Paul Theroux se cruza con la Bestia /1

Paul Theroux viajó en tren desde Boston hasta la Patagonia recorriendo la misma ruta que siguen los migrantes centroamericanos. En esta, la primera  de tres entregas, viajes separados en el tiempo y muy distintos en su naturaleza se entrecruzan.
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En The Old Patagonian Express1 el escritor estadounidense Paul Theroux narra su viaje en tren (trenes, en realidad) desde Boston hasta la Patagonia. En este largo recorrido de norte a sur, el autor cruzó México, desde Nuevo Laredo hasta Tapachula, recorriendo la misma ruta (¿las mismas vías?) que se ha vuelto tristemente célebre por las desventuras de otros viajeros: los migrantes.

Theroux viajó en trenes de pasajeros ya extintos –el Águila Azteca, el Jarocho–; los migrantes provenientes de Centroamérica lo hacen a lomos de “La Bestia” (en realidad, “bestias”). Son viajes separados en el tiempo y muy distintos en su naturaleza. Uno viaja con fines recreativos, los otros lo hacen forzados por el hambre y la ambición de una vida que se imaginan de ensueño. Uno es un turista estadounidense, protegido por un pasaporte que recibe consideraciones por parte de las autoridades; los otros son perseguidos por las autoridades migratorias y cazados por bandas criminales. Uno construye un relato a una sola voz; de los otros conocemos testimonios parciales que forman un cuadro general bien conocido, aunque algo impermeable al detalle. Uno está en 1979, los otros en 2007, 2008, 2011, años de violencia y atrocidades.

Pero hablamos de las mismas vías, de los mismos parajes, seguramente transformados por el paso del tiempo y la acción del hombre. A pesar de su distancia, los viajes se entrecruzan.

Nuevo Laredo

Theroux entra a México por Nuevo Laredo, donde aborda el Águila Azteca, “un tren exprés con buena reputación” que va a la Ciudad de México. Antes de subir al vagón, el revisor marca su maleta con una línea de lápiz labial, y le dice: “esta es la aduana”. Minutos más tarde, el mismo revisor entra a su camarote con una bolsa de papel. “Nomás la voy a poner acá arriba”, dice. El escritor le pregunta qué hay adentro. “Unas cosas”, contesta el revisor quien, a pesar del recelo muy comprensible del escritor, acaba saliéndose con la suya. “No hay problema, usted es turista”, le asegura.

“México estaba lleno de gente con uniformes ambiguos”, medita el escritor desde el vagón comedor cuando ve pasar a tres individuos “con bigotes, macanas, pistolas”. Poco después, un revisor le avisa que esos policías lo buscan en su camarote. Uno le pide sus papeles, los revisa, le pregunta si la bolsa es suya. Aunque entiende español, Theroux finge no hacerlo, dice que ya pasó aduana, que es un turista. Al oír esa palabra, el policía parece defraudado. “¿Así que todo esto es suyo, incluyendo ese paquete de allá arriba?”. “¿Qué quiere ver exactamente?”, le pregunta Theroux. El uniformado “Volvió a ver la bolsa. La apretó. Adentro hubo un sonido metálico. Tenía sus sospechas, y estaba triste porque sabía que, como turista, yo tenía derecho a la privacidad. El revisor conocía el sistema”. Los bigotones le desean buen viaje antes de retirarse.

Cuando llegan a Nuevo Laredo, los trenes de carga tienen menos pasajeros que en etapas más tempranas del trayecto. Después de la ciudad de México, los migrantes se dispersan en las rutas hacia los distintos cruces fronterizos. Eso, además de las detenciones, las muertes y las desapariciones, explica que el número de migrantes que entra no sea igual al número de migrantes que sale (el INM calcula que, en 2010, 140 mil personas de origen centroamericano se internaron ilegalmente en México para llegar a Estados Unidos).Otras organizaciones estiman que los indocumentados que se internan en México pueden ser hasta 500 mil anuales. ¿Cuántos logran entrar a Estados Unidos? “Las cifras que alcanzaron la frontera y lograron cruzarla son inciertas”, admite un informe. Pero las referencias indican que no son pocos:

“Cada año, unas 140.000 personas cruzan la frontera sur del país procedentes de Centroamérica con un objetivo principal: llegar a Estados Unidos para iniciar una nueva vida. Más de la mitad lo logra”.

Mientras se reponen de un viaje que puede durar de 3 a 7 semanas, los migrantes buscan la manera de cruzar la frontera. Al tiempo, deben cuidarse de no ser capturados por policías o grupos criminales, que a veces trabajan en contubernio (hablando de la ambigüedad del uniforme). “Eran muchos hombres altos y fornidos. Nos agarraron, nos quitaron lo que teníamos y nos comenzaron a golpear con los garrotes”, dijo José Salvador con el miedo y las huellas de los golpes aún reflejados en el rostro”. Un testimonio entre cientos. José Salvador fue rescatado por la policía, otros tantos mueren, se convierten en pistoleros del narco, son usados como moneda de cambio entre pandillas que lucran con su secuestro. Según la CNDH, más de 10 mil migrantes son secuestrados al año.

[1] Houghton Mifflin, 1979. Existe traducción al español: El viejo Expreso de la Patagonia, Punto de Lectura, 2009.

 

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es editor digital de Letras Libres.


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