A principios de febrero se difundieron dos tuits. En uno, la cantante Belinda se quejaba del mal servicio de Aeroméxico; en el otro, falsamente atribuido a la aerolínea, esta le respondía que el mal servicio era consecuencia de la saturación del aeropuerto de la Ciudad de México y que ella debía responsabilizarse por el apoyo que le brindó al actual presidente, quien decidió cancelar la construcción de un nuevo aeropuerto.
A los pocos días de que ese supuesto intercambio de tuits se volviera viral, si alguien los compartía en Facebook, al margen de la publicación se encontraba una leyenda que decía que la nota podía ser inexacta. La implementación de esa reciente funcionalidad obedeció a un intento por frenar el alud que ahora conocemos como “fake news”.
A todo esto, ¿qué son las “fake news”? Según un reporte emitido a mediados de febrero de este año por la Cámara de los Comunes de Reino Unido, una de las primeras recomendaciones es no usar el término fake news, sino el de desinformación. Aunque fake news significa “noticias falsas”, la expresión se ha extendido para describir contenido con el que el lector puede no estar de acuerdo o no gustarle. Mucho de ese significado se lo debemos a Donald Trump y a las redes sociales. La desinformación, en cambio, es la creación y dispersión deliberada de información falsa y/o manipulada para engañar y confundir a las audiencias, ya sea con el propósito de causar daño o de obtener una ventaja política, personal o financiera.
En una larga entrevista, Mark Zuckerberg dijo que no cree que las personas quieran que Facebook decida por ellas qué es verdad, pues hay desacuerdos respecto de lo que es verdad y una historia puede tener diferentes niveles de verdad. No obstante, dado que tampoco cree que nadie quiera recibir contenido engañoso o falso, implementó un programa de verificación de hechos con la colaboración del Instituto Poynter de Periodismo. La validación del contenido que se viraliza se vuelve particularmente importante por la importancia social que puede adquirir. La idea es que en el futuro existan sistemas automatizados que impidan que ese tipo de información se distribuya masivamente.
La voluntad de combatir la desinformación no es gratuita: a raíz del escándalo de Cambridge Analytica, el año pasado, la Comisión Europea solicitó a Facebook, Twitter y Alphabet (matriz de Google) que, de cara a las elecciones de mayo de 2019, combatieran la desinformación en sus plataformas, lo cual concluyó en la aceptación de un Código de práctica por parte de los gigantes tecnológicos. Este Código no es obligatorio y su cumplimiento todavía queda a deber, según un comunicado emitido el 20 de marzo. Agencias de noticias como AFP han colaborado en este esfuerzo al poner en marcha AFP Factual.
Francia se ha tomado en serio las consecuencias negativas que puede tener la desinformación, por lo cual apenas en noviembre pasado promulgó una ley para combatir la manipulación de la información. Esta ley permite a los jueces ordenar la eliminación de contenido en línea durante campañas electorales que, según su criterio, constituya desinformación. También establece la obligación de los medios de revelar cuánto dinero obtienen por promover información, y hace posible la suspensión de canales televisivos controlados o bajo la influencia de estados extranjeros si diseminan deliberadamente información falsa que pueda afectar los resultados de las elecciones. Las sanciones por violar a esta ley pueden incluir un año en prisión y multa por 75 mil euros.
En México no contamos con una ley al respecto, pero existen medios que se han dado a la tarea de verificar contenidos, tales como Animal Político, que desde 2015 vigila el discurso político mediante El sabueso y Verificado 2018, una iniciativa que se implementó el año pasado para luchar combatir noticias falsas durante la temporada electoral.
Existen voces críticas que afirman que regular el contenido en línea puede derivar en censura y acciones poco transparentes por parte de las plataformas, de modo que la mejor forma de abordarla es educando a los usuarios para que evalúen en forma crítica la información presentada. La segunda opción es deseable y podría ser una solución a largo plazo; sin embargo, también se necesitan soluciones a corto plazo que eviten la propagación de desinformación cuando ésta puede tener efectos indeseables en materia electoral.
El problema es que mientras nos enfrascamos en corroborar la veracidad de los hechos, mientras discutimos si algo informa o manipula e intercambiamos descalificaciones, nos perdemos de la posibilidad de tener un debate razonado basado en hechos imparciales y objetivos.
Nació el mismo año que se estrenó Blade Runner. Abogada, especialista en tecnología y protección de datos.