Leyendo el número de octubre de Letras Libres, en gran parte dedicado a los Pasados imaginarios, o la Historia Contrafactual, o las Historias Imaginarias, o las Ucronías, etcétera, nociones que yo englobaría bajo el membrete de historiaficción, he recordado unos breves ejercicios que a propósito de la Historia y el Azar emprendió Buñuel durante una de las entrevistas que, en 1975-6, le hicimos Tomás Pérez Turrent (T.P.T.) y yo (J. de la C.) para componer el libro Luis Buñuel/ Prohibido asomarse al interior (primera edición en español: Joaquín Mortiz/ Planeta, 1986; hay ediciones española, inglesa, norteamericana, italiana, sueca, japonesa, etc.).
Aquí van esos ejercicios que don Luis desplegó en forma de contraHistoria o tal vez habría que decir de la Historia que iba a ser y no fue:
BUÑUEL: No lo diré como dogma, pero creo que en la vida todo es azar. Se podría hacer una película en la que se demostrara que Napoleón nació porque siglos atrás un romano se rascó la nariz en cierto momento; y por encadenamiento de circunstancias, eso lleva al nacimiento de Napoleón. O pongamos por caso que Hitler no llega anacer. Fíjense qué distinta sería la historia de nuestro siglo.
J. de la C.: Dénos usted el argumento de ese “azar”.
BUÑUEL: Muy bien. Hitler no nace porque una noche determinada su padre no se acuesta con la esposa. ¿Por qué no se acuesta con ella? Ese día, en el trabajo, ha estado todo el tiempo pensando en su mujer. Sale del trabajo y encuentra un amigo, los dos van a emborracharse y el señor Hitler llega a su casa como una cuba, se duerme en el suelo y no fornica con su mujer. ¿Por qué encontró precisamente aquel día a su viejo amigo? Éste es un hombre del campo, se le rompe la reja del arado y va a la ciudad a comprar una, y allí encuentra al señor Hitler. ¿Por qué se rompió la reja del arado? Porque cuando araba topó con una piedra… Los ejemplos son tontos, pero creo que sirven. Los pequeños detalles pueden cambiar una vida, la historia misma.
T.P.T.: Pero no todo es azar. El verano o el invierno, aunque se atrasen o adelanten un poco, no ocurren al azar.
BUÑUEL: Hablo sobre todo de conducta humana, pero la naturaleza puede desencadenar el azar: una tormenta me obliga a refugiarme en una choza del campo. Allí hay una pastora guapa, siento el deseo y la violo. De esa violación nace Sócrates. Es hijo mío (no reconocido), pero también de la pastora y de la tormenta. Si en lugar de meterme en la choza me meto en una cueva, encuentro allí un oso que me devora, y Sócrates no nace. Seamos menos fantasiosos: ¿por qué estoy aquí tomando una copa y hablando con ustedes? Yo quería estudiar música; si hubiera sido finalmente músico, no estaría yo aquí. Estoy aquí porque un día se me ocurrió ir al Vieux Colombier a ver una película de Fritz Lang y me interesé en hacer cine. Pero tampoco estaría aquí si el final de la guerra de España me encuentra en Calanda. Sólo me conocerían ustedes por el libro de Sadoul: “Luis Buñuel: malogrado cineasta español, autor de Un perro andaluz, La Edad de Oro y Las Hurdes. Fusilado por las fuerzas franquistas cuando se iniciaba su prometedora carrera cinematográfica.”
J. de la C.: Dénos un ejemplo de azar en la historia de España.
BUÑUEL: Facilísimo: si el rey don Rodrigo no se acuesta con La Cava (ese día pudo haberse levantado con dolor de cabeza y no estar para esas cosas), el conde don Julián no se hubiera vengado trayendo los moros a España. Yo quisiera dedicar toda una película a los mecanismos del azar, desde un accidente político de hoy hasta el hombre de las cavernas, retrocediendo en el tiempo.
T.P.T.: Lo que da un notable aire de libertad a las últimas películas de usted es precisamente el hecho de que en ellas lo mismo podría suceder eso que vemos que cualquier otra historia.
BUÑUEL: De acuerdo, aunque nunca llego a la gratuidad o al absurdo. En una película interviene mucho el azar. Ya les he dicho que Viridiana nació tan azarosamente como esto: Alatriste me propone una película, yo no tengo todavía un argumento. Esa mañana me he cruzado en la calle con una chica inglesa muy guapa que me recuerda a la reina de España que tanto me atraía en mi adolescencia y de ahí surge el embrión de Viridiana. Si la chica no llega a cruzarse en mi camino, no pienso en la reina y en cambio le propongo a Alatriste cualquier otra cosa.
T.P.T. ¿Y se cruzó usted realmente en la calle con esa chica?
BUÑUEL: Creo que no, pero pudo ser. Tal vez ese día ella iba a salir al cine con su novio, el novio tardaba en salir de la oficina, la chica se enfadó y echó a caminar y yo me crucé con ella. O tal vez sucedió lo contrario: me detuve a atarme los zapatos en una esquina y no vi pasar a la chica… Pero estamos poniendo demasiados ejemplos y hubiera bastado con uno. El lector de estas entrevistas se va a aburrir.
J. de la C.: Espero que se interesará mucho en ellas, don Luis. A mí me interesan. ¿Por qué surgen estas pequeñas historias en la mente de usted? ¿Por qué en cada caso aparece Napoleón, Sócrates, Hitler, una muchacha? Todo esto nos dice algo sobre usted. ¿Qué nos dice? No sé, pero nos dice algo.
BUÑUEL: Pero hay que parar, porque si no, el libro de ustedes va a ser eterno.
T.P.T.: Paremos la deliciosa persecución del azar.
[Recuerdo que terminada la entrevista y cuando salíamos de la casa de Buñuel, de modo que por eso el momento no quedó registrado en la grabadora (y luego se nos olvidaría ponerlo en el libro, pese a que era muy buena anotación), don Luis, en pleno esprit de l’escalier, se palmeó la frente y nos dijo algo como esto: “Hombre, en ese tema del azar y la Historia pudimos poner un caso verdadero: el de Colón descubriendo América porque por azar tomó otra ruta que la que lo hubiera llevado a las verdaderas Indias”.]
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Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.