Economía de guerra contra el coronavirus

El virus no solo está en guerra biológica contra nosotros; está también en una guerra económica: busca destruir los recursos que necesitamos para alcanzar la victoria.
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Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos perdió alrededor de 500.000 ciudadanos. Los enemigos estaban lejos, ultramar. Hoy se estima que el coronavirus puede tarde o temprano matar a casi el doble de estadounidenses. El enemigo está ahora entre nosotros. Es un enemigo que nos ha invadido a todos con éxito. Ha cerrado efectivamente buena parte de nuestra economía, está dejando sin empleo a millones de personas y amenaza con sabotear nuestro sistema bancario y financiero. La destrucción casi equiparable a una guerra de nuestra economía se está produciendo ya.

La respuesta tiene que ser equiparable a la movilización económica durante la Segunda Guerra Mundial, que defendió la vida de millones de ciudadanos. Pero de momento los políticos y legisladores de Washington no tienen la mentalidad de guerra necesaria.

La respuesta inicial de los políticos estadounidenses

Al principio Trump negó que estuviéramos sufriendo una invasión e incluso que el virus estuviera armado. Dijo que desaparecería en abril. No lo consideró peligroso. Mientras, el enemigo desplegaba sus “minas” biológicas y había empezado a matar. Trump incluso abrió los aeropuertos de las ciudades más grandes para que entrara el invasor. No es casualidad que el virus penetrara primero en el estado de Washington, California y los grandes aeropuertos del noreste del país.

Los líderes demócratas del congreso eran en cierto modo más conscientes de la amenaza que Trump, pero también de manera deficiente. Su plan para la guerra económica a la que nos enfrentamos es proporcionar más seguros de desempleo, tests gratuitos y políticas similares. Aunque son medidas necesarias resultan extremadamente insuficientes. Es como llamar a la guardia costera para detener el asalto militar del virus en nuestras costas.

Los demócratas han propuesto una ley en el Congreso con un coste de 750.000 millones de dólares. Es un gasto en defensa para una economía de guerra. El líder republicano en el Senado, Mitch McConell, ha pospuesto e incluso se ha opuesto a esa medida. Ahora los republicanos y Trump han propuesto 800.000 millones. Son cantidades muy insuficientes. Ambos partidos están actuando con demasiada lentitud.

Los políticos de los dos partidos están exhibiendo una mentalidad similar a la de Neville Chamberlain, el primer ministro británico que en 1938 declaró, tras volver de Múnich, que había asegurado “la paz en nuestra época” gracias a un pacto con Hitler. Los políticos estadounidenses creen que tienen el virus “bajo control” y que pueden revertir la destrucción de la economía de Estados Unidos aprobando un gasto mínimo de 700.000 u 800.000 millones de dólares.

Creen que pueden controlar el virus y su impacto devastador en la economía. Pero no podrán hasta que no entiendan que estamos en una guerra biológica-económica y que es necesaria un movilización similar a la de 1942.

Un Pearl Harbor económico

Hoy la economía estadounidense está experimentando algo similar a un Pearl Harbor económico. Está luchando en retaguardia y retirándose como en la Marcha de la muerte de Bataan en 1942. El esfuerzo de guerra de Estados Unidos en 1942 no tiene precedentes en la historia de ningún país.

Fue un esfuerzo total, inédito y efectivo. El país sobrevivió en la Segunda Guerra Mundial principalmente porque produjo diez veces más equipamiento y material que sus enemigos. Cuando esos recursos comenzaron a fluir a partir de 1942, el Japón imperial y la Alemania nazi perdieron su oportunidad de ganar.

Ahora nos enfrentamos a un enemigo que ha invadido cada rincón del país. Es un enemigo que matará muchos más estadounidense que los imperialistas japoneses o los nazis. Y sin embargo no estamos movilizando la economía estadounidense para enfrentarnos a él. Los políticos están afrontando este problema gradualmente, poco a poco, y van muy por detrás en términos de defensa y respuesta económica.

El virus no solo está en guerra biológica contra nosotros; está al mismo tiempo en una guerra económica: busca destruir los recursos que necesitamos para alcanzar la victoria.

En 1940-41, el gobierno de Estados Unidos gastaba un 15-16% del PIB (menos del 20% de la economía). En apenas un año, a finales de 1942, el gobierno gastaba un 40% del PIB. En 1944 llegó al 70% del PIB. Desde el periodo posterior a 1945 hasta hoy, el gasto se ha mantenido en un 20% anual.

La movilización para una guerra económica contra el virus necesita de nuevo un aumento inmediato del gasto público hasta el 40% del PIB. La Reserva Federal estadounidense ha proporcionado al menos 2,2 billones de dólares en apenas una semanas. Es una solución para rescatar preventivamente al sistema bancario estadounidense, que también servirá para compensar a miles de inversores privados, muchos de ellos multimillonarios.

Si la Reserva Federal puede rescatar con 2,2 billones a los bancos incluso antes de que quiebren, ¿por qué no puede el congreso rescatar al resto de la población y a las familias de clase trabajadora con una cantidad similar? Y esto es solo para empezar. Necesitaremos otro billón o dos antes de que esto termine, lo que requerirá doblar el gasto público de un 20% a un 40% del PIB.

Movilización económica de guerra: cómo pagarla

Algunos se preguntan de dónde se puede obtener el dinero para este gasto. Muchos se preguntaron lo mismo en 1942. Pero el dinero estaba ahí. Y sigue estándolo hoy. A continuación detallaré tres maneras por las cuales Estados Unidos financió y pagó la movilización económica para la guerra entre 1942 y 1945 y cómo podemos hacer lo mismo hoy:

El congreso en 1942 aprobó un aumento masivo de impuestos para financiar la guerra. Le siguieron más aumentos en 1943, 1944 y 1945. Entonces emitió deuda con “bonos de la victoria” para seguir financiándose. El Tesoro estadounidense puede hacer lo mismo hoy. Estados Unidos puede aguantar un déficit presupuestario, que se pagará más tarde, de nuevo, como hizo en la Segunda Guerra Mundial.

Los políticos estadounidenses de ambos partidos han generado déficits presupuestarios anuales desde el año 2000 y como resultado han aumentado la deuda total nacional desde los 4 billones en 2000 hasta los casi 22 billones de hoy. Las reducciones de impuestos de Trump en 2018 y 2019 –de las que se han aprovechado mayoritariamente las grandes empresas y los inversores– implicarán un aumento de la deuda nacional de al menos 31 billones en 2028, según la Oficina de Presupuesto del congreso.

Pero esa es una predicción previa a la crisis actual y al colapso de la economía estadounidense (y el colapso en ingresos por impuestos). La deuda nacional estadounidense en 2028 será de 35 billones o más.

Buena parte de esta deuda nacional, y los déficits anuales que la causan, está provocada por los masivos beneficios fiscales a los ricos y las grandes empresas desde el año 2000. Esas reducciones de impuestos, aprobadas por ambos partidos, alcanzan la cifra nada desdeñable de 15 billones de dólares. Es tiempo de recuperar ese dinero y usarlo para luchar en una verdadera guerra contra el virus.

También es hora de que la Reserva Federal y el Tesoro estadounidenses rescaten no solo a los banqueros sino también a las pequeñas empresas. En vez de simplemente comprar bonos a ricos e inversores con precios subvencionados, debería crear dinero adicional emitiendo coronabonos cuyo único objetivo sea el gasto directo solo para la gente común y las pequeñas empresas; es decir, un dinero para rescatar a las familias trabajadoras de clase media y baja que están perdiendo ingresos, sus casas, sus coches, y para evitar que las pequeñas empresas de menos de cien trabajadores se vayan a la quiebra.

No hablo de préstamos sino de subvenciones directas a familias trabajadoras y pequeñas empresas. Las grandes empresas pueden arreglárselas ellas solas. Han construido enormes fondos de reserva durante la última década, igual que los grandes bancos. La Reserva Federal les ha prometido compensación con billones de dólares ante cualquier adversidad. ¿Quién compensará a las familias trabajadoras, la clase media y las pequeñas empresas? ¿Conseguirá el congreso arañar algo de apoyo financiero para ellas mientras el banco central riega con su manguera de dinero gratis a los banqueros e inversores?

No nos confundamos. Estamos en una guerra contra el virus que requerirá una movilización económica de guerra. Pero si los políticos no se ponen las pilas rápido y adoptan una mentalidad de época de guerra, millones de estadounidenses morirán y el número total de víctimas será mucho mayor que el de la Segunda Guerra Mundial.

Traducción del inglés de Ricardo Dudda.

Publicado originalmente en el blog del autor.

 

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Jack Rasmus es economista y autor de The scourge of neoliberalism (Clarity Press, 2020).


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