No la noche aquella que se untaba al cielo
pareja y densa antes de encender la luz de sus luceros…
No esa: la otra: la que va echando bubas grises
en los muros verjurados por la sombra de las ramas
la que no avanza unánime en la bóveda
sino brota al buen tuntún aquí y allá como si hirviera
la que se prende a las luces de la tarde
igual que el huitlacoche a la mazorca
apergollándola del cuello
la que es un negro acné sobre la triste adolescencia de la tarde
la que garapiña y tirolea y deja cacarizas
las bardas grises del ocaso
la que abre pozos de grisura aquí y allá febriles como llagas
la que cunde en todas partes como un cáncer…
No la noche en que miramos los astros sino la otra: esta
que nos sobaja la mirada nos la estrella
contra lo cerca lo junto lo pegado
la que no trae en la bolsa nada que venga de muy lejos
la que de pronto raya el aire con el gis de un rayo
y nos deja ipso facto hipnotizados
como gallinas en su propia estupidez haciendo el bizco
la que pasa por aquí queriéndose ir de aquí
la que en lugar de rumores arcaicos y arcanos
carga mil descargas (un carcaj de crímenes que estallan
con su fuego artificial entre las calles)
la que llega en una ráfaga de pura adrenalina…
No la noche aquella de la luna y las promesas
cuando comparecía ante nosotros la bondad divina
sino esta que fraguamos arduamente en talleres subterráneos
en esta forja de esclavos que sin embargo esperan
la noche que es hoy la noche nuestra el pan de cada día
la que va por el aire como una bruja horrible en sus hilachas
sin amar el aire sin gozar el vuelo huyendo nada más huyendo
la que grita siempre la que habla sola la llorona noche que nos damos
cada noche los hombres a los hombres… ~