A partir de la identificación de un nuevo virus, el SARSCoV-2, los científicos emprendieron una carrera a contrarreloj para conocer mejor los síntomas que ocasiona, su forma de transmisión y las medidas más eficaces para  contenerlo. A pesar de los esfuerzos, a principios de marzo la Organización Mundial de la Salud hizo la declaración de pandemia y esa rapidez ha puesto a prueba no solo los sistemas de salud alrededor del mundo, sino la investigación en los laboratorios, el flujo de información entre especialistas, el periodismo de ciencia y el imperativo de que las decisiones políticas estén basadas en el conocimiento científico.
La deuda que México tiene con sus científicos está lejos de pagarse: por décadas los investigadores han estado a merced de los vaivenes sexenales y, de acuerdo con algunas encuestas, un alto porcentaje de la sociedad todavía los mira con desconfianza. ¿Por qué sucede esto? ¿Qué falta por hacer, qué podría hacerse mejor? Ante el auge del pensamiento anticientífico y la definición de una nueva política de ciencia por parte del gobierno federal, este número de Letras Libres quiere poner sobre la mesa las inquietudes de investigadores, divulgadores y editores de revistas especializadas. A las batallas por lograr mejores condiciones laborales deben sumarse las de un cambio cultural que estreche lazos entre la sociedad y sus científicos. Esas acciones se vuelven, sin duda, más urgentes en medio de una crisis como la del coronavirus. El momento de apostar por la ciencia se ha vuelto ya inaplazable.