Desde la sentencia del Estatut en 2010 o la Diada de 2012 hasta otoño de 2017, el procés fue más un género literario que un proyecto político. Se combinó con la construcción nacional pujolista y el nacionalismo catalán clásico, pero permaneció en el plano simbólico. Tras el 6 y 7 de septiembre de 2017, se volvió insurreccional. A sus palabras les acompañaron acciones. Las amenazas se cumplieron: se vulneraron los derechos de la oposición, se promovió un referéndum ilegal, se proclamó una república solo con las firmas de la mitad del parlamento. El Estado entonces actuó y hubo fugas al extranjero y prisiones preventivas.
El procés es hoy un movimiento autoritario. Una buena parte de sus líderes está comprometida con ir más allá de las palabras. Pero a menudo el independentismo intenta salvar los platos y promueve una retórica pre-2017. Aunque el Govern explota la memoria del 1-O y la épica victimista de los presos, cree que todavía puede convencer a algún despistado de que el procés es democrático porque menciona muchas veces la palabra democracia.
Para el independentismo, las acusaciones de terrorismo a los CDR son parte de un “marco” de criminalización o un relato que sirve como excusa para la “represión”. Solo proclamando que el independentismo es eminentemente pacífico, porque así se autodenomina, el independentismo se vuelve realmente pacífico. Sus líderes dicen que son europeístas, que su causa es la de Rosa Parks, la desobediencia civil y el pacifismo. Y no hace falta acompañar a las palabras con acciones. ¿Cómo van a ser los líderes independentistas algo diferente de lo que proclaman?
Pero quienes más analizan el procés como si estuviéramos en 2012 son el catalanismo del PSC y los comunes. Miquel Iceta acudió a la manifestación constitucionalista del 8 de octubre de 2017; hoy el PSC afirma que Quim Torra y Lorena Roldán (portavoz de Cs en el Parlament y candidata a la presidencia de la Generalitat) son “dos caras de una misma moneda” porque Cs ha propuesto una moción de censura contra Torra. La portavoz socialista en el Parlament, Eva Granados, pidió a Cs “que no juegue con las instituciones y los catalanes. Esta moción de censura propagandística es solo un gesto para que Roldán se dé a conocer.”
La moción no saldrá adelante. Pero la actitud del PSC es casi una parodia de sí mismo: el partido se queja de las acusaciones de equidistancia, pero comparar a Cs con Torra no sirve para refutarlas. El Govern, por su parte, le ha agradecido al PSC que no se preste a los “aspavientos” de Cs y el PP y ha defendido que los socialistas son “una formación política mucho más seria y rigurosa” que los partidos de la derecha constitucionalista.
La sociedad catalana está radicalmente dividida. Según Metroscopia, “el 57% de los catalanes cree que en el momento actual la sociedad catalana está partida en dos mitades (frente al 43% que no considera que sea así)”. Como ha señalado el experto en encuestas Kiko Llaneras, es una “metafractura: una mitad de catalanes cree que la sociedad está partida y otra mitad cree que no”. Es una fractura entre la retórica y la realidad: están los catalanes que juzgan el independentismo exclusivamente por sus palabras y los que les juzgan por sus actos.
Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacción de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemán' (Libros del Asteroide, 2023).