Dadas las circunstancias y conociendo la Historia, el final era previsible: minuto 94 de partido, Alemania casi eliminada del Mundial, con un jugador menos por expulsión de Boateng… y falta peligrosa cerca del área, aunque más bien escorada. Aquello tenía que ser gol como fue gol el córner que remató Sergio Ramos en la final de Lisboa en 2014. Son reglas no escritas que se repiten una y otra vez y solo cabe sorprenderse precisamente cuando el supuesto milagro no aparece. Kroos puso el balón en la escuadra, por supuesto, asentando así la posición de la vigente campeona en un Mundial que parece cada vez más una Eurocopa con invitados.
Pese a todo, solo cabe hablar de resultado justo: Suecia llegó hasta Rusia llevándose por delante a Holanda e Italia entre otras selecciones y con un juego tan plano que hay que amar mucho este deporte para poder aguantar una pesadilla así. Con sus torres -Granqvist y Lindelof- despejando todo lo que pasa por el área y el patadón como único recurso ofensivo, los nórdicos se habían adelantado inopinadamente tras un fallo del propio Toni Kroos en la conducción, una anomalía que solo puede darse una vez por campeonato.
Después de eso, asistimos a un asedio que dejó un par de balones en los palos y dos o tres paradas impresionantes de Olsen hasta que llegó el descuento, la falta y el destino. Alemania pasó de estar con un pie en la calle a tocar con los dedos los octavos de final. Nunca en su historia fue eliminada en primera ronda de un campeonato del mundo y no parece que vaya a ser el de Rusia el primero. Le basta con ganar a la flojísima Corea del Sur para clasificarse, incluso el empate puede valerle si México derrota a Suecia en el otro partido.
Ahora bien, eso está por ver. Nadie duda de la solvencia del combinado de Osorio, pero enfrentarse contra Suecia supone encarar un dolor de muelas constante, prolongado y resistente a cualquier analgésico. Durante 94 minutos, el Tri estuvo en octavos de final -desde Argentina 78 no falla a la cita con la salvedad lógica de España 82 e Italia 90, cuando ni siquiera participó- y lo estuvo con todas las buenas sensaciones que habían faltado en los últimos años. La juventud de Lozano, unida a la veteranía de Vela, el oportunismo de Chicharito y la omnipresencia de Layún, todo un descubrimiento de Osorio como extremo, han llevado el optimismo a un país muy necesitado de alegrías y que de repente coquetea con la euforia.
Después de años de cuestionamientos y críticas feroces, México parece estar en un momento dulce. Ante Alemania no solo ganó sino que mereció ganar, algo que conviene aclarar cuando la gente habla alegremente de “sorpresas”. Ante Corea del Sur se limitó a imponer su superioridad, aunque un par de despistes defensivos en el último tramo del encuentro casi le cuestan un disgusto.
De hecho, la única duda que presenta México en este momento es su tradicional vulnerabilidad emocional, su pasión por la ruleta rusa. Por juego y por jugadores, debería ser muy superior a Suecia, pero ese esfuerzo extra inesperado puede afectarles mentalmente. En cualquier caso, si ganar a un equipo tan correoso como el sueco siempre es difícil, perder casi lo es más a poco que uno se guarde de los contraataques. Al Tri le basta con un punto si no quiere meterse en un previsible triple empate con Suecia y Alemania. Incluso perder por un solo gol debería ser suficiente, pero mejor no ponerse en ese escenario porque los cálculos y los descuentos los carga el diablo.
Por lo demás, la gran sensación de esta fase de grupos está siendo sin duda Bélgica, con su exuberancia ofensiva -ocho goles en dos partidos- y las actuaciones estelares de varias de sus figuras, encabezadas por Eden Hazard, probablemente el mejor jugador del torneo hasta la fecha y de cuya madurez dependerán las opciones de su selección en el resto del campeonato. A falta de claros dominadores -Brasil, España y Portugal ganan como pueden; Argentina, ni eso- las opciones paralelas pueden permitirse soñar y hay algo en este equipo belga que recuerda inevitablemente a la España de 2008 y 2010: muchos jugadores bajo sospecha que todo el mundo da por hecho que se derrumbarán al primer estornudo pero acaban llevándose la copa ante el asombro casi general.
Apostar por Bélgica parece un suicidio dados sus resultados recientes en grandes competiciones -eliminados por Argentina y Gales en los cuartos de final del Mundial 2014 y de la Eurocopa 2016 respectivamente- pero a veces apostar a cuotas altas puede ser una buena inversión. Tarde o temprano llegará el momento en el que no haya un descuento, no haya una falta y no haya un Toni Kroos. Ya pueden estar todos atentos y preparados para coger el relevo si se tercia.
(Madrid, 1977) es escritor y licenciado en filosofía. Autor de varios libros sobre deporte, lleva años colaborando en diversos medios culturales intentando darle al juego una dimensión narrativa que vaya más allá del exabrupto apasionado.