Ridley Scott regresa al Nostromo

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Pocas noticias más prometedoras que esta:

Ridley Scott, ese entusiasta de la variedad de géneros, ese cirquero al que le incomodan las carpas pequeñas, el cerebro detrás de dos de las mejores películas de ciencia ficción de todos los tiempos, regresa al Nostromo. O, por lo menos, regresa al mundo que propició su primera visita a esa nave de nombre conradiano.

Así es: se está preparando una precuela de Alien: el monstruo simbiótico, la bestia dentada y tuerta, la que tiene ácido en donde sus presas llevan sangre. Y nadie mejor para rescatar a tan desvirtuado animal que Scott. Ninguna saga –con excepción de esa guerra de las galaxias– ha caído más baja que la de Alien. En años recientes, los fanáticos de la historia escrita por Dan O´Bannon y Ronald Shusett han tenido que aguantar que a) el alien dé a luz a una criatura digna de la cantina de Mos Eisley, b) que se enfrasque en una batalla contra un monstruo que peleó contra el gobernador de California y c) que sus películas lleven la palabra “versus” en el título. Hoy en día, la creación de Giger, ese collage de terrores freudianos, no asusta ni a mi sobrino.

Devolverle el aura de peligro al alien no parece fácil. Claramente no se puede contar nada que haya ocurrido después de Ripley (o D.R., si creemos en Sigourney Weaver como un símbolo de sacrificio bíblico). Para regresar a la esencia del monstruo hay que ir antes del Nostromo, antes de que ese bicho –tan, pero tan similar a una vagina– impregnara a Kane, antes de que los marines descendieran en LV-426 y antes de esa batalla épica entre un humano/máquina y la madre de todos los insectos.

Según contó Jamés Cameron en una reciente entrevista a Total Film, Ridley Scott visitó el set de Avatar y quedó sorprendido con el potencial de la tecnología empleada en la película del director de Titanic. La posibilidad de crear un universo creíble en tercera dimensión y prescindir de seres humanos dentro de una historia le pareció prometedora. “¿Para qué diablos estás haciendo Robin Hood?”, le dijo el siempre educado Cameron en alusión a la cinta que preparaba su colega, “vuelve a hacer ciencia ficción, que es lo que haces mejor”. Esta anécdota, por anodina que parezca, delata varios posibles elementos dentro de la precuela de Alien:

1. Debido a que la historia debe ocurrir previo al primer contacto de la humanidad con el alien, todos los personajes deben (o pueden) ser creados en tercera dimensión.

2. La tecnología de Avatar facilita la creación de extraterrestres que se ven reales. Aquí cabe la hipótesis: la precuela se llevará a cabo en esa nave en forma de hueso que encuentra la tripulación del Nostromo. Nave que, por cierto, estaba poblada de extraterrestres (vimos a uno, sentado en el asiento del piloto, con un hueco en el estómago: el hueco por el que parió a la bestia).

3. Por lo menos podemos estar seguros de una cosa: no habrá seres humanos en la precuela.

Según IMDB, el proyecto le perteneció primero al yerno de Scott. Durante meses, la precuela de Alien estuvo anunciada como el primer largometraje de Carl Erik Rinsch. Y justo antes de que la blogósfera entera pidiera la cabeza de Rinsch al grito de “¡nepotismo!”, Scott pidió de vuelta lo que siempre ha sido suyo. Porque, sí, el alien fue diseñado por H.R. Giger, escrito por O´Bannon y Shusett, pero Scott es el padre de la bestia. Y si regresó es porque tenía que regresar: porque sabe que es un director al que le cuesta manejar los sentimientos, un director que florece entre el neón y la lluvia de aquel Los Ángeles apocalíptico de Blade Runner, un director hecho para recrear al monstruo cinematográfico por excelencia y, una vez más, esconderlo en las entrañas de una nave intergaláctica.

– Daniel Krauze

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