Cruzan la frontera sur porque en sus países de origen la violencia y la pobreza son insoportables. En su tránsito hacia el norte atraviesan un país infernal. Francisco Goldman nos habla de estos “migrantes que no importan”. Óscar Martínez señala que los migrantes temen lo mismo a los criminales que a las autoridades, cómplices. Alberto Nájar visita los albergues que auxilian a los mutilados, a los huérfanos, a las niñas prostituidas. Fernanda Solórzano y Antonio Ortuño, desde el cine y la ficción, amplían nuestra visión de ese horror. Eduardo Antonio Parra, al reseñar el libro de Alejandro Hernández, resume nuestra impresión: una culpabilidad colectiva que deja en nosotros una fuerte sensación de vergüenza.