Cuatro tipos de trabajo durante la pandemia

Tenemos que olvidarnos de los indicadores financieros y empezar a observar los ingresos familiares.
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He escrito hace poco en un artículo en Foreign Affairs que el foco de atención de los políticos y legisladores, y por lo tanto del público, está erróneamente centrado en parámetros ficticios (como los índices bursátiles) o la viabilidad financiera de las empresas. No es que sean cuestiones sin importancia. Pero en condiciones de disrupción económica severa, en una crisis que se parece a una guerra, atender a los indicadores financieros nos distrae. Debemos centrarnos (como ha ocurrido en todas las guerras, incluida la intervención estadounidense en la Segunda Guerra Mundial) en cantidades físicas.

Por ejemplo, pensemos en el problema actual con la asignación del trabajo. Supongamos que hay cuatro tipos de trabajos: A) doctores y personal médico, B) vendedores online, C) gente que produce bienes físicos (trabajadores industriales) y D) profesionales (profesores, ingenieros, diseñadores, etc.). La cantidad de estos trabajadores está, al principio de la crisis, determinada por la demanda económica, al igual que por la oferta de estas profesiones.

Lo que provoca un shock tan tremendo como el de la pandemia es que desestabiliza totalmente la nueva demanda para estos cuatro tipos de trabajo. Su asignación actual no se sincroniza con la asignación necesaria bajo las nuevas condiciones. El shock aumenta exponencialmente la demanda de A, aumenta de manera similar la demanda de B ya que la gente se decanta por la compra online, desciende la demanda de C y la demanda de D permanece más o menos estable.

Hay un elemento más, específico de la pandemia. Si las actividades de B, C y D continúan como antes, es probable que se infecte más gente (si asumes que la mayoría de infecciones se produce porque la gente interactúa en el trabajo). Esto, a su vez, provocará una saturación y agobio en A, hasta tal punto que la tasa de mortalidad aumentará. Para comprender esto asumamos simplemente que B, C y D dejan de trabajar y producir. Las nuevas infecciones claramente se reducirán ya que la gente se queda en casa obligada a no trabajar. Esto es claramente lo que la cuarentena intenta conseguir.

El problema, sin embargo, es que si todo el trabajo se para, la gente se morirá de hambre pronto. De ahí que el trade off o equilibrio entre la producción constante y la extensión de la enfermedad no pueda alcanzar el punto extremo de producción cero. Tenemos que encontrar una posición en la curva de equilibrio o trade off que permita que continúe la actividad económica a un ritmo modesto hasta que la pandemia esté bajo control.

Volvamos a nuestra nomenclatura de trabajadores. La oferta de A (que nos gustaría sinceramente que aumentara) es más o menos fija en el corto plazo (digamos, meses o semanas, que es con lo que estamos lidiando). Por lo tanto, no hay mucho que hacer más allá de recuperar a todos los enfermeros y médicos jubilados, como ha hecho la ciudad de Nueva York.

Los B estarán bien y no perderán ingresos, ya que la demanda de su trabajo está creciendo. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el trabajo adicional puede producir nuevos casos de enfermedad. Pero no podemos hacer nada más si no queremos que toda la vida se detenga.

La categoría clave es la C. Sus ingresos se verán afectados radicalmente. Es probable que pierdan sus trabajos y se queden sin ningún recurso. ¿Queremos que se empobrezcan y salgan a deambular por las calles en busca de trabajo? No. Los políticos y legisladores deberían centrarse en convencerles de que no trabajen. En otras palabras, esta es la gente clave y el objetivo primordial de las políticas públicas hoy: no queremos que caigan por debajo de un determinado umbral de ingresos (por razones tanto de humanidad como de interés social más amplio) y tampoco queremos que trabajen, para así ralentizar el ritmo de nuevas infecciones.

La última categoría (D) son los trabajadores cuyos ingresos quizá permanezcan relativamente inalterados, al menos en el corto plazo, porque la demanda de sus servicios quizá ni aumente ni descienda mucho ya que pueden ofrecer esos servicios de manera remota. Así que desde el punto de vista del legislador no son la parte del electorado más importante ahora.

De esta manera podemos formular una estrategia mucho más razonable de política económica durante la pandemia: hay que intentar extender todo lo posible el aumento de oferta de A, limitar el trabajo que realizan los otros (de nuevo todo lo posible) y mantener a los trabajadores C económicamente a flote de manera incondicional durante la duración de la crisis. Y, por supuesto, hay que cambiar nuestro foco: tenemos que olvidarnos de los indicadores financieros y empezar a observar los ingresos familiares.

Traducción del inglés de Ricardo Dudda.

Publicado originalmente en el blog del autor. 

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Branko Milanovic es economista. Su libro más reciente en español es "Miradas sobre la desigualdad. De la Revolución francesa al final de la guerra fría" (Taurus, 2024).


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