Después de haber publicado un libro con el “festivo” título La próxima gran caída de la economía mundial (Random House, 2011), se me pregunta con frecuencia si hablo de una crisis qu e viene o de la que inició en 2008. ¿Vamos de salida? ¿Pasó lo peor? ¿Apenas empezamos?
¿Le confieso algo? Ni yo mismo lo tengo tan claro. Lo que uno aprende al observar con detenimiento la evolución de lo que pasa y, aun más, al estudiar cómo fue el proceso en grandes crisis como la depresión de los años treinta, es que nada ocurre en forma lineal y sólo la perspectiva que nos da el paso del tiempo nos permite comprender esa progresión. Recordemos que en la Gran Depresión, la bolsa estadounidense se desplomó en octubre de 1929 y el desempleo seguía por arriba de 15% diez años después, a pesar del New Deal del presidente Roosevelt; el empleo sólo se recuperó con la entrada a la Segunda Guerra Mundial. Al mercado accionario estadounidense le tomó 25 años regresar al nivel máximo alcanzado en 1929. Ciertamente, parecería que en el siglo XXI los ciclos se han acortado. Pero no hay que perder de vista que todavía ahora la bolsa japonesa está 75% por debajo de su nivel máximo alcanzado hace casi 23 años. No se puede asumir que todo lo que baja tiene que subir, ni que toda recuperación se da en forma progresiva e ininterrumpida.
En este momento podemos afirmar que:
1. Si bien estamos hablando de una crisis global, ésta se compone de la suma de muchas crisis regionales que están en puntos diferentes, y van a un ritmo distinto. Hay países devastados como Grecia, otros que están prontos a estarlo como España, y países como Brasil, China y la India que apenas empiezan a resentir el impacto en la caída del consumo mundial por un lento caer de las piezas del dominó.
2. Al desplomarse el consumo europeo, eso tiene un fuerte impacto sobre lo que China les exporta, si China exporta menos entonces demandan menos materias primas que provienen de países como Brasil. El superávit en la cuenta corriente china pasó de 412 mil millones de dólares a 201 mil millones entre 2008 y 2011, se redujo de 9.1% del PIB a 2.9%.
3. El común denominador a algunas de las crisis regionales está en los excesos del mercado inmobiliario: Estados Unidos, el Reino Unido, España y China. Estados Unidos es el país donde empezó esa burbuja y también donde va más avanzado el proceso de ajuste, pero el proceso para limpiar los embargos de viviendas sigue atorado. En España apenas se empiezan a reflejar las colosales pérdidas inmobiliarias en los balances bancarios, y en China siguen equivocadamente pensando que serán capaces de evitar, por decreto, los devastadores efectos de la que es quizá la mayor burbuja inmobiliaria en la historia de la humanidad.
4. El endeudamiento excesivo también ha sido un factor determinante: Estados Unidos, Grecia, Italia, España. Ni remotamente se ha logrado reducir el endeudamiento a niveles manejables. En el caso de Estados Unidos, inclusive ha vuelto a bajar la tasa marginal de ahorro a 3.8%, absolutamente insuficiente para remendar el endeudamiento de las familias, y se celebra que el consumo se esté recuperando. Evidentemente, esa recuperación no es sostenible.
5. Al caer el ingreso y haber altos niveles de desempleo, ha caído el consumo. Menor consumo implica que empresas e industrias tienen capacidad instalada que no están utilizando pues no hay quién les compre suficiente. Si les sobra capacidad, no van a invertir en planta y equipo, ni emplearán más gente. En casos como Estados Unidos, es probable que veamos una nueva ronda de despidos conforme las empresas sigan cuidando su salud financiera, 70% de sus costos son de personal. En un entorno así, es difícil recaudar impuestos. Si eso se combina con la necesidad de los gobiernos de gastar más para ayudar a la población más golpeada por la crisis, se generan enormes déficit fiscales. Ni remotamente ha quedado claro cómo se regresará a cierto equilibrio fiscal. Considerando que por años no veremos una recuperación de la recaudación, en países como Estados Unidos podríamos ver incluso un “lastre fiscal” (lo opuesto a un estímulo fiscal) de 350 mil millones de dólares (2.4% del PIB) en 2013, conforme el gobierno pierda capacidad de seguir gastando y tenga que recaudar más para evitar perder credibilidad en los mercados financieros. En el mejor de los casos, nos esperan años de bajísimo crecimiento, y probablemente de alto desempleo, repito: en el mejor de los casos.
6. La situación económica global parece marginalmente mejor que en los últimos tres años. Sin embargo, es de vital importancia subrayar que los bancos centrales del mundo le han inyectado 8.7 millones de millones de dólares al sistema bancario mundial. Como dice Umesh Trishka de Merrill Lynch, esto es más del costo sumado de la Segunda Guerra Mundial, la Guerra del Golfo Pérsico, la carrera a la luna, la limpieza por los estragos del tsunami japonés, y la ayuda dada a África durante los últimos 20 años. Es decir, que nunca en la historia se había impreso esa cantidad de billetes para tratar de estabilizar al sistema financiero y a los mercados. Sin embargo, esas medidas solamente compran tiempo mientras se resuelven las razones de fondo que llevaron a la crisis. Lejos de hacerlo, vemos a los bancos haciendo exactamente lo mismo que les llevó a el reciente colapso. En Europa, por ejemplo, toman la deuda barata que les da el Banco Central Europeo (que cuesta 1% a tres años), y la “invierten” comprando deuda soberana emitida por países europeos que pagan varias veces esa tasa. Pero, si Grecia, Portugal, o particularmente España, revientan, con ellos reventarán los bancos del continente. Lejos de reducirse el riesgo sistémico, se está aumentando exponencialmente.
En el escenario más optimista, esta crisis está a años de resolverse. En el peor, se requerirá de problemas más grandes que provoquen suficiente miedo como para forzar a los gobiernos, sistemas financieros y a la población en general a darse cuenta de que no se saldrá de este atolladero sin sacrificios dolorosos y cambios estructurales reales y profundos. A corto plazo, muchos ven el alza reciente en las bolsas como una señal inequívoca de luz al final del túnel. En forma reveladora, mientras la bolsa sube, por cada acción comprada por “insiders” (gente que trabaja en las empresas y tiene información privilegiada), éstos venden trece acciones, y los fondos mutuos estadounidenses que invierten en acciones han registrado salidas netas por 5,400 millones de dólares en lo que va del año. Claramente, los inversionistas en general no están participando del alza.
Como dijo Bill Gross (presidente de PIMCO, el mayor inversionista institucional del mundo en el mercado de bonos), el mundo se benefició por décadas de procesos de globalización, desregulación y apalancamiento, y ahora estamos en los tres procesos opuestos. Vemos al proteccionismo resurgir cuando Brasil y Argentina tratan de resguardar a su mercado automotriz de exportaciones mexicanas, violando acuerdos comerciales; o a la India prohibiendo exportaciones de algodón. Sin duda, el comercio internacional genera crecimiento y eficiencia, el proteccionismo se vuelve un peligroso lastre que inhibe inversión y mata la competitividad. Por otra parte, los esfuerzos por regular a los bancos no podrían ser menos oportunos ni más obtusos y, como dije antes, faltan décadas para que el endeudamiento se reduzcan a niveles manejables.
¿Y si hubiera una súbita recuperación? Ésta sería seguramente abortada por la necesidad que tendrían los bancos centrales de retirar rápidamente la gigantesca liquidez antes de que genere presión inflacionaria. No querría ni pensar qué pasaría si aumentaran las tasas de interés con tan enorme carga de deuda.
Créame, a esto le falta mucho, mucho, mucho.
Seguimos en medio de un campo minado y quienes nos guían en él siguen más empeñados en salir bien en la foto que en salir de éste en una pieza. Si en algún momento ha hecho mella la devastadora falta internacional de líderes y verdaderos hombres de estado, es ahora.
(Imagen)
Es columnista en el periódico Reforma.