La semana pasada se dio a conocer que nueve encuestadores -tres de Parametría y seis de Consulta Mitofsky- fueron privados de su libertad en Apatzingán, Michoacán. El suceso se resolvió de manera favorable y tres días después los nueve fueron liberados.
Lo ocurrido en Apatzingán no solo debe servir para que todas las empresas de opinión pública, nosotros incluidos, reevaluemos los procedimientos de campo para garantizar la seguridad de nuestros encuestadores; sino para darle nombre y rostro a ese amplio equipo de trabajo que sustenta a los grandes pollsters: los encuestadores.
Vale la pena reflexionar sobre el trabajo de los encuestadores.
El trabajo metodológico de los encuestadores comienza con la localización y contacto del individuo que será entrevistado. Ellos comunican el objetivo del estudio y convencen a las personas de contestar la entrevista. Cuando la encuesta comienza ellos leen las preguntas, responden las dudas de los entrevistados y registran las respuestas. Posteriormente, editan la entrevista antes de que sea procesada y capturada. Son los que implementan la encuesta en su totalidad. Enfrentan y viven la realidad de la opinión pública mientras transitan y tocan puertas en miles de viviendas.
Ezequiel, coordinador de campo de Defoe, se define a sí mismo y a su equipo como“los guerreros de campo” porque “conocemos el riesgo y aun así lo aceptamos […] Somos gente comprometida, que conoce el peligro que implica ser encuestador y pasar por lluvias, sol, correteadas de perros, asaltos, etcétera”.
Ezequiel, lleva más de 20 años siendo encuestador. Me cuenta que “el trato con la gente hace el trabajo emocionante” y me confía que hasta se ha “encariñado” con el menú típico de un encuestador: Pato a la orange, gansito y un refresco de naranja.
La capacitación es la oportunidad para que Ezequiel y su equipo se cercioren de que el instrumento de medición no tenga errores, revisan el cuestionario, leen las preguntas y calculan el tiempo que se tardarán implementándolo. Aquí también es donde se comunica a los encuestadores la importancia de ser cautos y de no exponerse. “No deben tomar riesgos innecesarios, ni hacer cosas extraordinarias” porque aunque los encuestadores están cubiertos por un seguro de vida y gastos médicos eso no necesariamente garantiza su seguridad. Como muestra, cuatro anécdotas de Ezequiel y el equipo.
I. Los enviados de Satanás
Los encuestadores levantaban un censo para una institución federal en el Municipio de Salto del Agua en la localidad de San Miguel Tulijá. Ponían etiquetas en casas para identificar el hogar que había sido censado. Se corrió el rumor entre las personas del pueblo de que eran hijos del diablo y que los encuestadores pegaban la etiqueta del 666. Según los habitantes de Tulijá esto indicaba que Satanás iría por los habitantes de esos hogares. Los encuestadores salieron corriendo del pueblo y el censo en esa localidad no se terminó.
II. Badiraguato, Sinaloa
Hace un par de años, Defoe hizo una encuesta nacional y un punto de la muestra cayó en Badiraguato. Los encuestadores iban en un auto y empezaron a ser seguidos por otro automóvil. Súbitamente comenzaron los disparos al aire, los hombres armados exigían a gritos que los encuestadores se fueran. La retirada fue obligada e inminente.
III. El guerrero no suelta su maletín
En Uxpanapa, Veracruz, al realizar una encuesta de salida la gente de la casilla increpó al encuestador argumentando que quería alterar resultados de la elección. La gente amenazó de muerte a dos encuestadores. Un tercero fue golpeado severamente. A pesar de la paliza que le propinaron a este guerrero de campo, él nunca soltó la maleta en la que llevaba los cuestionarios. Los datos de las encuestas fueron capturados y formaron parte del resultado final de la encuesta de salida.
IV. La cárcel, el lugar más seguro
En la última encuesta de salida realizada por Cidac-Defoe en el Estado de México hubo un encuestador al que acusaron de tratar de alterar los resultados de una casilla. Las amenazas por parte de la población no se hicieron esperar, los ánimos se caldearon y los policías consideraron que la única manera de guardar la integridad física del encuestador era llevarlo a los separos. El encuestador fue liberado cuando uno de sus supervisores se enteró que estaba ahí “por seguridad”.
El secuestro de los encuestadores es un riesgo inherente al trabajo de campo. Lo que resalta en el caso de Apatzingán es que, supuestamente, fueron secuestrados por organizaciones criminales. Esto marca un antecedente de cara al proceso electoral en Michoacán y la elección presidencial de 2012.
La Asociación Mexicana de Agencias de Investigación de Mercado y Opinión Pública barajea, como posible medida de seguridad, identificar los lugares que resultan más inseguros del país para que cuando algún punto de una muestra caiga en esos lugares se reemplacen por otros. Algunos encuestadores están abiertamente a favor de no hacer encuestas en determinados estados para no exponer a su personal.
Pregunto a Ezequiel qué opina sobre generar un vacío de información de encuestas hasta que se garantice la seguridad de los entrevistadores. La respuesta no podría ser más contundente: “vamos a darle no? Se nos hace tarde…”
Es un guerrero de campo.
Politólogo apasionado, creyente de la metodología por encuestas. Director General de la firma de opinión pública Defoe