“Cada valor positivo tiene su precio en términos negativos,
el genio de Einstein lleva a Hiroshima.”
Pablo Picasso
El 6 de agosto de hace 67 años a las 8:15 de la mañana el Enola Gay, un bombardero de la fuerza aérea estadounidense, dejó caer sobre Hiroshima a Little Boy, una bomba atómica que en segundos arrasó con todo lo que se encontraba a 2 kilómetros a la redonda. Tres días después una bomba similar fue detonada en el puerto de Nagazaki.
Los testimonios de los sobrevivientes, el recuento historiográfico y las múltiples reinterpretaciones de ese terrible evento, hacen evidente que la decisión de soltar ambas bombas fue resultado de lo que James J. Weingartner llama “la deshumanización del enemigo”.
La diplomacia del átomo
Durante el resto del siglo XX, la tecnología para la detonación y el traslado de artefactos capaces de producir una reacción en cadena a nivel atómico se fue perfeccionando al calor de la Guerra Fría. En menos de 20 años Rusia (1949), Reino Unido (1952), Francia (1960) y China (1964) fueron reconocidas como potencias nucleares. En la última década, India y Pakistán anunciaron que poseían este tipo de armamento.
La comunidad internacional ha expresado su preocupación ante las sospechas de que Siria, Libia, Corea de Norte e Irán estén desarrollando sus propios programas nucleares con fines bélicos, sin embargo solo los últimos dos están bajo escrutinio internacional. También existe evidencia para suponer que Israel posee un arsenal nuclear. De las 7 potencias nucleares[1], solo 5 (Estados Unidos, Rusia, Reino Unidos, Francia y China) son parte de los tratados internacionales para el desarme internacional.
El inventario de armas nucleares estimado por especialistas de la Federación de Científicos Americanos[2] y del Consejo para la Defensa de los Recursos Naturales supone la existencia de 22,400 ojivas útiles y disponibles alrededor del mundo. Si bien este número constituye una reducción importante respecto a las 70,000 que se estimaban en 1986, la amenaza del “invierno nuclear” continúa latente. Las relaciones entre Estados Unidos y Rusia enfrentan uno de los momentos más tensos desde el final de la Guerra Fría, debido a la intención estadounidense de fortalecer el sistema de defensa en Europa del este. China, impulsa la modernización y ampliación de su poderío bélico. India y Pakistán mantienen un tenso equilibrio; Corea del Norte e Irán desafían a la comunidad internacional al rechazar su exigencia de verificación y el programa nuclear israelí aún no ha sido revisado por la Agencia Internacional de Energía Atómica.
Los reflejos del miedo
El secretismo de los gobiernos, es el principal obstáculo para poder evaluar la existencia y magnitud de una amenaza nuclear. La escaza información pasa por varios filtros: análisis de la comunidad de expertos, sesgos ideológicos, identidades nacionales étnicas y religiosas. Los accidentes en plantas nucleares, de Chernóbil a Fukushima, han provocado el temor de la gente hacia el tema nuclear, pese a que en estos dos casos en particular se documentó que los accidentes fueron provocados por errores humanos. Wade Allison, profesor emérito de física en la Universidad de Oxford explicó la situación de la siguiente manera: "La cobertura de Fukushima fue guiada por el reflejo de la Guerra Fría que implica el miedo a la radiación y el peligro de muerte. Los reactores han sido destruidos, pero la radiación de Fukushima no ha causado pérdida de vidas y es improbable que lo haga, incluso en los próximos 50 años. Las voces de la ciencia y el sentido común del que depende el futuro de la humanidad fueron sofocadas y aún no se han sido escuchadas. El resultado ha sido un sufrimiento innecesario y un gran daño socio-económico”.
¿Cuántas ojivas nucleares o atómicas existen en el mundo? ¿Qué tan seguras son las instalaciones en donde se almacenan? Nadie puede responder esto con exactitud. Hasta el momento solo Francia y Reino Unido han proporcionado públicamente una cifra de sus arsenales. En 2008, el entonces presidente francés, Nicolas Sarkozy, señaló que su país contaba con un arsenal de poco menos de 300 ojivas nucleares utilizables. En 2009, Gordon Brown, afirmó que el gobierno británico contaba con 160 ojivas. Las cifras disponibles del resto de los arsenales de destrucción masiva son aproximaciones por parte de instituciones académicas y la sociedad civil organizada que, en conjunto, han logrado desarrollar metodologías de cálculo tan refinadas que en algunos casos han desenmascarado el bluff de algunos gobiernos[3]. Lamentablemente no todos los estudios independientes son tan rigurosos y suelen tenerse noticias de pifias como la que el año pasado publicó el programa de control de armamento en Asia de la Universidad de Georgetown, en el que se afirmaba que China contaba con 3,000 ojivas nucleares. Inmediatamente, la Federación de Científicos Americanos desestimó la afirmación: “China no tiene 3,000 ojivas nucleares. Tampoco han producido semejante cantidad de material de fisión para construir un arsenal de ese tamaño, y tampoco cuenta con suficientes vehículos y/o plataformas para lanzar tantas ojivas.”
Si bien conocer la cantidad de ojivas en el mundo es un elemento esencial, existen otros indicadores con la misma trascendencia. Por ejemplo, los protocolos de seguridad para el manejo y resguardo de arsenal y el inventario de sus componentes. La seguridad y protección de los programas nucleares no solo incluye a los países que tienen arsenales, sino también aquellos que utilizan materiales radioactivos para fines pacíficos. Recientemente fue publicado un índice que evalúa de manera integral las políticas para el manejo de materiales radioactivos. El país mejor calificado fue Australia, el peor Corea del Norte. México ocupó el lugar diecinueve.[4]
El gran reto de la verificación
Al margen de las teorías conspiracionistas, hoy día resulta más o menos sencillo construir un artefacto termonuclear, prueba de ello es que a diferencia del proyecto Manhattan -que fue desarrollado por un grupo de científicos-, los arsenales de reciente creación han sido desarrollados por ingenieros (como el Dr. Abdul Khader Khan) con buenas conexiones con las empresas que proveen los insumos claves.
El riesgo percibido por los gobierno al difundir información sobre su capacidad y planes en materia nuclear han marginado el tema de la transparencia. Pakistán, India e Israel no han ratificado el Tratado sobre la No-Proliferación de Armas Nucleares y los Estados miembros de este instrumento internacional tratan de sortear los numerosos obstáculos implicados en la verificación de los programas nucleares. Las amenazas de un accidente o un mal cálculo, solo pueden ser mitigadas con información constante para construir confianza y promover la responsabilidad de los gobiernos poseedores de este tipo de armamentos. A diferencia de los años de Hiroshima, Nagasaki y Chernóbil, hoy existe la posibilidad de que los ciudadanos exijan un andamiaje legal para monitorear y transparentar decisiones y acciones. Tenemos la oportunidad de combatir nuestro miedo con información.
[1]Rusia, Reino Unido, Francia, China, EUA, India y Pakistán
[2]Este inventario considera la información proporcionada por los gobiernos y las agencias intergubernamentales y cruza esos datos con la información relacionada de infraestructura y equipo necesario para construir un programa bélico nuclear, por ejemplo, el número de plataformas de lanzamiento, contenedores de material radioactivo y otros datos técnicos de la cadena de producción de armas nucleares.
[3]En 1998, luego de que el gobierno indio anunciara que había logrado detonar con éxito un artefacto termonuclear, el sismólogo estadounidense Terry C. Wallace analizó los registros sismológicos luego del supuesto ensayo nuclear y destacó que los registros eran un tercio menores a lo esperado tras una detonación nuclear.
[4]México jugó un papel importante en los esfuerzos de no proliferación de arsenales nucleares durante la segunda mitad del Siglo XX, al impulsar la firma del Tratado para la Prohibición de Armas Nucleares en América Latina y el Caribe. La Comisión Federal de Electricidad opera desde 1990 una planta termonuclear para la generación de energía eléctrica llamada Laguna Verde, localizada en el municipio de Alto Lucero, Veracruz. Cuenta con una capacidad instalada de 1,610 MW.
Oficial del Programa de Libertad de Expresión de ARTICLE19 México y Centroamérica.