeros minutos, la idea recibió un par de críticas ya que ofrece una perspectiva limitada al dejar fuera la visión del todo, vital en una orquesta y mucho más importante en cuanto a la ópera se refiere. Otro experimento fue ofrecer el punto de vista de un miembro de la orquesta, pero aquí depende mucho del instrumento: en 2013, Sarah Willis, corno francés de la Filarmónica de Berlín, se probó los famosos lentes de Google. Pese a que la música es fenomenal, apreciamos realmente poco del instrumento, la audiencia se ve lejana y nos encontramos a solas con la partitura:
Para su presentación en el Yellow Lounge de Berlín, la violinista Anne-Sophie Mutter se probó una cámara GoPro y grabó un pequeño clip. Mostró un panorama mucho más enriquecedor al tratarse del brazo del violín, que permanece a la vista todo el tiempo; sin embargo, imaginar un concierto bajo ese único lente se antoja un poco tedioso:
El Digital Concert Hall de la Filarmónica de Berlín es un gran ejemplo de cómo se pueden saltar las fronteras geográficas y lograr gran difusión. La transmisión en vivo de los conciertos de la Filarmónica a través de una plataforma digital ha involucrado un esfuerzo que supera la narrativa tradicional de las filmaciones de conciertos, migrando hacia una plataforma mobile en la que cada barra de la partitura determina las tomas que realizará la cámara, dándole un flujo mucho más ameno y pensado, enfocado a resaltar la historia que cuenta cada pieza y los muchos protagonistas que en ella intervienen.
El año pasado, la Filarmónica incursionó en Performing Arts, un proyecto del Google Cultural Institute. El usuario accede a un sitio web que permite el manejo de dos cámaras durante un ensayo pregrabado de la Novena Sinfonía de Beethoven bajo la batuta de Simon Rattle, algo similar a lo que ofrece el Walt Disney Concert Hall, solo que a este se le suma un breve recorrido de las instalaciones tales como, el estudio de sonido, el depósito de pianos y el auditorio vacío en todo su esplendor. Performing Arts está conformado por 60 instituciones culturales, entre las cuales se encuentran el Carnegie Hall (Yannick Nézet-Séguin y la Orquesta de Filadelfia interpretan En la gruta del rey de la montaña de la obra Peer Gynt compuesta por Grieg) y la Royal Shakeaspeare Company (El actor Alex Hassell interpreta la primera escena del tercer acto de Henry V, de Shakespeare). También es posible acceder a pláticas vía livestream con los curadores de los museos de arte más importantes del mundo.
Algunos podrían argumentar que el acceso a través de todos estos medios no se compara a presenciar un concierto en tiempo real y es cierto, nada podrá equipararse nunca al sonido puro y real; sin embargo, las nuevas tecnologías nos ofrecen una serie de ventajas que de otro modo no tendríamos. Más allá de eliminar las barreras geográficas, reinterpretan un concierto o pieza, explorando otras narrativas y acercándolo a nuevas audiencias, sin caer en el error “simplificar” o de hacer las obras más “asequibles”, sino rejuveneciendo el lenguaje y los canales de comunicación.
El conductor Ricardo Muti se lamentaba en una entrevista que una orquesta entera costaba mucho menos que el salario de un jugador de fútbol profesional. El avance tecnológico requiere, por supuesto, inversión y ello depende también del interés que exista por la música, afortunadamente, los primeros pasos están dados y las orquestas, casas de ópera y disqueras se están modernizando. En el futuro, quizá podamos conocer la trayectoria del primer violín de una orquesta o conocer la coloratura de los protagonistas tan solo con pasar el cursor sobre la pantalla e incluso seguir las anotaciones de un crítico musical acto tras acto.
Maestra en filosofía, publicista y aficionada a la música clásica